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Jesús Paños preside el Colegio de Aparejadores de Madrid

“Somos aparejadores, no arquitectos ni ingenieros”

La institución arropa a sus colegiados y les ayuda a encontrar trabajo, después de haber pasado por la peor época para esta profesión.

Pablo Monge

Estuvo en la junta de gobierno del Colegio de Aparejadores de Madrid en épocas de bonanza y no quiso abandonar la institución cuando llegaron los momentos duros. El presidente del Colegio, Jesús Paños (Madrid, 1945), ha pasado la mitad de su vida entre los muros de la escuela. Tras haber formado parte de diferentes comisiones dentro del Colegio, fue tesorero desde 1981 hasta 2001. Había finalizado su mandato cuando el candidato a la presidencia tuvo un problema de salud y le propuso sustituirle. “No estaba en mis planes volver a la junta de gobierno y mucho menos como presidente, pero decidí presentarme”, explica. “Pensé que sería para un periodo de tiempo corto, pero cuando comenzó a manifestarse la crisis, en 2007, me di cuenta de que no podía abandonar el barco”. Tocaba gobernar en un momento que se terciaba complicado para todos, pero más aún para una profesión ligada al mundo de la construcción. “Al fin y al cabo, somos aparejadores”.

Los ingresos cayeron y desaparecieron los encargos de obra nueva. “Muchas empresas que habían contratado nuestro trabajo para una obra solicitaron la devolución del dinero”. Tocó apretarse el cinturón al máximo y ajustar los presupuestos. “Pero siempre intentando causar el menor perjuicio. Tuvimos que reducir la plantilla, pasando de 60 a 30 trabajadores, con jubilaciones pactadas anticipadas”. Las ayudas y becas a colegiados también se vieron afectadas. “Como el presupuesto no llegaba para hacer frente a las necesidades, decidimos hacerlo el resto de colegiados poniendo parte del dinero. Hemos llegado al límite de no poder arañar más para gastar menos”.

El presupuesto con el que contaba la escuela en 2007 era de 11 millones de euros. Para 2016 será de 5. A pesar de la situación adversa, la escuela ha intentado hacer ver a sus colegiados que la institución les arropa y ayuda. “En 2014 dimos trabajo a 400 colegiados, cuando hasta hace unos años no superábamos los 150. También hemos impulsado la creación de la Agencia de Certificación Profesional de la Construcción, para ayudar a los profesionales del sector, sean o no sean de la Escuela, a ponerse en contacto con las empresas”.

Con el periodo de crisis, los aparejadores parecen haberse dado cuenta de la versatilidad de su profesión. “Hemos sabido reaccionar y nos hemos adaptado a la tesitura. Apenas hay obra nueva, pero sí son necesarias labores de conservación de edificios, de restauración y de acondicionamiento. Sobre todo de las construcciones que son antiguas”. En el Colegio lo saben bien. El edificio data de comienzos del siglo XX y fue reformado en 2007. “El despacho estaba hecho en su mayor parte de madera, se notaba que era el despacho del presidente”.

Paños, pese a que llegaba para estar en el cargo poco tiempo, decidió meter mano en las obras de restauración y conservar así lo máximo posible por amor a la historia del edificio. Sintió especial fascinación por el suelo y la carpintería de las ventanas, ambos elementos elaborados con madera en 1906. “Me instalé para irme pronto, pero ya llevo aquí más de ocho años”. En todo este tiempo ha ido rellenando las estanterías con sus libros y las paredes con varias obras de arte. Llama la atención un cuadro con una titulación de un aparejador fechada en 1911. “Mucha gente dice que somos arquitectos o ingenieros, y no, somos aparejadores, nuestra profesión es muy antigua”.

La estancia, amplia y luminosa, cuenta con un balcón de piedra con vistas a la madrileña y céntrica calle Maestro Victoria. En su despacho, Paños pasa gran parte del día leyendo. “Pero no novelas y teatro, como me gustaría, sino documentos y papeles. Soy un lector empedernido y nunca había leído tanto como ahora”. Compagina su puesto en el Colegio con su otra labor. “Trabajo como tasador inmobiliario hipotecario. No se puede vivir siendo presidente de una escuela como esta”.

Pablo Monge

El aparejador que se sube a los escenarios

Jesús Paños guarda con especial cariño tres libros que podrían resumir su trayectoria como aparejador. El primero de ellos, de 1924, era de su padre, un hombre que quería dedicarse a la profesión pero al que la guerra se lo impidió. El libro sirvió, al menos, para que su hijo siguiese sus pasos.

Otro ejemplar es el Compendio de Apuntes de la Escuela Técnica de Aparejadores. “Cuando era delegado de segundo curso conseguimos que una empresa nos editase un libro con todos los apuntes a cambio de poner anuncios publicitarios. Tiene un valor sentimental que me traslada a mis tiempos de estudiante”. El tercero es un libro que reivindica el trabajo y la identidad del aparejador.

Pese a su pasión por la profesión, Paños se reivindica también como actor. “Mi profesión es el teatro. Me niego a decir que soy un actor aficionado. Eso es peyorativo. Yo soy actor de vocación”. Su compañía es la Farándula de San Ginés, “y tenemos un convenio con el Colegio que nos obliga a actuar aquí una vez al año”. De entre todas las obras, Paños escoge Un enemigo del pueblo. “Yo era el doctor Stockmann, pero tuvimos que dejar de representar la obra porque mi compañera ya era mayor para continuar sobre los escenarios”.

De vez en cuando mata el tiempo haciendo crucigramas. “Cuando veo que en la definición de la palabra pone ‘ayudante de arquitecto’ y veo que cabe ‘aparejador’, me enfado y lo dejo sin acabar”.

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