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La última bala de los bancos centrales

Hace unos meses en una reunión de estrategia del equipo de gestión, planteábamos la trampa en la que se habían sumergido los bancos centrales después de los agresivos programas de Quantitative Easing para revitalizar el crecimiento económico, el empleo y la inflación.

Es ya una opinión de consenso que los bancos centrales no saben cómo salir de la espiral de inyección de liquidez, ya que ni se ha incrementado la inflación, ni el crecimiento está por encima de su potencial. Si no hay crecimiento, es casi imposible que repunte la inflación, y es muy difícil que se reduzcan los niveles de endeudamiento de los estados.

En esa reunión de estrategia, planteé que no había que infravalorar el poder de los bancos centrales, los cuales tienen dinero infinito para evitar un colapso de cualquier país, aunque fuese a costa de depreciar su moneda y cree desequilibrios relevantes en la economía local y en la del resto del mundo.

Japón nos lleva más de una década en la gestión de la recesión crónica y la deflación. El Banco Central de Japón tiene más del 70% de la deuda soberana de Japón y se embarcó hace ya algunos años en una política monetaria hiper expansiva en la que no dudaron incluso en comprar renta variable.

Sin embargo, Japón no ha conseguido los objetivos de incremento de la actividad económica, incremento del consumo y repunte de la inflación que se plantearon, más bien, están en el mismo punto en el que estaban hace 5 años, con los mismos problemas y una moneda más depreciada que incluso se está apreciando en los últimos meses, dando a entender que el mercado ya no cree en el QE de la economía japonesa.

El caso de Europa es similar, con un BCE incrementando semestralmente las medidas monetarias a adoptar. Pero, como he comentado antes, la capacidad para imprimir billetes de los bancos centrales es infinita y creo que estamos a pocos meses de que se utilice la última bala de los bancos centrales: cancelar la deuda de los estados que tienen en sus balances.

La mayoría de los países desarrollados tienen un nivel de deuda insostenible que les frena a la hora de poder utilizar una política fiscal expansiva. La política monetaria ha llegado hasta casi el final de su andadura expansiva, pero la política fiscal expansiva sigue sin poder utilizarse porque los excesos del pasado de los gobiernos han dejado las cuentas públicas al borde del colapso e impago en muchos casos.

Si los bancos centrales siguen comprando la deuda de sus estados y la cancelan, conseguirán reducir el ratio de Deuda sobre PIB que llega, como en Japón, a estar por encima del 200%. Japón no está como Grecia porque tiene moneda propia, pero muchos países desarrollados tienen niveles de endeudamiento por encima del 100% que es, a todas luces, excesivo y que genera un riesgo para su propia economía.

Para rebajar el ratio de deuda sobre PIB, solo se pueden hacer dos cosas: incrementar el PIB, que a día de hoy no han sido capaces de hacerlo de manera significativa las políticas monetarias, o reducir la deuda. La deuda solo puede reducirse recortando el gasto público o impagando parcialmente la deuda.

Reducir el nivel de endeudamiento de los estados se antoja la última bala para que las políticas fiscales sean más laxas, se puedan reducir impuestos e incrementar las inversiones de los estados o el gasto público.

¿Repercusiones? En principio... ni idea. La teoría económica nos dice que se devaluaría la moneda o monedas que se embarcaran en este tipo de medida, habría un riesgo muy significativo de que la deflación actual se convirtiera en hiper inflación... de hecho, imprimir billetes sin freno es lo que han estado haciendo países como Argentina, Venezuela... sin un resultado satisfactorio en cuanto al bienestar de su población. Pero, sea cual sea el efecto final, es la última bala de los bancos centrales.

Javier Galán, Gestor de Renta Variable Europea de Renta 4 Gestora

@JGalanR4

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