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Entrevista con Marvin Minsky, padre de la inteligencia artificial

“Las empresas han hecho que la investigación sea lenta”

“El avance de la ciencia lo logran los estudiantes. Si no tienen fondos para investigar, se frena el progreso”

Isabel Etxamendi
Manuel G. Pascual

Considerado uno de los científicos más brillantes de su generación, la hoja de servicios de Marvin Minsky (Nueva York, 1927) no es fácilmente igualable. Fue vecino de Isaac Asimov, amigo de Arthur C. Clarke y conoció a Albert Einstein y Robert Oppenheimer. Es uno de los padres de la computación y de la inteligencia artificial: montó en 1951 el primer laboratorio consagrado a esta disciplina en el MIT. Harvard o Princeton han sido otras de sus casas. Su sabiduría sobre la materia le valió el ser asesor de Stanley Kubrik durante el rodaje de 2001: Una odisea del espacio (es el responsable de la forma de proceder de HAL) e inspiró a Michael Crichton para escribir Jurassic Park, aunque Minsky hablaba de robots en vez de clones. La Fundación BBVA ha reconocido su trayectoria con el Premio Fronteras del Conocimiento a las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Pregunta. Un robot pasó recientemente el test de Turing, desarrollado para distinguir por sus respuestas a una máquina respecto a un humano. ¿Supone esto un hito en la inteligencia artificial?

Respuesta. Eso fue una tontería, una broma. Lo interpreto como una noticia para autopromocionar un proyecto de investigación. Engañar a alguien es muy, muy fácil... No cabe duda de que las computadoras serán cada vez más inteligentes, y no se puede decir lo mismo de los humanos. No creo que les resulte difícil engañarnos en algún momento.

“Sería más provechoso estudiar el cerebro de una rana que el humano”

Buena parte del trabajo de Minsky ha consistido en entender el funcionamiento del cerebro humano para replicar procesos en las computadoras. No está de acuerdo en el camino que ha adoptado la neurociencia.

“Se habla mucho de iniciar grandes proyectos para entender el funcionamiento del cerebro humano. Creo que esa es una muy mala idea. Sería mucho más provechoso, por ejemplo, estudiar el cerebro de una rana, de insectos o de pequeños animales”, sentencia.

El padre de la inteligencia artificial señala, en este sentido, algunos proyectos que han incidido sobre el comportamiento coordinado de grupos de pequeños autómatas. Fruto de la robótica de enjambres (así se llama esta nueva disciplina) son los robots termita, bautizados así por su comportamiento. Desarrollados por la Universidad de Harvard, son capaces de construir una estructura de forma cooperativa basándose en la lectura de la posición que ocupa la última pieza colocada por uno de los miembros del grupo. Funcionan de forma independiente pero tienen en cuenta el trabajo del resto.

“Este sistema puede funcionar, pero la mayoría de estructuras no se pueden construir de esa forma. Solo las más sencillas. Los insectos trabajan así, y hacen exactamente lo mismo que hace un millón de años. Siguen aquí, pero porque se reproducen muy rápido. Es interesante como punto de partida, pero no es suficiente. Pero valoro que se logren acometer tareas complicadas con máquinas simples”, explica.

P. Hasta el momento no se ha conseguido que los robots actúen con lo que llamamos sentido común. ¿Cree que se logrará algún día?

R. No hay ningún límite respecto a qué podrán hacer las máquinas. Ninguno. De hecho, hasta donde sabemos, los propios humanos somos máquinas: estamos hechos de materiales y realizamos funciones. El sentido común es conocer 50 millones de cosas y ser capaz de hacer analogías entre esa experiencia y lo que sucede en cada momento. No creo que sea tan difícil conseguir que suceda eso.

P. ¿También estamos programados?

R. Esa es una vieja palabra del siglo XX. Yo diría que en parte estamos programados y en otra parte, especializados para realizar determinadas tareas. De la misma manera, los ordenadores están programados con algunos preceptos fijos, pero también son capaces de adaptarse. Y dentro de un tiempo serán capaces de programarse ellos mismos.

P. Usted ha estado involucrado en los avances de la inteligencia artificial durante los últimos 60 años. ¿Cuáles señalaría como los mejores momentos?

R. El progreso ha sido mucho más lento en los últimos años que cuando yo empecé. Los primeros ordenadores, que se crearon en los años cuarenta y cincuenta, eran muy lentos. En los años sesenta y setenta lograron hacerse más pequeños y más rápidos porque la financiación para la investigación, principalmente militar, era enorme. Los estudiantes que eran buenos podían conseguir fondos para trabajar en sus proyectos durante cinco o seis años. Ahora apenas tienen uno, porque las compañías, que son las que pagan, quieren obtener rentabilidad a corto plazo. Han hecho que la investigación sea hoy mucho más lenta que en el pasado. Eso me resulta sobrecogedor.

P. ¿La investigación, pues, ha estado perdiendo el tiempo?

R. Los grandes adelantos, los más rompedores, se produjeron hace ya décadas. En los últimos diez años no ha pasado casi nada. El hardware es cada vez más pequeño, sí. Pero poco más. También es verdad que ahora los avances son secretos, porque son propiedad de empresas, y eso lo entorpece todo. Hace décadas los científicos publicábamos cada éxito que teníamos, por lo que el progreso era más rápido.

"Los robots y los trabajadores llegarán a interactuar con normalidad. Y eso será un problema, porque habrá que decidir a qué se dedica la gente”

P. La Comisión Europea acaba de anunciar la inversión de 2.800 millones de euros para estimular la robótica en el continente. ¿Cree que Europa podrá ponerse algún día al nivel de Estados Unidos o Japón en esta materia?

R. No sé nada de ese programa, pero suena mal. Lo que sí sé es que es mejor centrarse en 20 pequeños proyectos que en uno grande, porque las posibilidades de fracasar son menores. En cualquier caso, ni EE UU ni Japón: los avances los llevan a cabo los estudiantes. Cuando los fondos buscan un retorno rápido no suele haber buenos resultados.

P. Un estudio de la Universidad de Oxford dice que, en diez años, las máquinas podrán desarrollar el 47% de las tareas que dan empleo a la gente. ¿Cree realmente que eso sucederá?

R. No sé cómo han hecho esa proyección. Lo que sí es cierto es que la mayoría de fábricas están robotizadas hoy mismo, aunque realizando tareas repetitivas, no inteligentes. En algún momento las máquinas y los trabajadores podrán interactuar con normalidad, y eso será un problema, porque entonces habrá que ver a qué se dedica la gente.

P. Google ha adquirido en el último año ocho compañías de robótica. ¿Los autómatas van a ser un objeto de consumo más?

R.¡Nuestra vida ya está rodeada de robots! Nosotros, en el MIT, desarrollamos hace tiempo un prototipo de aspiradora robótica que ya ha llegado a las casas. Esto acaba de empezar.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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