_
_
_
_
_
Referéndum en Reino Unido

¿Y si triunfa el 'brexit'? Cinco planes B y ninguno bueno

Bruselas y Londres buscan salidas ante la posible vitoria del ‘brexit’, pero todas las fórmulas disponibles plantean serios problemas políticos y económicos La gran avalancha de nuevos electores jóvenes abre la esperanza a la victoria del sí a la UE

El primer ministro británico, David Cameron, a la salida de Downing Street. REUTERS
El primer ministro británico, David Cameron, a la salida de Downing Street. REUTERSREUTERS

La pasada medianoche concluyó el plazo para registrarse en el censo electoral que permitirá a millones de británicos dirimir con su voto el próximo 23 de junio el mayor drama político vivido por la UE en sus 59 años de historia: seguir (remain) en el club al que se unieron en 1973 o abandonarlo (leave) y abrir una crisis sin precedentes en una Unión que no ha parado de crecer.

La avalancha de nuevos electores registrados en los últimos días (más de medio millón en una sola jornada) y su edad (mayoritariamente jóvenes) alienta las esperanzas de los partidarios de que el Reino Unido siga en la UE. Pero los sondeos registran un creciente aumento del voto favorable al brexit (salida) lo que obliga a Bruselas y Londres a estudiar un plan B ante la posibilidad de que ese dramático escenario se confirme. Sobre la mesa, hasta ahora, cinco alternativas. Y ninguna viable del todo.

El Reino Unido podría salir de la UE y regresar a la EFTA, la asociación de libre comercio que Londres impulsó en 1960 para frenar a la recién nacida Comunidad Económica Europea y que hoy languidece con Noruega, Suiza, Islandia y Liechtenstein como únicos miembros. Esos países, salvo Suiza, están ligados a la actual UE a través de un acuerdo (Área Económica Europea) que les permite beneficiarse de la libre circulación de personas, bienes, servicios y capital, pero a cambio se comprometen a aplicar la legislación comunitaria tal y como salga de Bruselas (salvo en circunstancias muy excepcionales) y a aportar millones de euros al presupuesto comunitario. “La mayoría de los institutos económicos serios concluyen que esta opción sería la menos dañina para la economía británica y la única que no sería desastrosa para la City londinense”, señaló ayer Charles Grant, del Centre for European Reform. La City podría seguir siendo el mayor centro financiero de la UE y de la zona euro. Pero Grant reconoce que los votantes del Brexit se sentirían engañados porque seguirían sometidos a Bruselas en materias como la inmigración. El Gobierno que lo aceptase estaría condenado al fracaso.

La segunda posibilidad apunta a un acuerdo comercial y aduanero específico, como los que la UE ha firmado con Suiza (libre circulación casi completa) o Turquía (libre circulación de bienes). El modelo suizo plantea los mismos problemas políticos que el noruego porque ata demasiado a Londres a la UE. El antiguo jurista del Consejo europeo, Jean-Claude Piris, también duda de que Bruselas aceptase una solución a la suiza “porque hace tiempo que está descontenta con esa fórmula”, según un informe recogido ayer por el Instituto Elcano. El modelo turco tampoco parece viable, porque quedarían excluidos los servicios financieros y la City podría hundirse o sufrir tremendos daños con la pérdida de uno de sus principales mercados.

Groenlandia dejó de formar parte de la UE en 1985, después de que esa región autónoma de Dinamarca decidiese en referéndum salir de la UE. Las negociaciones para la salida tardaron dos años y se plasmaron en un acuerdo de solo siete páginas con un “traje a la medida” para que la mayor isla del mundo siguiese vinculada al club europeo. La fórmula parece tentadora para Reino Unido, pero muchísimo más difícil de llevar a cabo. Londres y Bruselas deberían negociar un acuerdo comercial sobre aranceles y establecer los estándares que Reino Unido tendría que cumplir para que sus productos entren en el mercado europeo. Ahora la normativa está armonizada. Pero tras el brexit, las divergencias aparecerán una vez que Bruselas y Londres adopten sus propias normas financieras, laborales o medioambientales.

Sin un acuerdo bilateral de por medio, Londres podría canalizar su relación con la UE a través de la Organización Mundial de Comercio, aunque algunos analistas incluso ponen en duda que la continuidad del Reino Unido en esa organización fuera automática tras el brexit. En todo caso, CPB, el servicio de estudios de Holanda (uno de los países potencialmente más afectados por el Brexit) calcula que los costes de las exportaciones de Reino Unido a la UE se encarecerían un 3% por los nuevos aranceles y un 13% por barreras regulatorias.

Es la última solución en boga en Londres a la vista del aumento en los sondeos de la opción de Leave. Consistiría en que el nuevo Gobierno (asumiendo la caída inmediata de David Cameron) no solicitase de manera inmediata la salida de la UE para no poner en marcha la cuenta atrás de los dos años de negociación oficial y negociar mientras tanto de tapadillo una salida formal que apenas cambiase nada. Fuentes comunitarias descartan esta fórmula de flexibilidad (flexit) y aseguran que si se impone el brexit, la cumbre europea (27 y 28 de junio) empezará a preparar la salida cuatro días después del referéndum.

El daño político a la UE ya está hecho

A solo dos semanas del referéndum sobre el brexit, las instituciones europeas siguen resistiéndose a involucrarse en la campaña para convencer a los británicos de que marquen en la papeleta la opción de remain (quedarse en la UE). “Nuestra opinión hará más daño que bien, porque los británicos llevan años escuchando cosas terribles y falsas sobre nosotros”, justifica esa pasividad un alto cargo de la Comisión Europea.

El silencio también se debe al deseo de Bruselas de obligar al primer ministro británico, David Cameron, a fajarse en solitario para salir del atolladero en el que se ha metido él mismo (incluyó la promesa del referéndum en su última campaña electoral para deshacerse de sus aliados liberales y derrotar a los laboristas). Europa observa con cierto regocijo cómo Cameron, furibundo euroescéptico hasta hace poco, canta ahora las excelencias de la UE ante su electorado.

El tercer motivo y probablemente el más grave es que la UE considera que, sea cual sea el resultado del referéndum, el daño político al club ya es inevitable y es mejor concentrarse en evitar el contagio a otros países sin perder recursos en la campaña británica. Bruselas da por seguro que si vencen los partidarios del remain la batalla continuará, sobre todo si el margen es muy estrecho. Y en ese caso, la inquietud de los organismos comunitarios no es la opinión publica británica, sino la francesa, holandesa y alemana.

Más información

Archivado En

_
_