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En más de 30 años han descubierto una treintena de medicamentos

¿En qué investigan las farmacéuticas españolas?

Los laboratorios nacionales tienen dificultades para lanzar nuevas terapias. El futuro pasa por las alianzas entre empresas y centros de I+D.

Alfonso Simón Ruiz

"El principal problema de las compañías farmacéuticas es obtener recursos para la I+D. Para ello, es esencial tener una situación estable y un tamaño considerable y no es el caso de España, donde la innovación está disminuyendo. El 70% de las recetas de los medicamentos de prescripción son genéricos. Además, hay constantes cambios en el marco legal con aprobaciones de nuevos decretos, reducciones de precios, copagos, precios de referencia. Todas las medidas miran al recorte”. Esta es la radiografía que hace Jorge Gallardo, presidente de la cotizada Almirall, sobre la realidad de la investigación de las compañías españolas. Un panorama que ha cambiado algo en los últimos años por la irrupción de las nuevas farmacéuticas de base biotecnológica.

Precisamente Almirall ha sido un actor clave en los últimos tiempos en la investigación española. De la treintena de moléculas que han surgido de estos laboratorios desde 1978, algunos llevan su sello: Almax, Ebastel, Eklira o Constella (en 2012). La compañía catalana acaba de vender, además, su prometedor negocio de respiratoria a AstraZeneca por 1.562 millones, por lo que está en plena reestructuración de su centro de I+D para enfocarlo ahora al negocio de la dermatología.

“Desarrollar una nueva molécula desde cero es una empresa muy complicada. El principal hándicap de la industria española es el tamaño de sus compañías, que dificulta invertir durante una década para desarrollar un fármaco”, explica Javier Urzay, subdirector general de Farmaindustria. Los datos de esta patronal sitúan que el coste de descubrir y llevar al mercado una terapia supone 1.172 millones de euros, aunque la Universidad de Tufts recientemente lo subía hasta los 2.040 millones. “Un batacazo en uno de estos fármacos puede llegar a poner en riesgo el futuro de una compañía de tamaño medio”, añade.

Nuevas terapias biológicas

Toman más fuerza los nuevos tratamientos de producción biológica (frente a la síntesis química), por lo que surgen alianzas como el Programa de Cooperación Farma-Biotech de la patronal Farmaindustria para identificar potenciales medicamentos. Las bioempresas españolas, como PhamaMar, GP-Pharm, Oryzon o Histocell, cuentan con más de 50 productos en ensayos clínicos.

“Hasta no hace mucho, la industria española copiaba productos”, relata Juan Mulet, director de la Fundación Cotec, “lo que desincentiva la investigación”. Jorge Barrero, adjunto a la presidencia de Asebio (Asociación Española de Bioempresas), recuerda también que España, hasta la entrada en la Unión Europea, tenía una actitud proteccionista, que provocaba que las empresas locales se dedicasen a distribuir fármacos de las grandes multinacionales “y se centraban poco en investigar”.

Aun así, laboratorios como Juste, Uriach, Almirall, Ferrer, Esteve, Rovi, Faes o Zeltia (con su división PharmaMar) lanzaron sus productos de I+D propia. “Es muy meritorio, por ejemplo, que PharmaMar haya lanzado el primer antitumoral español, con un riesgo tremendo”, opina Urzay. Esta compañía madrileña tiene en fase avanzada de investigación clínica otros dos antitumorales. Un éxito en el mercado también es el de la bilastina (antihistáminico) de Faes Farma (2009).

Deducciones fiscales

Otra cotizada, Rovi, lanzó hace más de una década su bemiparina (antitrombótico) Hibor. Actualmente, investiga, entre otras áreas, en un tratamiento de la esquizofrenia. “Cada vez es más difícil aprobar nuevos, puesto que hay menos necesidades médicas no cubiertas y el marco regulatorio es más estricto y obliga a cuantiosos ensayos clínicos”, dice Javier López-Belmonte, vicepresidente de Rovi. La investigación farmacéutica requiere una inversión muy importante y solo las grandes compañías multinacionales tienen la capacidad financiera de poder hacerlo en enfermedades muy complejas”, afirma. “Creemos que es importante que se mantenga el marco regulatorio de deducciones fiscales por I+D para poder seguir desarrollando estas actividades vinculadas a enfermedades menos complejas, en algunos nichos donde es más factible el desarrollo de fármacos nuevos”, añade.

Otra histórica compañía catalana, Esteve, acaba de licenciar los derechos de dos fármacos en investigación contra el dolor a la multinacional Mundipharma, un acuerdo por el que recibirá hasta 850 millones si la terapia llega al paciente. Esta empresa ha decidido especializarse en el campo del dolor y aliarse con centros de investigación públicos en tratamientos más arriesgados como terapia génica y una vacuna contra el sida.

Fuentes de este laboratorio aseveran que las empresas farmacéuticas españolas, si bien están cada vez más internacionalizadas, siguen dependiendo del mercado español, que hace años que está decreciendo: “Ello obliga a buscar nuevos modelos de llevar a cabo la investigación, para intentar suplir la falta de músculo financiero mediante una mayor competitividad científica”. Opina de igual forma Barrero, de Asebio: “Las grandes compañías se han dado cuenta de que el rendimiento de su innovación interna es más baja de la que puede obtener con alianzas”. Las más pequeñas empresas de biotecnología comienzan a ser fuente de nuevos descubrimientos, que en ocasiones pasan a vender a las mayores. Ha sido el caso de la catalana Oryzon, que vendió los derechos de dos fármacos antitumorales a la multinacional Roche.

La catalana Ferrer también acaba de presentar una innovación de una alianza con el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, una píldora de una sola toma que une tres medicamentos que ya estaban en el mercado. Además, cuenta con fármacos en ensayos clínicos para insomnio, infecciones de la piel o lesión medular. También ha apostado por crear Spherium Biomed, una alianza con Janus Development para descubrir nuevas terapias fuera de sus laboratorios. “Ahora no nos podemos limitar a investigar a nivel nacional. La ciencia no tiene fronteras y, para conseguir que los resultados de nuestra investigación lleguen hasta la comercialización, tenemos que buscar partners internacionales”, apunta Antoni Villaró, responsable de operaciones de Ferrer. “Lo que necesitamos para apostar de forma importante por la I+D es un marco económico más favorable y duradero”, añade.

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Sobre la firma

Alfonso Simón Ruiz
Graduado en Economía y máster de Periodismo UAM / EL País. En Cinco Días desde 2007. Redactor especializado en información empresarial, especialmente sobre el mercado inmobiliario, operaciones urbanísticas y, también, sobre la industria farmacéutica y compañías sanitarias.

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