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Día Mundial del Agua | Química

¿A qué sabe el agua del grifo?

El carácter geológico del lugar de procedencia y el tratamiento determinan la composición del líquido.

Getty Images
Sergio C. Fanjul

Cada ciudad, cada pueblo, tiene sus monumentos, sus dulces típicos, sus fiestas patronales… y su agua del grifo. El líquido elemento que sale de las cañerías (y que de forma más técnica se llama agua apta para consumo humano o, simplemente, agua potable) es diferente en cada lugar.

Porque lo que llamamos agua no es solo un conjunto impoluto de moléculas de H2O, sino que lleva disueltas muchas otras sustancias: su composición química depende de factores como su procedencia o tratamiento, y de ella dependen características como el sabor o el olor (las propiedades organolépticas). Por eso esta agua no es, como suele decirse, inodora e insípida.

“En la composición del agua de consumo es fundamental el carácter geológico del lugar de donde procede, por ejemplo, si son aguas subterráneas o superficiales”, dice Fernando Morcillo, presidente de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS).

“El agua es uno de los mejores disolventes que conocemos, está siempre deseando disolver cosas”, explica el experto, así que, en el caso de las subterráneas, no es lo mismo que provengan de un medio calizo o yesífero, que disuelve en el agua sulfatos y carbonatos (produciendo un “agua gorda”, más pesada y que puede tener cierto sabor), que la procedencia de medios de granito o gneis, que disuelven pocas sales en el agua.

Un gusto o un olor de ciertas aguas pueden no ser gratas, pero no quiere decir que no sean potables

Estos son los medios de los que suelen proceder las aguas de montaña, que suelen tener mejores propiedades organolépticas. El agua para el consumo humano es en España en un 69% superficial (de ríos, embalses, lagos, etc.), en un 30% subterránea (pozos, manantiales o galerías de filtración) y en un 1% marítima, según un estudio de 2011 del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI).

Además, el agua también puede contener ácidos y sales de carácter biológico, producto de la materia orgánica de los suelos. A veces, estos compuestos le pueden dar a ciertas aguas cierto sabor a barro.

Cloro y sales

El agua del grifo también contiene cloro, que se utiliza para potabilizarla, eliminando los microorganismos patógenos. El término “dureza” del agua se refiere al alto nivel de minerales, especialmente sales de magnesio y calcio, y suele verse escrito en los envases de los detergentes. “Es porque a las aguas duras les cuesta más generar espuma, y los detergentes, que son tensoactivos, funcionan de ese modo”, afirma Eloy García Calvo, director del instituto de investigación Imdea Agua. Es importante, pues, ajustar la cantidad de detergente utilizado a la dureza del agua de nuestra zona.

“Podemos rechazar ciertas aguas del grifo por un sabor u olor levemente desagradables, pero esto no quiere decir que no sean potables. En España podría decirse que prácticamente todos los grifos dan agua potable y, si no la dan, hay que indicarlo con un cartel bien visible”, dice García Calvo. En concreto, el 99,3% del agua de grifo en España es potable, según datos del MSSSI de 2013.

“Las empresas de distribución están obligadas a hacer controles exhaustivos y frecuentes, algunas sustancias se controlan a diario”, aclara el investigador. La legislación española a este respecto es rigurosa y se basa en directivas europeas.

Según los expertos, el agua del grifo no tiene nada que envidiar a las aguas embotelladas (además, elude el problema de generar residuos como los envases). Pero la producción de este producto llega a los 5.331 millones de litros embotellados al año en España, según la Asociación Europea de Aguas Embotelladas (EFBW, en sus siglas inglesas), con un crecimiento del 2,5%, según la consultora Nielsen. Seis empresas multinacionales copan este mercado en el que la población española se gasta 1.000 millones al año.

Potabilización

El agua de consumo se somete a tratamientos de potabilización y los parámetros que se controlan son los microbiológicos (que pueden afectar a la salud a corto plazo), los químicos (contaminación producida por la actividad humana), los indicadores (que dan idea de la eficacia del tratamiento y su control) y la radiactividad (natural, debida a las características del terreno y más frecuente en aguas subterráneas).

Pero no es infrecuente en el mundo la transmisión de enfermedades por vía hídrica, informa el ministerio, en España la incidencia es escasa. Para conocer la calidad de su zona puede usted consultar al organismo Sistema de Información Nacional de Aguas de Consumo (SINAC).

Hay otras formas de obtener agua potable, por ejemplo, las desalinizadoras, que hacen apta el agua del mar. “Son aliadas perfectas, porque hoy en día existe la tecnología suficiente para convertir cualquier tipo de agua en apta para el consumo”, dice García Eloy.

En España está prohibido, pero en algunos países, como Singapur, llegan a tratar aguas residuales, como las del alcantarillado. “Puede que esta idea aquí pueda generarnos repulsión”, dice el investigador, “pero con la tecnología disponible se puede conseguir el mismo nivel de calidad”.

Cómo sube al piso octavo

Muchas veces no somos conscientes de los prodigios cotidianos a los que asistimos: uno abre el grifo y el agua ha subido ocho pisos por las cañerías y sale a presión. ¿Cómo se consigue? La forma más sencilla es aprovechar la energía potencial gravitatoria que se enseña en la física escolar. “Se consigue poniendo los depósitos de agua en cotas altas, por encima del nivel de los edificios”, dice Fernando Morcillo.

Es decir, en montes cercanos, barrios más altos en la propia ciudad o, simplemente, colocando un depósito elevado sobre columnas. En teoría, el agua podría volver a alcanzar, después de distribuida, la misma altura de la que parte. En territorios sin elevaciones hay otra solución: el bombeo, que plantea problemas.

“El consumo de energía en bombeo de agua es importante. Hay un concepto que está de moda en estos tiempos, es el binomio agua-energía”, dice Eloy García Calvo. “No hay agua sin energía y, de alguna manera, no hay energía sin agua”, concluye.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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