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Emprendedores

Los estudios clínicos dan el salto al hogar

Thinkstock
Manuel G. Pascual

La normativa internacional es taxativa sobre los requisitos que debe reunir un medicamento antes de poder comercializarse. Imposible que una molécula llegue a las farmacias sin haber sido testada durante años y en centenares o miles de pacientes. Uno de los problemas con los que deben lidiar quienes realizan ensayos clínicos es la movilidad reducida de algunos pacientes. O cosas tan mundanas como que estos se olviden de acudir al hospital para hacerse las pruebas.

Elisabet de Mingo y Noemí Bellido, de 31 y 34 años, se dieron cuenta de que ahí había una buena oportunidad de negocio. Se conocieron en Blanquerna (centro adscrito a la Universitat Ramon Llull), donde estudiaron al diplomatura de Farmacia. Tras trabajar la primera en quirófano en una clínica privada y la segunda en la UCI del Hospital Clínic, el destino las volvió a reunir en este último centro diez años después. Comenzaron a trabajar a la vez en el área de investigación del departamento de Cardiología. Fue entonces cuando entraron en contacto con el mundo de los ensayos clínicos. Y cuando empezaron a conocer sus limitaciones.

“Hay estudios en los que el voluntario debe someterse a controles periódicos durante los cinco años en los que prueba el fármaco, como sucede en el área de oncología”, explica De Mingo. Los datos que aporta son valiosísimos para los investigadores, pero una sola falta del paciente en los controles periódicos a los que se debe someter es un trastorno. Muchos voluntarios, de hecho, abandonan los estudios por el problema que supone desplazarse hasta el hospital, ubicado en ocasiones muy lejos del hogar.

“Muchas compañías farmacéuticas extranjeras o centros de investigación contratan enfermeras freelance para que monitoricen las pruebas a domicilio”, apunta De Mingo. No solo se aseguran de retener a los pacientes, sino que además les sale más barato subcontratar el proceso a una empresa que a un hospital, cuyos altos costes fijos disparan la factura. Tras hacer un estudio de mercado, las dos barcelonesas se sorprendieron al ver que no había ninguna compañía que prestase un servicio íntegro de gestión de ensayos clínicos. Y decidieron remediarlo.

Montaron Emibet en 2015 y, poco después ya estaban trabajando en su primer estudio. “Nuestro primer cliente nos contactó por Linkedin”, subraya De Mingo. Ahora tienen un equipo de 16 enfermeros y enfermeras fijas, que ya están ampliando porque les ha entrado un segundo cliente “muy grande”. Para el primero ya trabajan en Portugal y, con poco más de un año de andadura, están estudiando si aceptar ofertas que implican pruebas en Francia e Italia.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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