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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El mercado cambia la percepción sobre España

El Tesoro español ha colocado esta semana deuda muy por encima de sus iniciales intenciones, aprovechando el apetito por las emisiones españolas y de otros países periféricos. En paralelo, las rentabilidades en el mercado secundario han llevado al bono a diez años (la principal referencia para financiar al Estado y a la economía en general) por debajo del 5% y la prima de riesgo, medida como diferencial entre el título español a diez años y el alemán, por debajo de los 335 puntos básicos, algo que no ocurría desde el mes de marzo de 2012, justo antes de que saltara a la superficie la crisis bancaria española y el consiguiente rescate financiero proporcionado por la UE. El camino entre esos dos puntos, entre la primavera de 2012 y el invierno de ahora, ha estado jalonado por situaciones de extrema gravedad para la economía española, que rozó el abismo cuando el rescate bancario, para el que únicamente se han precisado 40.000 millones de euros, hizo pensar que devendría en rescate total. Pero la combinación adecuada de unas cuantas decisiones, unas dentro del país y otras de los socios europeos, han cambiado radicalmente la percepción financiera de España. Los mercados ven cada vez menos riesgos en los activos y españoles, y cada vez más oportunidades.

Que nadie espere que un cambio en la percepción financiera del país se traduzca de inmediato en un cambio en la percepción económica real, porque la transmisión de las decisiones a la economía productiva es muy lenta, y bien podría truncarse de nuevo si acontecimientos internos o externos desviasen el devenir de los acontecimientos. Pero que nadie espere tampoco que la mejora de la economía real se va a producir sin que haya mediado, con un tiempo prudencial de por medio, una mejora continuada y consistente en la percepción financiera. Cuando el problema que tiene la economía es falta y carestía de financiación por un sobreendeudamiento previo, solo se resuelve cuando los financiadores permutan pesimismo por optimismo, que precisa de una sedimentación muy reposada.

El ajuste de la actividad no ha concluido, no llegará la estabilización de la economía hasta bien entrada la primavera en el mejor de los casos. Eso quiere decir que habrá una intensiva destrucción de empleo hasta entonces, que bien podría triplicar o cuadruplicar la caída del PIB, antes de que el giro de los mercados financieros se traduzca en entrada de inversiones productivas, en una mutación del estado de ánimo de los particulares, en un horizonte despejado para consumidores e inversores y en la recomposición del empleo, si la secuencia de la recuperación respeta los cánones tradicionales.

Hay balizas que muestran el cambio de percepción financiera: la fuerte bajada de la prima de riesgo, una subida nada despreciable de la Bolsa en las últimas semanas, la entrada neta de capitales por al menos tres meses consecutivos tras varios trimestres de salidas ininterrumpidas, la convicción de que se reduce el déficit aunque sea menos de lo prometido, la bajada nada despreciable de los costes laborales que han provocado relocalizaciones industriales en sectores claves, y el hecho de que varios bancos de inversión sitúen ya a España como objetivo explícito de inversión para 2013, cuando antes era repudiada por estar al borde de la insolvencia.

Si los mercados financieros anticipan los acontecimientos, la vuelta al crecimiento, del que ya el propio Mario Draghi habló el jueves, es cuestión de tiempo. Pero en absoluto será un tiempo cómodo, puesto que además de tener que lidiar con variables insoportablemente pesimistas, fundamentalmente el desempleo, bien podría cambiar el rumbo general por episodios críticos en otras economías (¿Italia?, ¿Francia?, ¿Grecia otra vez?...), sobre los que nadie en España tiene capacidad de respuesta. Europa ha puesto los instrumentos monetarios y fiscales para devolver la normalidad financiera al continente, y España, que ha hecho capitales reformas que han contribuido de forma determinante en el cambio de actitud de los acreedores e inversores, debe intensificarlas con la misma profundidad que imprimió a las que planteó cuando el país estaba al borde el abismo. Sin ellas, la recuperación será anodina, engañosa y baldía en cuando a la recomposición de la riqueza y su reparto en forma de empleo.

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