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Son evitables en el 56,6% de los casos

Infecciones hospitalarias, la asignatura pendiente

Las muertes por patologías adquiridas en los centros triplican las de los accidentes de tráfico Las clínicas trabajan en reforzar los protocolos de prevención

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Manuel G. Pascual

En 2014 murieron en España 1.131 personas en accidentes de tráfico. Se trata de una cifra dramática, pero que se queda corta si la comparamos con las infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria (IRAS). Se calcula que todos los años mueren en torno a 3.200 personas por culpa de virus que no tenían antes de ingresar en el hospital. Según el Libro blanco de la higiene hospitalaria, presentado la semana pasada, el 56,6% de estas infecciones serían evitables si se endurecieran los procedimientos de limpieza e higiene en los centros médicos. El documento, elaborado por la consultora especializada Antares Consulting en colaboración con Clece, cifra en unos 800 millones de euros anuales el coste que acarrean las infecciones nosocomiales (así se llaman las adquiridas en los centros médicos) al sistema nacional de salud.

Más datos: el último informe Epine (Estudio sobre la prevalencia de las infecciones nosocomiales en España), publicado en septiembre y elaborado por la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene a partir de los historiales de casi 60.000 pacientes, destaca que en torno al 5,6% de quienes son hospitalizados contraen una patología distinta a la que les llevó al centro médico. Se trata de una incidencia preocupante, ya que estas infecciones multiplican por entre cinco y diez el riesgo de muerte, aunque en consonancia con los países de nuestro entorno: en los desarrollados afectan a entre el 5% y el 15% de los pacientes, mientras que en los que tienen menos recursos la tasa llega al 25%.

Algunas cifras

3.200 muertes anuales en España es la consecuencia estimada de las infecciones adquiridas por los pacientes en los hospitales.

5,6% de los pacientes adquieren una infección nosocomial, lo que alarga la estancia en el centro una media de 12 días.

800 millones de euros le cuesta al sistema estas infecciones, según la consultora Antares. Otros estudios acercan la cifra a los 1.000 millones.

Tanto las autoridades como los propios hospitales son perfectamente conscientes de esta problemática. En España no existe un censo de casos de IRAS: los datos que se manejan se obtienen extrapolándolos de países de nuestro entorno, como Reino Unido, donde los hospitales sí están obligados por ley a declarar las infecciones que registran. Las comunidades autónomas, titulares de la competencia sanitaria, toman las medidas que creen oportunas. En el caso de Cataluña, por ejemplo, la Generalitat procesa los datos de los hospitales y se los devuelve analizados, comparados con los de los hospitales vecinos y con los del resto de los catalanes.

Cómo medir el problema

“No penalizamos los malos registros, ya que creemos que de ese modo induciríamos a falsear datos. Lo que hacemos es pactar con los centros procesos a seguir”, subrayó Enrique Limón, responsable del programa VinCat del Servicio Catalán de Salud, durante unas jornadas sobre modelos de prevención organizadas en Madrid por la Sociedad Española de Directivos de la Salud (Sedisa). Alberto Pardo, subdirector general de calidad asistencial de la Comunidad de Madrid, coincide en ese punto de vista. “Multar a los hospitales equivaldría a incentivar el aderezo de los datos”.

Para Ángel Asensio, responsable de medicina preventiva del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, para luchar contra las infecciones nosocomiales habría que empezar por cambiar la manera en la que se mide el problema. “Tradicionalmente se ha abordado la cuestión fijándose en la incidencia. Habría que poner más énfasis en los indicadores de proceso”, opina. Así, el doctor Asensio considera que sería más acertado evaluar la tasa de utilización de dispositivos invasivos, como el catéter vascular o la sonda urinaria, que son “una fuente de infecciones”. “En España se abusa de la intubación comparado con Europa”, asegura.

Asimismo, puntualiza Asensio, convendría también medir la tasa de cumplimiento de los protocolos de limpieza de manos, cuya negligencia sigue siendo a día de hoy una de las principales fuentes de riesgo, y el uso de antibióticos, entre otras medidas.

Estas son las patologías que acechan en los centros médicos

Las infecciones nosocomiales (adquiridas durante una intervención médica) se conocen desde 1846, cuando el suizo Semmelweis comprobó que el lavado de manos previo a la atención al parto reducía considerablemente las muertes al dar a luz.

En España, como en el resto de países occidentales, las principales amenazas a las que se enfrenta un paciente son las heridas quirúrgicas; las neumonías, adquiridas a través de las máquinas de respiración artificial; las infecciones urinarias, relacionadas con el uso de sondas, y las bacteriemias, que suelen tener que ver con los catéteres venosos.

El principal factor de riesgo es la intubación, detrás del 35% de los casos. La bacteria más común es la escherichia coli, presente en más del 15% de las infecciones. Más de siglo y medio después del descubrimiento del doctor Semmelweis, el correcto lavado de manos sigue siendo también una asignatura pendiente.

“No conviene hablar tanto de resultados como de la reducción de la posibilidad de infección”, subraya el director de Antares Consulting, Bernardo Ubago. “No hay legislación al respecto, pero sí el consenso de las sociedades médicas sobre los procedimientos que conviene seguir. El principal elemento es el cambio cultural”. El libro blanco que ha elaborado su firma incide en que este asunto afecta a todos los departamentos de los centros. La efectividad de la eliminación de microorganismos aumenta si se combinan varios métodos de limpieza.

La concienciación sobre la existencia de las IRAS y la posibilidad real de contraerlas debería ser fundamental. Así lo aseguró Pilar Guijarro, directora general de Salud Pública de Extremadura, en las jornadas organizadas por Sedisa. “Entre los pacientes hay poco conocimiento sobre las infecciones nosocomiales. Y a nivel profesional hay presión laboral, pero poca cultura de seguridad”, destacó.

Coste social y económico

La última palabra la tienen los propios hospitales. Son los centros quienes deciden cómo atajar este problema. También los responsables de ser transparentes o no con sus cifras. El doctor Benito Almirante, jefe del servicio de enfermedades infecciosas del Hospital Universitario Vall d’Hebron, estima que tienen unos 4.000 episodios anuales de IRAS para una población total de aproximadamente 45.000 ingresos hospitalarios, más de 15.000 actividades de cirugía mayor ambulatoria, unas 200.000 visitas de urgencias y varios miles de visitas diarias de diagnóstico y tratamiento.

La clave para reducir la incidencia está, en su opinión, en “la concienciación por parte de la Administración y de los propios profesionales del enorme impacto sobre la salud de la población y, al mismo tiempo, de su coste económico”. Miguel Sánchez, jefe de medicina intensiva del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, estima que “la infección por bacteriemia alarga la estancia en 12 días de media. Si tenemos en cuenta que el coste diario en cuidados intensivos es de unos 3.000 euros, el ahorro derivado de una buena prevención puede ser enorme”. Limón, del Servicio Catalán de Salud, calcula que las buenas prácticas promovidas por su departamento puede haber contribuido a un ahorro cercano a los 9,69 millones de euros entre 2008 y 2013.

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Vías de actuación

Para Antoni Trilla, director de calidad del Hospital Clínic de Barcelona, la labor de los preventivistas se puede comparar con la de los utilleros en el fútbol: los gestores no se fijan en su trabajo, pero sin botas y pantalones cortos no se puede jugar el partido. “Concienciar al director del hospital de la importancia de los procedimientos forma parte de nuestro trabajo”.

Según la Organización Mundial de la Salud, la probabilidad de que un pasajero de avión sufra algún daño es de una entre un millón. En un centro médico, de una entre 300. “¿Cómo se entrenan los pilotos?”, se pregunta Celia García, directora de calidad y seguridad de Quirón Salud. “Se preparan para que casi todo lo que les pueda ocurrir en el aire lo hayan vivido ya en el simulador y sepan reaccionar sin tener que pensar. También revisan minuciosamente el avión antes de cada vuelo. Quizá podríamos aprender algo de ellos”.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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