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EE UU, más cerca de la suspensión de pagos

Abismo fiscal en EE UU: ¿mañana se acaba el mundo o todavía no?

Nuño Rodrigo Palacios

¿De verdad se acaba el mundo el 17 de octubre?

No. O, al menos, no porque no se vaya a elevar hoy el techo de deuda. Mañana se cumple el techo de deuda actualmente el vigor, y el Tesoro no puede endeudarse más. Como gasta más dinero del que ingresa, tiene un grave problema por delante. Pero no significa que EE UU entre directamente en impago de su deuda, ni implica que el problema del techo de deuda se haya exagerado.

Entonces, ¿cuáles son las fechas clave?

El Tesoro tiene entre 30.000 y 36.000 millones de dólares en la caja e ingresa una media de 6.000 al día. Pero los pagos no son homogéneos, y el cierre federal añade más incertidumbre. El día 23 de octubre tiene que pagar 12.000 millones en pagos a la Seguridad Social y el 25 3.000 millones en salarios. Probablemente alrededor de esa fecha se quede sin liquidez, aunque podría estirar pagos. En todo caso, el día 1 de noviembre, cuando tiene que abonar nóminas y otros gastos por 57.000 millones. Este calendario explica las salidas de dinero comprometidas, y aquí hay otra estimación de cuándo se acabará el dinero.

Ese 1 de noviembre el problema será más serio: El Tesoro tendrá que decidir si paga a los agentes del FBI, a los investigadores de la NASA o a los veteranos de guerra, porque no tendrá dinero para todos ellos. Lo más probable es que prorrogue los pagos (no solo las nóminas; también a los proveedores, que recibirían pagarés) hasta que se alcance un acuerdo. Pero, aunque haya dejado de cumplir sus obligaciones, EE UU no estará técnicamente en impago desde un punto de vista financiero. Eso solo sucederá cuando deje de pagar los intereses de alguna emisión de bonos.

¿Cómo afectan los vencimientos de deuda?

Solo afectan parcialmente, porque aunque el Tesoro tiene que devolver entre el día 24 y el día 14 de noviembre vencen 435.000 millones de deuda, solamente tiene que emitir deuda por la misma cantidad para pagarlo sin que suba la deuda total. El problema puede surgir si en las subastas de esta deuda el mercado no responde bien. Pero ese sería un efecto secundario.

Pero, entonces, ¿cuándo podría llegar el impago?

Hay pagos de intereses de deuda los días 31 de octubre (6.000 millones) y 15 de noviembre (30.000 millones), que si no se abonan en su totalidad conllevan impago. Existe la opción de priorizar unos pagos sobre otros, para atender estos pagos de intereses (dejando de abonar otras partidas) y evitar el tsunami en los mercados. Pero Fitch ha alertado que no está claro que el Tesoro tenga capacidad para habilitar los pagos de las letras mientras pospone o cancela otros desembolsos. El sistema que paga los intereses de las letras está separado del resto (el Tesoro realiza cada mes unos 100 millones de pagos diferentes, a distintas agencias federales y con varios sistemas informáticos de por medio), pero no es sencillo y tampoco está claro si legalmente el Tesoro puede priorizar pagos. La administración Obama ya ha dicho que no es una opción.

¿Sería tan catastrófico?

Los mercados pueden enfadarse incluso más que los jubilados o los veteranos de guerra que no reciben su cheque a tiempo. Si no abona el 100% del principal y los intereses de las letras, las agencias de rating pondrían la deuda de EE UU en default. En este escenario, el efecto en los mercados sería probablemente devastador, aunque difícil de predecir con certeza por la falta de precedentes.

El Tesoro ha alertado que, en caso de default, "el mercado de crédito quedaría congelado, el dólar se hundiría, los tipos de interés se dispararían y el contagio llegaría a todo el mundo. La crisis financiera y la recesión sería como en 2008 o peor”. No parece particularmente exagerado. Solamente si Fitch rebaje la nota, como ha amenazado, supondría que muchos inversores tienen que vender deuda del Tesoro (porque ya habría perdido la máxima calificación de dos agencias, Fitch y S&P).

Ahora bien, más que el efecto directo sobre los inversores en bonos (que quizá podrían soportar unas semanas de retraso en los intereses), el mayor daño para las finanzas llegaría de modo indirecto. Actualmente la deuda del Tesoro de EE UU es el activo más seguro del mundo, y la referencia libre de. De hecho, es a la vez el “dinero” del sistema financiero y la base de su “sistema métrico”: el impago forzaría a modificar los parámetros de rentabilidad y riesgo de todos los activos del mundo y, a la vez, privaría al sistema financiero de la garantía que se ofrece en casi todas las operaciones financieras. De hecho, el sistema Fedwire que liquida los pagos entre instituciones financieras en EE UU no prevé operar con activos que estén en impago.

Quizá no veamos un Apocalipsis de un día para otro, sino más bien un nuevo crac crediticio, con un mercado interbancario cuya sequía se contagia a la economía real. Tras la crisis subprime y la de Lehman el efecto más grave no fue la caída de la Bolsa, sino el caos en un mercado en el que los bancos e inversores no se fiaban de ninguna garantía para sus préstamos y operaciones. El mercado financiero y de crédito es una cuestión de confianza, y si el activo que más confianza ofrece en el mundo deja de pagar sus intereses, el daño es muy serio.

El contagio a otros activos, dentro y fuera de Estados Unidos, sería igualmente grave. Lo más probable es que el dinero buscase a toda prisa refugios seguros lo que, teniendo en cuenta que la deuda de EE UU estaría en impago técnico, sería todo un reto. Lo más seguro es que los activos considerados de riesgo cayesen con fuerza. Incluso cabría la paradoja de que, en la huida hacia la supuesta calidad, la deuda de Estados Unidos subiese de precio, a pesar de estar en default.

¿Qué pasaría en la economía?

Aun sin tener en cuenta el impacto derivado de la previsible congelación del crédito, el impacto sería extremadamente grave. En caso de impago, el Estado solo puede gastar el dinero que ingresa, y actualmente gasta mucho más. Sería un ajuste fiscal más extremo que el de, por ejemplo, Grecia. Los analistas de Citi comentaban en un informe el viernes pasado que, sin tener en cuenta el efecto de las turbulencias financieras, “un presupuesto forzosamente equilibrado como consecuencia de un impago tendría un impacto de cuatro puntos porcentuales en el PIB del primer trimestre. La escala y la composición de este ajuste radical nos hace imposible considerarlo seriamente”.

De todos modos, simplemente la situación actual ya afectará a la economía, a través del cierre federal, de la incertidumbre generada y de las tensiones en el mercado de deuda. A medida que se prolongue, el efecto será mayor. De hecho, expertos como Credit Suisse esperan que la Fed retrase aún más la retirada de estímulos a causa del enquistamiento político por el techo de deuda.

¿Y por qué la Bolsa marca un máximo tras otro?

Existe la convicción de que el impago de deuda conlleva unos riesgos de tal magnitud para la economía y los mercados que, aunque sea en el último minuto, o incluso después del 17 de octubre, los políticos entrarán en razón. Aunque, paradójicamente, la estabilidad de las Bolsas permite a dichos políticos mantener sus posiciones, al no apreciar señales evidentes de que su irresponsabilidad tiene efectos reales.

No obstante, en el mercado de deuda hay ya fuertes señales de tensión. El tipo de interés de las letras que vencen el día 24 ha subido del -0,01% de principios de mes al 0,66%. Los tipos bajan al 0,52% para las letras que vencen el día 31, al 0,35% y 0,4% para las siguientes dos semanas y se estabilizan en el 0,15% a partir de entonces.

Esta anormalidad (los tipos siempre suben a medida que aumenta el plazo) obedece a que Citi, JP Morgan, Fidelity y otras grandes firmas de Wall Street han dejado de operar con letras que vencen a finales de octubre y principios de noviembre. Es más, en determinados plazos el mercado interbancario ofrece tipos de interés más bajos que la deuda del Tesoro, lo que indica que el mercado se fía más de la banca. En el mercado de CDS, también el seguro de crédito a corto plazo es más caro que el de largo plazo.

La parte buena es que la subida de tipos se mitiga según aumentan los plazos, lo que sugiere que el mercado no teme una crisis prolongada. Que estas tensiones se traducen en una turbulencia de mayor calado dependerá, evidentemente, de si se llega a un acuerdo antes de que el Tesoro agote su capacidad financiera o, al menos, de las perspectivas de que así suceda. Cuando más dure la crisis, peor. Y a partir de mañana el reloj empezará a correr mucho más deprisa.

¿Cómo es posible que los políticos no se pongan de acuerdo?

Por la deriva política de un sector del partido republicano y el sistema de funcionamiento del poder legislativo. Para aprobar tanto el techo de deuda como el presupuesto federal se necesita la aprobación tanto del Senado (controlado por los demócratas) como de la Cámara de Representantes (republicana). El ala conservadora de los republicanos vetó el presupuesto en la Cámara para forzar a Obama a retirar la reforma sanitaria de Obama. El partido demócrata no cedió y entonces el arma ha sido el techo de deuda.

Actualmente la situación está bloqueada porque, aunque los republicanos del Senado y algunos de la Cámara están muy preocupados ante la perspectiva de una suspensión de pagos y quieren desbloquear la situación, el Tea Party ha tumbado todos los intentos del del líder de la Cámara de Representantes, John Boehner. Éste no puede someter a votación una iniciativa que no haya aprobado el grupo parlamentario. Y el ala dura de los republicanos en la Cámara (unos 50 representantes) ha tumbado los compromisos que había alcanzado Boehner con los demócratas. Probablemente si se votase un desbloqueo los demócratas conseguirían en la Cámara los apoyos necesarios, pero solo se están votando propuestas que no han sido negociadas con los demócratas. En resumen, el Tea Party no se sienta a negociar, pero tumba las negociaciones llevadas a cabo por Boehner e impide que los republicanos moderados, que se han mostrado públicamente a favor de un acuerdo, voten en la Cámara estas propuestas.

Sobre la firma

Nuño Rodrigo Palacios
(Barcelona, 1975) es subdirector de Cinco Días. Licenciado en Economía por la UAM, inició su carrera en CincoDías en 1998, especializándose en información financiera. Ha sido responsable de Mercados, de la edición Fin de semana y de la sección Cinco Sentidos. Redactor jefe a partir de 2007, de 2011 a 2021 se ocupó de la edición digital.

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