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Referéndum en Reino Unido

La factura que enfrenta a los británicos de cara al 'brexit'

David Beckham se suma a los partidarios de permanecer en la UE Cameron lanza una dramática advertencia sobre las consecuencias “irreversibles” del ‘brexit’

El líder laborista británico, Jeremy Corbyn, miembro del Parlamento, asiste al evento "Vota por la permanencia" en el Museo de Historia de Manchester, Reino Unido, hoy, 21 de junio de 2016. Los británicos votarán si desean permanecer o, por el contrario, dejar la Unión Europea en un referéndum que tendrá lugar el próximo 23 de junio.
El líder laborista británico, Jeremy Corbyn, miembro del Parlamento, asiste al evento "Vota por la permanencia" en el Museo de Historia de Manchester, Reino Unido, hoy, 21 de junio de 2016. Los británicos votarán si desean permanecer o, por el contrario, dejar la Unión Europea en un referéndum que tendrá lugar el próximo 23 de junio. EFE

La campaña del referéndum británico sobre la UE entró hoy en la recta final con un solemne llamamiento del primer ministro, David Cameron, a votar Remain (quedarse) porque la opción de Leave (marcharse), según advirtió, será “irreversible”. “La decisión que van a tomar afectará a su futuro, al futuro de sus hijos y de sus nietos”, imploró Cameron desde la puerta de Downing Street. Y un tocayo de Cameron, tal vez con más capacidad de arrastre que él, repitió una plegaria similar. “Por nuestros y hijos y por los hijos de nuestros hijos, debemos afrontar los problemas del planeta juntos y no en solitario”, señaló David Beckham, el famosísimo ex jugador de fútbol y padre de cuatro hijos con Victoria, ex Spice Girls.

Cameron y sus aliados alertaron sobre las dramáticas consecuencias económicas y sociales de una ruptura sin marcha atrás. Los partidarios del brexit relativizan ese impacto.

Los dos bandos llegan codo con codo a las urnas (abiertas este jueves desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche, hora local), intentando convencer a los británicos de que sus números son los correctos.

El líder de Ukip, Nigel Farage, ha orientado su campaña a favor del brexit hacia la inmigración, consciente de que ese giro puede atraer a numerosos votantes, sobre todo en las zonas rurales, aunque sea a coste de perder apoyos entre las capas urbanas más pudientes que no desean ser tachadas de xenófobas.

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En inmigración, además, Farage puede apoyarse en cifras reales. Reino Unido se ha convertido en un polo de atracción para otros europeos. Primero, en 2004, a raíz de la gran ampliación de la UE porque el Gobierno de Tony Blair decidió abrir las puertas, sin período de transición, a los trabajadores procedentes de los 10 nuevos socios. Los polacos (con más de 740.000 residentes) se convirtieron en la primera comunidad de inmigrantes, por encima de las nacionalidades habituales como irlandeses, indios o paquistaníes. La crisis del euro provocó una segunda oleada de inmigración del continente (incluida la procedente de España) y en 2014 Reino Unido recibió 632.000 inmigrantes, por detrás de Alemania (800.000), pero el doble que Francia Reino Unido también es el segundo país de la UE con más emigrantes procedentes de dentro y fuera de Europa (5,4 millones en total).

El Gobierno defiende que esa llegada es señal de la fortaleza del país y de su capacidad para atraer capital humano. Ese argumento convence a profesiones con elevados salarios (como en la City londinense), pero asusta a los gremios peor retribuidos que temen la caída de los salarios como consecuencia del exceso de mano de obra.

Las cuentas sobre el impacto económico tampoco coinciden en uno y otro bando. Los partidarios del brexit recuerdan que la UE disfruta de un superávit comercial con Gran Bretaña y que, por lo tanto, el club europeo mantendrá abiertas sus puertas para no perder ese mercado.

El Gobierno, en cambio, advierte sobre las consecuencias de una salida para sectores industriales como el de automoción. El año pasado, según el Gobierno, Reino Unido batió su récord de exportación de vehículos (con 1,2 millones) y más de la mitad fueron con destino a la UE.

Lo cierto, sin embargo, es que el verdadero perjuicio se produciría en el sector servicios, que en los últimos 25 años se ha desarrollado espectacularmente y supone ya el 79% de la economía británica, con más de 25 millones de puestos de trabajo frente a unos tres millones del sector manufacturero. La manufactura apenas supone el 10% de la economía británica y la agricultura, el 0,7%, según los datos oficiales.

El sector servicios supone el 43% de las exportaciones británicas. Cameron, la City y las patronales son conscientes de que la salida de la UE podría causar un daño irreparable a ese sector vital. El Gobierno asegura que el brexit supondría para la economía de Londres una pérdida equivalente a 13.400 millones de libras esterlinas. Pero en el campo y las zonas desindustrializadas ese mensaje no cala tan fácil.

La guerra de cifras sobre la contribución de Reino Unido al presupuesto europeo también continúa. Para los partidarios del Leave, se trata de una factura astronómica de varios cientos de millones de euros (o más bien, libras) a la semana. Los datos muestran que la cuota de Reino Unido, en 2014, ascendió a 17.450 millones de euros. De ahí se le descontó el 35% o 6.066 millones gracias al cheque anual arrancado por Margaret Thatcher en 1985.

En total, Reino Unido es el cuarto mayor contribuyente (por detrás de Alemania, Francia e Italia) y ocupa la misma posición en términos proporcionales a su riqueza (por detrás de Suecia, Dinamarca y Alemania). Además, recibe unos 6.000 millones de euros del presupuesto europeo, el 63% de ellos para el sector agrícola. La contribución neta se queda en unos 5.000 millones de euros al año o unos 25 céntimos al día por británico. Too much, para unos, nothing, para los otros.

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