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El Foco
Tribuna
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Un nuevo modelo de consumo y consumidor

Las predicciones económicas suelen fallar con bastante frecuencia. Ken Arrow, premio nobel, sirvió como oficial en el Ejército realizando previsiones sobre la meteorología con meses de antelación. Pidió el relevo porque al revisarlas, llegó a la conclusión de que no eran más precisas que lanzar los dados al azar. Sus superiores le respondieron: el general comandante es consciente de que las previsiones no sirven, sin embargo, las necesita para poder planificar.

La demografía quizás sea la mejor ayuda a la planificación, desde luego que es una clave para entender los cambios sociales y, por tanto, los económicos y desde ese punto de vista es necesario ser consciente de que entre el año 2015 y el año 2030 la población española caerá en un millón de personas y la población en edad de trabajar, entre 16 y 64 años, se reducirá en más de un millón y medio de personas debido al inexorable proceso de envejecimiento demográfico, que a su vez es consecuencia de la mayor esperanza de vida y del descenso de la tasa de natalidad.

Este fenómeno demográfico adverso empieza ya a dejar sus huellas, livianas por ahora, pero con una clara tendencia a ser más profundas a medida que transcurre el tiempo. Su mayor impacto económico se producirá en la demanda interna, en especial en el consumo, un elemento sustancial en la evolución de un país y esencial en la recuperación económica de España.

La demografía quizás sea la mejor ayuda a la planificación y es clave para entender los cambios sociales

Respecto del consumo, la teoría del ciclo vital sostiene que está por encima de los ingresos en las etapas iniciales de la vida, se sustituye por el ahorro en la madurez y se hace efectivo después de la jubilación, cuando ya no se ahorra. Es decir, en las etapas iniciales y finales de la vida se consume más de lo que se produce y en las etapas intermedias ocurre lo contrario, se produce más de lo que se consume. Eso dice la teoría, pero en España esto no se confirma.

En sentido contrario, la regla en nuestro país es que a mayor envejecimiento, menor consumo. Según datos del INE elaborados por Izquierdo y Recio y publicados por el ICE, los hogares que más ahorran en nuestro país, un 10,7% sobre los ingresos, son aquellos cuyo cabeza de familia tiene más de 64 años, mientras que las personas comprendidas entre los 30 y los 44 años registran una tasa media de ahorro por hogar del 2,9% y la cohorte de 45 a 64 años tan solo del 0,6%. Es decir, son los mayores de 64 años los que menos propensión al consumo muestran tanto medido en términos relativos como en absolutos.

El porcentaje de quienes no trabajan ha aumentado sin interrupción desde la década de los años cincuenta

Por tanto, el envejecimiento de la población en España va a producir una contracción del consumo y también del crecimiento de la economía, pero desde una perspectiva macroeconómica, el incremento del ahorro de los mayores está sirviendo para compensar la deuda acumulada de los hogares más jóvenes.

Es una evolución a contracorriente del ciclo vital, por cuanto que los mayores de la familia transfieren rentas a los más jóvenes, sobre todo cuando las rentas de estos últimos caen, como ocurre en los casos de desempleo. Cabe añadir al respecto que ese descenso de las rentas se ha producido en la mayoría de los países occidentales y se ha compensado con un alto endeudamiento vía crédito. De hecho, en España la deuda de los ciudadanos, las empresas no financieras y el Estado es equivalente a dos veces y media el PIB de un año, es decir, un 246%.

Es decir, dado que los salarios han resultado insuficientes para mantener un constante incremento del consumo, se ha recurrido al crédito. Esos salarios bajos en relación al consumo necesario para hacer crecer las economías han sido la base de las mejoras de la productividad y de la competitividad, pero han generado un alto nivel de deuda en las principales economías mundiales. A día de hoy, en su conjunto, las avanzadas no han logrado reducir aún su carga de deuda, un 175% de su PIB, pero en las emergentes su desapalancamiento ni siquiera ha comenzado y ya está en el 180% del PIB.

Otro motivo de nuestro ciclo vital peculiar es la aversión al riesgo, que unido a las dudas sobre las necesidades de gasto que puedan surgir tras la jubilación, sobre todo en ámbitos como la salud, lleva también a ahorrar, por si acaso, en activos que se puedan hacer líquidos con facilidad.

Dado que esa cohorte, mayores de 64 años, tiene y tendrá que vender activos para satisfacer sus necesidades de consumo y es un hecho que la población que envejece superará en número al resto de personas dispuestas a comprar, la conclusión sobre los precios parece obvia. Si a esto se suma el hecho de que el alto desempleo juvenil y el de larga duración, como el actual y el proyectado, deterioran las perspectivas de crecimiento económico futuro e incrementan la desigualdad social, los efectos sobre el consumo también son muy evidentes.

De hecho, si se analizan los datos sobre los trabajadores entre los 25 y los 54 años, el grupo considerado como la columna vertebral de la fuerza de trabajo, el porcentaje de quienes no trabajan ha aumentado sin interrupción desde la década de los años cincuenta y se prevé que siga creciendo en los próximos años. De confirmarse los pronósticos (la cautela es muy recomendable), una cuarta parte de la población de mediana edad estará fuera del mercado de trabajo en algún momento de su vida.

Esto presenta como ventaja que esa parte de la población podrá realizar actividades necesarias diferentes a las actuales, no en vano hay un consenso generalizado en que remediar las deficiencias en las infraestructuras de las economías occidentales o progresar en las de las economías emergentes sería muy productivo, y por el contrario, el gran inconveniente es el enorme riesgo que se corre si se deja fuera de la vida económica a una parte importante de la población y se genera una mayor fractura social.Por tanto, para la actividad privada se dan todas las circunstancias favorables para incentivar el consumo y facilitar la transformación del ahorro en crédito como forma de impulsar el comercio interno y externo. Por su parte, a los gestores de la cosa pública se les plantea un desafío de grandes proporciones, porque van a tener que resolver un sustantivo problema de demanda que ya resulta visible en el horizonte.

Carlos Balado es Subdirector General de banco popular. Director del Área de Comunicación, Marca y Relaciones Corporativas

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