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El Foco
Tribuna
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El turismo es un sector estratégico, ¿se enteran?

Es una parte capital de nuestra economía, tan importante que podría aportar tres puntos de crecimiento

Thinkstock/R.S.

En momentos de debate político en los que se imponen intereses partidistas, urge, por encima del rigor estadístico, una reflexión filosófica que determine lo que es permanente, por encima de actitudes y tendencias personalistas. El turismo, demasiadas veces considerado accesorio, es una parte capital de nuestra economía, tan importante que podría aportar tres puntos de crecimiento solo haciendo las cosas un poco mejor de cómo las hacemos. Que quede claro: el turismo es un sector estratégico de nuestra economía y como tal ha de ser tratado.

Y eso, lamentablemente, no ocurre. Cuando se observa, por ejemplo, que hasta el mes de abril de 2016 el turismo en España ha crecido el 13%, y se prevé un aumento del 6% durante el año 2017, se percibe un absurdo menosprecio por los logros del sector. Y, además, se constata la falta de un reconocimiento agradecido de lo que su desarrollo ha generado en el conjunto de la economía del país.

El análisis de la evolución de la influencia del turismo durante los últimos 50 años pone de manifiesto una relativa aceptación de los beneficios que ha promovido. Aunque, paradójicamente, el juicio se queda en la valoración de un crecimiento que solo complementaba el proceso de desarrollo de la economía española. A ese proceso de desarrollo, iniciado con el plan de estabilización de la peseta, el turismo colaboró notablemente –en los tres planes de desarrollo económicos y sociales– y repercutió en su dinámica con la generación directa e indirecta nada menos que de dos millones de puestos de trabajo.

"Los países han de moldear su patrón de desarrollo según las condiciones que lo limitan y motivan la eficiencia”

Y el análisis debe seguir, porque en los últimos 50 años el turismo ha sido bastante más que todo eso, por ejemplo, gracias a su notable contribución a la formación del PIB, que este año superará la estimación del 12%. Especialmente, por su singular influencia en el multiplicador del gasto de los turistas, dinamizando el crecimiento intersectorial, al mismo tiempo que ha ejercido una notable influencia en todos los sectores económicos, desde los primarios a los industriales y a la construcción.

A todo ello hay que sumar el hecho de que cuando la economía española ha sido más débil –por su desajuste en la balanza de pagos–, el turismo aportaba de manera intensa y puntual las divisas que el país y su desarrollo necesitaba. Y eso ha sido así especialmente durante las crisis del petróleo y durante la incorporación, en el año 1986, a la Comunidad Económica Europea, lo que permitió soportar la liberalización comercial.

El turismo también ha sido clave cuando se imponía reestructurar la geoeconomía española, desarrollando las áreas regionales costeras o isleñas, haciendo posible el crecimiento de las áreas atrasadas hasta reconvertirlas en desarrolladas. O, lo que ha sido más trascendente todavía, logrando, por el multiplicador de la producción –aproximadamente igual a 1,8– transmitir hacia el crecimiento del resto de sectores sus efectos beneficiosos.

Todo ello nos debe llevar a pensar que no hay por qué establecer modelos de desarrollo rígidos. Las estructuras económicas no están obligadas a someterse a un arquetipo único. Los países han de moldear su patrón de desarrollo en función de las condiciones que lo limitan y que motivan la eficiencia. Por ello, no nos debe llamar la atención que Estados Unidos organice su perfil económico fijando un sector primario cercano al 2% de su PIB, el sector industrial, en el 22%, y el sector de los servicios, en el 76%, mientras que, como ejemplo alternativo, Alemania distribuye su riqueza de manera que el sector primario llega al 2%, el industrial, al 30% y los servicios, al 68%.

Es frecuente escuchar en círculos políticos y mediáticos un discurso que considera que el desarrollo ideal ha de estar identificado con la singularidad e importancia de la industria y con un gran esfuerzo en los avances relacionados con la I+D+i, o simplemente en la innovación. Sin embargo, el estudio de las posibilidades que ofrece el crecimiento del turismo en España permite nuevas vías de producción en donde, sin duda, hay ámbitos de mejora de la eficiencia sin necesidad de nuevos y exagerados aumentos del número de turistas.

Estoy convencido de que la mejora del gasto medio por día de estancia, el incremento de la estancia, la optimización del ingreso por la mejora de la calidad y las nuevas ofertas de productos nos llevaría, en un plazo cercano, a que el turismo suponga el 15% de contribución al PIB. Y lo haría sin alterar un cuadro económico en equilibrio, porque el desarrollo que hemos de buscar no solo se produce mediante la expansión de la capacidad de producción en sectores estratégicos, sino gracias a mejoras significativas en la productividad, competitividad y excelencia.

En ese sentido se puede afirmar, sin ninguna duda, que la realidad española ofrece una elevada potencialidad, capaz de que el turismo aporte un incremento adicional de riqueza de tres puntos del PIB. ¿Algún otro sector es capaz de algo semejante? No, no parece probable, se trata de un coeficiente muy difícil de conseguir en España en otros sectores con las actuales condiciones que limitan nuestro crecimiento.

Pero para lograrlo será necesario imponer en nuestro turismo una absoluta confianza en la mejora de los recursos y habrá que elevar progresivamente los estándares de calidad. Pero, además y sobre todo, ha de imponerse el reconocimiento político de que el turismo es un sector estratégico en nuestra economía, no solo por la dimensión que ha superado sino por el efecto de arrastre que ejerce sobre todo el sistema por su transversalidad. ¿No merece la pena hacerlo por tres puntos de PIB?

Manuel Figuerola es profesor de la Universidad Nebrija.

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