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La UE, del revés

Las cicatrices que deja el acuerdo con Grecia

La zona euro vivió ayer su enésima cumbre al borde del abismo, con el ministro de finanzas del país más poderoso defendiendo abiertamente la salida temporal de Grecia de la Unión Monetaria.

La historia muestra que las uniones monetarias sin integración política y sin mecanismos de solidaridad fiscal no suelen sobrevivir. El euro sólo ha cumplido 16 años en esas precarias condiciones y ya lleva cinco dándole vueltas a un Grexit que para muchos analistas supondría el principio del fin. Y eso pese a que de momento hay acuerdo. 

La deuda griega, según esos análisis, es sólo el síntoma de una carencia estructural de la unión monetaria, como lo es también la tasa de paro en España. El modelo actual ha impuesto una solución nacional (rescates y/o recortes) para unos problemas de origen europeo. La consecuencia es un resquebrajamiento del apoyo político a un proyecto que sólo puede sostenerse y avanzar con un gran respaldo político.

El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schaeuble
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang SchaeubleEFE

La analista alemana Ulrike Guérot cree que está gestión nacionalista de la crisis europea ha roto la igualdad política entre los ciudadanos de la Unión Monetaria. “Sin el principio básico de la igualdad política, no se puede forjar una entidad política duradera en Europa ni en la zona euro”, advierte Guérot en su reciente ensayo sobre una república europea en el siglo XXI.

La analista recuerda que Alemania ha contribuido en gran parte de a los desequilibrios incubados por la zona euro durante su primera década, con una política basada en el dumping salaria. A ello se añade el diluvio de capital de los bancos alemanes que buscó en el sur rentabilidades inimaginables en su país de origen. Tan pronto como estalló la crisis, la banca se replegó y dejó a los países del sur la factura del desastre, en forma de paro (30.0000 millones de euros al año en el caso de España), primas de riesgo insostenibles, y un trasvase de la deuda privada a las cuentas públicas.

Incluso un gobierno como el de Rajoy, bastante alienado con Berlín, considera injusto ese desenlace. “La gestión de la crisis hubiera sido distinta si los bancos alemanes hubieran dado hipotecas directamente en España y no a través de las entidades españolas ”, señalan fuentes oficiales españolas. En ese caso, la factura financiera de la crisis la hubiera tenido que asumir Berlín o se hubiera buscado una solución europea.

La realidad ha sido todo lo contrario. Países como España han asumido toda la factura y han visto pasar su deuda pública del 34% antes de la crisis a casi el 100% en la actualidad. “Alemania, mientras tanto, ha obtenido enormes beneficios con el mercado común, con el euro e incluso con la crisis, con un ahorro, por ejemplo, de 30.000 millones de euros gracias a los tipos de interés negativos en sus bonos”, señala Guérot.

El problema es que esa fórmula no cuadra y amenaza con resquebrajar el euro tan pronto como las condiciones de vida en algunos socios empiecen a ser peor que antes del cambio de moneda. El presidente del BCE, Mario Draghi, ya ha advertido que en el sur de Europa los nuevos contratos se hacen con salarios de los años 1980. Una situación que, de mantenerse, puede socavar peligrosamente la viabilidad del euro. Simplemente, “el modelo alemán no está funcionado para el resto de europa”, concluye Guérot.

La solución para garantizar la supervivencia de la unión monetaria pasaría por sistemas de mutualización de deuda y de garantías de derechos sociales, iniciativas a las que se resisten Berlín y otras capitales europeas del norte por miedo a lo que consideran laxismo fiscal del sur, incluidaFrancia, un país cuyo último presupuesto con superávit fue en 1974.

Con Grecia dentro o, sobre todo, si se queda fuera, parece inevitable que a pesar de la desconfianza Berlín acabe aceptando un modelo de transferencia fiscal que garantice que los parados españoles o los pensionistas griegos no pagan (en solitario) la irresponsabilidad de los bancos propios más la de los alemanes y franceses. “Si no actuamos rápido, la zona euro desaparecerá en 10 años”, advertía la semana pasada en El País el ministro de Economía y estrella ascendiente del socialismo francés, Emmanuel Macron.

“En 1868, en los territorios de la Confederación alemana también parecía inconcebible un sistema uniforme de seguridad social”, recuerda Guérot. “Y entonces llegó Bismarck y funcionó. Nadie puede predecir qué es concebible o lograble en Europa a largo plazo”, añade la analista alemana. Lo único que parece claro es que la situación actual es insostenible. Incluso a corto plazo.

Guindos intenta desalojar a Dijsselbloem

Si la crisis de Grecia no lo impide, el Eurogrupo (ministros de Economía de la zona euro) elegirá hoy un nuevo presidente para dos años y medio de mandato. El actual, Jeroen Dijsselbloem, aspira a repetir. Pero el español Luis de Guindos ha decidido desafiarle y presentar su candidatura con el esperado aval de Berlín. La votación obligará a los 19 socios de la zona euro a retratarse a favor del candidato holandés, considerado como representante de la ortodoxia alemana y la triple A, o de un aspirante meridional que presenta como principal mérito su procedencia de un país que estuvo al borde del rescate y ha pasado a ser la economía que más crece entre los países grandes del euro.

Si hubiera empate o no llegara a celebrarse la votación antes del 21 de julio (final del mandato del holandés) la presidencia la asumiría Luxemburgo, en su calidad de actual presidencia semestral de la UE. El ministro de Luxemburgo, Pierre Gramegna, será precisamente el encargado de presidir hoy la sesión del Eurogrupo en el momento de la votación, para garantizar una neutralidad que ha estado en duda durante las últimas semanas.

Dijsselbloem y su lugarteniente, Thomas Wieser, que preside el foro técnico del Eurogrupo, han maniobrado para ponérselo difícil a Guindos. Convocaron el puesto por sorpresa y pidieron a los candidatos un currículum y una carta de motivación, como si se tratara de reclutar a un fichaje externo y no de una mera elección entre los minstros presentes. Después, intentaron adelantar a junio la votación, para que España tuviera menos tiempo de buscar apoyos. Madrid lo evitó y logró que la votación se celebrase hoy. Por primera vez, hay dos candidatos oficiales a un puesto que hasta 2013 parecía reservado perennemente para Jean-Claude Juncker, el entonces primer ministro de Luxemburgo y ahora presidente de la Comisión. Juncker dejó el cargo como parte de la jugada de su país para hacerse con un puesto en el Comité Ejecutivo del BCE a costa de la silla ocupada por España desde la creación del euro en 1999. El gobierno de Mariano Rajoy intentó compensar la pérdida haciéndose con la presidencia del Eurogurpo, pero Berlín se cruzó y colocó en ese cargo a Dijsselbloem, que sólo llevaba un par de meses como ministro de Finanzas de su país. Lo que Berlín da, tal vez Berlín lo quite.

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