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'El País' Retina

El usuario es el centro de la revolución digital

Director de Retina durante la primera jornada del evento.
Director de Retina durante la primera jornada del evento. EL PAÍS (EL PAÍS)

Educación. Salud. Cultura. Política. Economía. Nada será lo mismo tras la transformación digital. Nada lo es ya. Políticos, empresarios, emprendedores, educadores, pensadores, gurús... Todos están obligados a repensar la sociedad, los mercados que la alimentan y las instituciones que las rigen con un cambio de paradigma que marca el pulso del siglo XXI: la transformación digital. Y todos están de acuerdo en que el gran cambio es que, ahora, el centro de ese universo ya no son las empresas e instituciones sino el ciudadano, o mejor, el espectador, el lector, el cliente de banca o energía, el espectador, el alumno. 

Retina —el foro iberoamericano y tecnológico de El País, patrocinado por Iberdrola, Santander y Telefónica, que se celebra en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid el 10 y 11 de mayo— ha arrancado hoy con más de 40 líderes de esta transformación que ayudarán a descifrarla y que podrán aprovechar el cruce de sus reflexiones como oportunidad de negocio. Nativos digitales como Twitter o Google; empresas en pleno proceso de cambio, como Sanitas, Amadeus o Siemens, y startups de nuevo cuño son las protagonistas. David Alandete, director adjunto de EL PAÍS, lo resumió en la bienvenida al evento en una frase: "La transformación digital no es un problema, es una gran oportunidad".

"La mayor revolución es conocer al cliente. El big data nos permite conocer una inmensa cantidad de información sobre él. Y conociéndola, le podemos hacer la mejor oferta". Esta cita de Adolfo Ramírez, director general adjunto del Banco Santander, resume el golpe de timón en las finanzas. El centro es el cliente. Y no un cliente individual, etéreo, imaginario. El centro es un cliente con cientos de miles, millones, de nombres y apellidos. A través del big data, la banca quiere adaptarse a las necesidades concretas de cada cliente, como se manifestó en la mesa dedicada a la transformación de banca y finanzas en Retina. "La tecnología singulariza las necesidades del cliente y facilita satisfacerlas. La tecnología es humanizable y debe ofrecer la experiencia más grata posible", explica Fernando Cabello-Astolfi, fundador y CEO de la startup Aplázame.

Banca y startups ven de manera distinta su relación con los datos. Los primeros tienen un enorme vivero que explotar, tanto de información pasada como presente. Los segundos, se definen como data driven, con los datos como único norte en la brújula. "Hacemos cosas tan poco intuitivas para un banco como conceder un crédito sin saber si nos van a pagar. Al arrancar, sin ningún control de riesgo. Y lo hacemos así porque necesitamos ver qué ocurre con nuestro negocio y luego evaluarlo, una vez hemos generado datos", explica Cabello Astolfi. Ligada a esta recopilación de datos está la cantidad de esa información que se deja ver a los clientes para su propio provecho. Antonio Rami, fundador y COO (director de operaciones) de Kantox, aboga porque no haya límites: "Se trata de hacer transparente mucha información a la que el cliente no tenía acceso hasta ahora".

Blockchain, la tecnología que hace posible el bitcoin supuestamente inventado por Craig Wright, ha sido otro de los puntos calientes del debate. Cabello Astolfi se arriesgó a afirmar que es una tecnología con el potencial no solo de transformar el sector financiero, sino también de cambiar la política para siempre: "Con el blockchain podemos erradicar la corrupción para siempre, porque se puede saber exactamente a quién pertenece tal cantidad monetaria. Pero voy más lejos. Con una tecnología así se podría sustituir a los gobiernos por un programa de software. Y no es un futuro de ciencia ficción, sino una decisión de rumbo del porvenir que queremos para nuestros hijos". Sobre si esto significa en el corto o medio plazo un fin del dinero en metálico, hay gran divergencia de opiniones. "Seguro que va a aumentar la divisa virtual. Pero creo que queda tiempo para ver el fin del efectivo y que dependerá de la cultura de cada país", añade este experto. En Dinamarca, por ejemplo, está en plena marcha. 

Adolfo Ramírez apunta, por su parte, que los bancos son los primeros que deben aprender la revolución de su sector: "Asumimos con humildad que hay un cambio del modelo. Nuestra competencia ya no es la misma. Aquí estoy sentado con nuevos actores, que a veces son aliados y a veces competencia directa". Esta relación cambiante, que a veces obliga a la cooperación, es asumida por las startups: "Es verdad que les metemos caña a los bancos. A ellos los rescataron, a la gente no. Creo que el mejor de los escenarios sería uno de simbiosis", asevera Cabello-Astolfi.

Un 3% frente a un 97%. Es la cifra que marca el desajuste de la balanza en el gasto sanitario global. Un desequilibrio que marca la agenda, para los ponentes de Retina en la mesa dedicada a la innovación de la salud, en materia sanitaria. Al rescate, el big data, la capacidad de acumular enormes volúmenes de información. Pero con una mente tras ella capaz de trazar el análisis que permita un cambio de paradigma: “La mejor innovación es nuestro cerebro. La clave es ser capaces de usar y combinar las buenísimas bases de datos que tenemos para mejorar la prevención. Porque la salud no está en los hospitales. En los hospitales nos curamos, pero lo que queremos es no enfermar”, asevera María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente, Organización Mundial de la Salud.

Las wearables, la obsesión de medirse la salud en cada instante, pueden ser para Neira árboles que impiden ver el bosque. “Entretienen, y son importantes pues por ejemplo para que una sociedad como la china proteste por la contaminación del aire que sufren, al registrarlo ellos directamente. Pero el propósito no debe ser la tecnología o el gadget, sino qué queremos hacer con ella”. Iñaki Ereño, CEO de Sanitas, sí ve en estos pacientes conectados un beneficio directo: “Es que nos olvidamos que la información es de los pacientes. Tener a un cliente hiperinformado es una bendición y nuestra tarea es simplemente facilitarle la vida”.

La salud del futuro se mide en términos de dentro y fuera. Dentro y fuera del cuerpo humano. “Un 25% de las muertes se producen por la mala calidad del aire. La innovación que permita energías más limpias son también tecnologías de la salud”, argumenta Neira. El dentro del cuerpo humano es el genoma, fulcro que junto al big data puede revolucionar la prevención. “Cada persona puede tener todo el genoma de su familia en un giga. Hasta hace poco, para tratar un cáncer o decirle a una madre si su feto tenía una malformación, solo se podía optar por un tratamiento invasivo. Ahora y en el futuro, la genética permitirá adelantarnos a la enfermedad”, afirma Juan Cruz Cigudosa, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y cofundador de la startup NIM Genetics.

A la hora de repartir la responsabilidad de asumir todos estos desafíos, el debate se complica. Porque no se apunta a una entidad concreta, sino al conjunto de la sociedad, tanto en los individuos como en las instituciones. “Llevar hábitos más saludables también es una responsabilidad. Igual que vigilar la calidad del aire. O conocer cuáles son las malas posiciones que adoptamos al sentarnos en el trabajo. Volvemos a la toma de datos y a su interpretación para que sean útiles”, apunta Neira. Las etapas del camino están pendientes de concreción, pero el objetivo final es claro: “Innovación en salud quiere decir salvar vidas”, resume Cigudosa.

No hay que buscar herramientas en el futuro (que llegarán). Ni ejercer tampoco de oráculos. Las claves para cumplir los acuerdos de París contra el cambio climático existen ya en el presente. Con nombres propios. “Smart grids, tecnologías renovables, coche totalmente eléctrico. Las piezas ya las tenemos”, aseveró, tajante, Luis Abril, director global de Energía, Industria y Consumo de Indra. Una reflexión compartida por los ponentes de la mesa redonda de Retina dedicada al reto de una energía sostenible.

Se fraguaron términos pegadizos para resumir brevemente el desafío. “Descarbonización de la economía” es el que usó Agustín Delgado, director de Innovación, Sostenibilidad y Calidad de Iberdrola. El acuerdo de París es un portazo a la economía basada en el petróleo y por lo tanto una obligación de reinventar el transporte. Pero, de nuevo, no se estaba hablando de una solución futurible, sino de presente palpable. “Repasemos algunos datos sobre el Tesla, el automóvil eléctrico de Elon Musk. Velocidad punta, 250 kilómetros por hora. Aceleración, de cero a 100 en cuatro segundos. Y aún más importante: autonomía de 500 kilómetros, carga del 50% de la batería en 20-30 minutos”. La tecnología, en efecto, ya está aquí.

¿Pero están preparadas las infraestructuras? Abril, directivo de Iberdrola, cree que sí. Se atreve incluso a ponerle un número redondo al parque de vehículos completamente eléctricos que podría asumir España hoy. “Un millón. Con un coste razonable, estamos perfectamente preparados para asumir una gran cantidad de esos coches, porque allí donde hay un enchufe puede cargarse un automóvil eléctrico. Y en España hay 40 millones”, afirma Abril.

El problema, y se está viendo como tónica en este primer día de Retina, es que esta disposición de la industria depende también de un cambio de actitud del cliente. De pasivo a activo. Un usuario que no solo demanda la información sino que la usa para su propio beneficio. El Internet de las cosas (IoT), el big data o el coche eléctrico habilitan una “economía descarbonizada”. Pero el consumo inteligente del usuario fija la norma. “Desde que nos levantamos por la mañana, tiramos mucha energía por no tener los hábitos adecuados”, explica Miguel Sánchez, CEO de la startup Greenmomit, startup del IoT que vende un termostato inteligente. “Esto pasaba porque el usuario no tenía un control general sobre su consumo. Ahora vamos a pasar de medirles a darles el control. Les vamos a dar las herramientas para adecuar su gasto energético para vivir con el confort que quiere. Pero ni un watio más”. En esta inteligencia en consumir se jugará una de las grandes inversiones del futuro en innovación: "Billones de euros (de los europeos) de aquí a 2030”, afirmó Abril. 

No vale con una, sino que se necesitan todas. Llámese redes sociales, branded content, televisión a la carta, contenido propio. Ninguna por sí misma es la salvación. Pero todas, junto a la actitud y propósito, configuran la apuesta de futuro de los medios de comunicación. “Lograr que el periodismo de calidad sea sostenible a largo plazo”, ha sido el resumen de Noelia Fernández, directora general de Desarrollo de Negocio y Transformación Digital en PRISA.

Los medios tecnológicos se convierten, pues, en fines con un único denominador común: el usuario y lo que pide. “Es el cambio de modelo entre la televisión en abierto y la televisión, como yo la llamo, premium. En la primera te debías a tus anunciantes a los que les ofrecías grandes audiencias. En la nueva televisión te debes al telespectador, tanto a los de grandes números como a los de nicho”, explicó Alex Martínez Roig, director de contenidos de Movistar+. Para ganar esta batalla, los datos juegan de nuevo un papel fundamental: “Son nuestro pilar número uno. Nos informan de una manera muy precisa sobre las audiencias”, apuntó Fernández.

Pero la solución para los medios pasa también por la actitud. Así lo cree al menos Madhav Chinnappa, que cambió el periodismo en la BBC por el puesto de jefe de Relaciones Estratégicas, Noticias y Editores de Google. “Algo que me chocó y para bien de trabajar en una tecnológica es cómo se abraza el fracaso. En los medios de comunicación nos paraliza el miedo a equivocarnos, hasta el punto de asumir menos riesgos. Sin embargo, necesitamos arriesgar. De hecho, el post mórtem que se hace en Google de cada fracaso no es para buscar culpables, sino para que descubrir qué ha ocurrido y aprender de ello”.

“Un cambio de paradigma”. Es una frase con ecos en Retina. No una mera renovación, sino una sacudida a tradiciones que pueden llevar siglos en marcha. A eso se enfrenta también la educación, a un cuestionamiento de cómo se hacen las cosas en las aulas y fuera de ellas, a cuál es el verdadero papel del profesor y qué canales son los ideales para transmitir el conocimiento. “No es solo un gap generacional entre profesores y alumnos, que existe y hay que aceptar. Es un cambio total de cómo se enseña”, afirma Miguel Barrero, director general de I+D+I de Santillana.

Lo primero que se reformula es el papel del profesor. El interés no es ya tener a un renacentista contemporáneo, un pozo de sabiduría que pueda competir con Google o Wikipedia en amplitud y variedad de conocimientos. El pensamiento crítico y la capacidad de aprender de quien le escucha son también claves. “Nosotros lo imaginamos como un facilitador. Alguien que sabe sacar partido a los múltiples puntos de vista que confluyen en la clase y que pueden saber más o disponer de más información en un tema concreto que el propio profesor”, explica Martin Bohen, decano de programas del IE Business School.

“Se ha comprobado con estudios que el aburrimiento es uno de los grandes motivos para fracasar en la educación. Así que hay que encontrar la manera de estimular. Y creo que en este sentido el vídeo va a ser el formato rey para enchufar a los alumnos”, asevera Barrero. El entretenimiento activo también tiene su lugar en el aula. “Tenemos mucho que aprender de los videojuegos, de la gamificación [aplicar este medio a otros campos que el entretenimiento]. Generan una competitividad y diversión que estimulan al alumno”, asegura Bohen.

La dirección apunta a aprender haciendo, a asumir un papel activo en el aula, sea esta el monitor del ordenador o el clásico espacio académico. “Simplemente llamándolo proyecto en vez de deberes cambia completamente el abandono de los alumnos. La diferencia es que el alumno pone a prueba a sus habilidades y tiene algo concreto, más allá de un diploma, que refleja su aprendizaje. Nosotros así conseguimos una tasa de finalización de estudios de un 60-70%”, explica Freddy Vega, cofundador y CEO de Platzi, startup que imparte cursos online a más de 250.000 alumnos de todo el mundo.

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