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El futuro de los sindicatos

Fusiones y códigos éticos: receta sindical para sobrevivir

Cabecera de la manifestación del 1 de mayo celebrada el pasado ejercicio en Madrid.
Cabecera de la manifestación del 1 de mayo celebrada el pasado ejercicio en Madrid. Pablo Monge
Raquel Pascual Cortés

¿Debemos valorar si nuestro discurso, nuestra práctica, nuestras estructuras organizativas son las adecuadas”; ¿No sería necesario que el sindicato asumiese en sentido amplio el gobierno de los elementos centrales de la relación capital trabajo?;¿sería necesario reformular los objetivos sindicales?;¿reforzar su autonomía?;¿debemos reequilibrar nuestras actividades, sabiendo que la actividad fundamental del sindicato es la acción sindical?

Estos son algunos de los interrogantes que se hacían Ignacio Fernández Toxo, secretario general de Comisiones Obreras (CC OO) –primer sindicato del país con el 36,76% de la representatividad–, y su secretario de Organización, Fernando Lezcano, hace ya casi cuatro años y que, a fecha de hoy, siguen plenamente vigentes. Y no solo para CC OO sino para todo el sindicalismo español actual. Durante la crisis, la percepción ciudadana de los sindicatos, como instituciones, y de los sindicalistas, como representantes de los trabajadores, se ha ido erosionando progresivamente.

Desde CC OO se han quejado de “un inusitado ataque al movimiento sindical que, aún no siendo nuevo, sí ha revestido tintes de agresividad nunca vistos”. Sin embargo, un tiempo después de esta queja, los escándalos de malversación de dinero público –el mayor es el que ha afectado a UGTen Andalucía– o la implicación de directivos de CC OO y UGT en el uso de las tarjetas black de Bankia, no han ayudado precisamente a mitigar esos ataques a los sindicatos.

Las cifras reflejan también esta erosión. A principios de 2008, en el inicio de la crisis, se elegían en España algo más de 308.000 delegados sindicales frente a los poco más de 245.000 delegados registrados por los últimos datos de elecciones sindicales de abril de 2015. Esto supone un descenso del 20% en este periodo en el que, paralelamente, se ha destruido un 15% del empleo. Así, la representatividad sindical ha caído cinco puntos más que la ocupación en la crisis.

“Si el sindicato no se reinventa, el viento de la historia se lo llevará por delante”.

Ignacio Fernández Toxo, secretario general de CC OO

Preocupación “de fondo”

Pero en el seno de CCOO y UGT su preocupación por su regeneración y, más aún, por su supervivencia, va más allá de los escándalos. Es una preocupación “mucho más de fondo”, indica un responsable sindical. E implica replantearse los pilares de su funcionamiento:desde su financiación o sus estructuras organizativas a los servicios que prestan, sin olvidar su papel institucional.

Las cúpulas sindicales son desde hace años conscientes de que sus fórmulas de financiación ponen en peligro su viabilidad. Con la crisis los recortes han llegado por una triple vía: el tajo dado a las subvenciones públicas (por su actividad sindical, por su participación en instituciones y por el reciente cambio en el sistema de formación de los trabajadores); la disminución de los ingresos por cuotas debido al paro y a la desmotivación de los trabajadores para afiliarse;y la caída a la mitad de los expedientes de regulación de empleo, por cuya negociación los sindicatos reciben una pequeña parte de las indemnizaciones.

Solo las subvenciones públicas directas –que CC OO y UGT reciben en un 80% por su representatividad– han pasado de 15,7 millones en 2011 a 8,8 millones en 2014. A esto se le añaden cerca de tres millones por su participación institucional. Pero el gran recorte en la sombra llegará por el cambio en el sistema de formación de los trabajadores, donde la merma de financiación aún no se ha cuantificado, “pero será la que más vamos a notar con muchos millones menos”, admiten fuentes sindicales.

“A veces en UGT hay una visión más política que sindical; más de correlación de fuerzas internas que de abordar los problemas reales”.

Cándido Méndez, secretario general de UGT

Ante esta perspectiva, las cuotas de los afiliados se perfilan como la principal fuente de financiación. Si son ciertas las cifras que facilitan CC OO y UGT, los ingresos por esta vía rondarían los cien millones de euros al año para cada central, por el millón de afiliados cotizantes que declaran tener cada uno, tras una pérdida de casi 200.000 afiliados cada central.

Esto, “y la pérdida de contacto con el trabajador y el afiliado”, les ha llevado a tomar las primeras decisiones de cambio: una remodelación de sus estructuras organizativas y la creación y refuerzo de códigos éticos, no solo para mejorar su imagen tras los escándalos y su cuestionamiento sino también para reorientar el servicio a los afiliados.

Este cambio de estructuras ha llevado a CC OO y a UGT a fusionar federaciones sectoriales y, consecuentemente, a adelgazar sus plantillas de asalariados. CC OO se ha quedado de momento con ocho federaciones (Agroalimentaria, Construcción, Enseñanza, Industria, Pensionistas y Jubilados, Sanidad, Servicios y Servicios a la Ciudadanía). Estas fusiones, ha tenido en ocasiones funciones “de salvamento” financiero, como fue la de la banca y la hostelería y el comercio en CCOO. Las cuentas saneadas de los primeros compensaron los números rojos de los segundos. Y estas fusiones aún no han terminado. Próximamente habrá alguna más con el objetivo de dejar cinco o seis, aseguran fuentes del sindicato.

En UGT pretenden ir aún más lejos y “están trabajando para que solo haya tres grandes federaciones”, que serían servicios públicos, servicios privados e industria. Si bien, tras varias unificaciones, aún sigue habiendo seis federaciones: Metal y Construcción; Servicios para la Movilidad y el Consumo; Servicios Públicos; Industria y Trabajadores Agrarios; Enseñanza y Federación de Servicios.

En cuanto a los cambios en el funcionamiento de las organizaciones, están dirigidos a aumentar la presencia del sindicato en la empresa y a reforzar sus controles financieros y del comportamiento de sus dirigentes. Para ello, CC OO aprobó en marzo pasado un paquete de medidas “para reforzar las mejores prácticas de gobierno y control” y un “código de conducta” para sus responsables. En su contenido se incluyen: la mejora de la cualificación de los delegados; la revisión y homogeneización del sistema de retribuciones de todo el sindicato; la implantación de “un sistema de control contable confederal” y más auditorias internas;la limitación de mandatos; la renovación de los estatutos; o la creación de un defensor del afiliado. UGT ya aprobó un código ético de estas mismas características en 2012. En él se exigía que “el sindicato y sus cuadros han de realizar un trabajo de comunicación constante con los afiliados y el resto de los trabajadores para que se conozca su trabajo”. Además, hace apenas dos semanas, UGT ultimó la creación de una Comisión Ética para controlar la aplicación de estas normas de conducta.

Otros interrogantes

Renovación generacional

Los secretarios generales de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, y de UGT, Candido Méndez, cumlplen los dos 63 años en 2015. Una edad que les sitúa al borde de la jubilación. Así lo han entendido ambos, ya que previsiblemente ninguno de los dos volverá a presentarse a la reelección. Méndez es ya el decano de los máximos líderes sociales, tras 21 años en el cargo y ya anunciado que se irá en el próximo congreso confederal de UGT que se celebrará, de forma adelantada, en el primer trimestre de 2016.

Por su parte, Ignacio Fernández Toxo, aunque los estatutos permitirían su reelección y, a diferencia de Méndez, aún no ha dicho públicamente que vaya a retirarse. Fuentes de su entorno creen que dejará paso a un sucesor en el próximo congreso de la central que debería celebrarse a principios de 2017.

¿Habrá llegado el momento de acometer una renovación generacional en las cúpulas sindicales? De momento, nadie se atreve a mover ficha, ni a posicionarse públicamente como sustituto de ninguno de estos sindicalistas, pero las maquinarias internas de ambas centrales ya trabajan en ello.

Tasas de afiliación

Una de las claves por las que pasa el futuro del sindicalismo es el grado de compromiso de los trabajadores con las centrales que los representan. “Más que nunca, ahora son necesarias campañas masivas de afiliación en los centros de trabajo”, recuerda un ex dirigente sindical de CCOO que rememora una campaña de mediados de los años ochenta, cuyo lema era “Vamos a por los dos millones (de afiliados)”, En la actualidad, con bastantes más asalariados, el primer sindicato del país apenas roza el millón de cotizantes.

Sin embargo, pese a lo que pueda parecer, las cifras de afiliación sindical en España no están tan lejanas a las de la media europea. Según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de 2013 poco más del 7% de los mayores de 18 años en España esta afiliado a un sindicato. Esto equivaldría a unos 2,8 millones de personas. Por lo que si se compara este colectivo con el número de asalariados, la tasa de afiliación subiría al entorno del 20%. Este dato coincide con el de la última Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo que se hizo en 2010. Así la afiliación sindical española sería cuatro puntos inferior a la media europea (el 24%).

Sobre la firma

Raquel Pascual Cortés
Es periodista de la sección de Economía, especializada en información sobre empleo, Seguridad Social, pensiones y relaciones laborales. Licenciada en C.C. de la Información por la U. Complutense, empezó a trabajar en Cinco Días en 2000 y antes pasó por las secciones de política y economía de la agencia Europa Press y por el diario Soria 7 Días.

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