_
_
_
_
_

Agosto, al rojo vivo

Ya es oficial. Nos encontramos a un paso del rescate soberano, de la intervención, esta vez con luz y taquígrafos. El bono español al 7,5% y sin ganas de frenar después de toda la batería de ajustes anunciados y a pesar del crédito de 100.000 millones que hemos obtenido para sanear nuestro sistema bancario, parece una clara señal de que el mercado no confía en absoluto en nuestra solvencia.

El Gobierno mantiene a veces, con objeto de presionar en Europa, el discurso de que ya se han hecho los deberes y no queda mucho por hacer, que nos hemos esforzado y que ya no dependemos de nosotros mismos, que estamos en manos de las instituciones europeas, pero... ¿de verdad esto es así? ¿podemos hacer algo para evitar seguir el mismo camino que Grecia, Irlanda o Portugal?

Muchas de las recetas que ahora se aplican, se habían repetido ya hasta la saciedad con anterioridad por parte de expertos y analistas durante la pasada legislatura, sin que los políticos hubieran hecho nada al respecto (acabar con la dualidad del mercado laboral, reforma de las pensiones, ajuste del gasto, etc.). Las medidas vienen ahora, con varios años de retraso.... muy , muy tarde.

Y ahora también hay un clamor popular, no solo de analistas, sino de ciudadanos que estamos molestos por la forma en que se producen los ajustes, afectando en mayor medida a las capas más modestas de población y dejando intacto el status de la clase política y los que les rodean. La ciudadanía también espera con ansiedad una reforma seria de la Administración y, puestos a pedir, la revisión del insostenible modelo autonómico, hasta el punto de que a muchos no nos importaría que algún tipo de “troika” se personara en nuestro país con tal de que diesen fin a ese montaje diabólico.

Muchos de los ajustes, cuantitativamente necesarios, se instrumentan a través de medidas que nos van a sumir aún más en la depresión económica. El ejemplo flagrante es la nueva subida del IVA sobre la que tenemos una evidencia muy reciente. Esta va a desembocar en una nueva contracción del consumo privado y probablemente ocasionará un efecto neutro o quizás negativo sobre la recaudación. Menos actividad económica, más desempleo, etc. Y para terminar de apañarlo, los recientes datos de ejecución presupuestaria muestran que las medidas tomadas no están consiguiendo reducir nuestro déficit al ritmo deseado manteniéndose éste por encima aún del 8%, algo absolutamente frustrante.

En el extranjero resuena el convencimiento de los analistas de que las reformas emprendidas sin ningún tipo de anestesia ni contrapesos, se traducirán en una imposibilidad para volver al crecimiento. Es por esto que el FMI ha repetido en más de una ocasión que el ritmo reformista debe ser pausado y debe venir acompañado de medidas de estímulo, al tiempo que incide en la necesidad de apoyo por parte del BCE mientras que éste último sigue mirando hacia otro lado preocupado por la estabilidad de los precios. Esta falta de entendimiento entre las instituciones que van más allá de los gobiernos, a mí por lo menos me causa estupor e inquietud, sobre todo porque entre unas cosas y otras como resultado tenemos una economía global en clara recesión (¡de nuevo!).

Con este panorama llegamos al mes de agosto, que tiene fama de ser un mes movidito en bolsa al que es mejor enfrentarse con las posiciones cerradas, algo que no necesariamente tendría porqué ser así, aunque es cierto que hay mucho temor hacia lo que puede pasar los próximos días. Además existe un asombroso paralelismo entre el comportamiento de los mercados del pasado año y el de éste: después de un buen pistoletazo de salida con subidas en las bolsas, éstas se desinflan por la crisis en los mercados de deuda, los reguladores prohíben las posiciones cortas justo durante el verano... ¿Se caerá a plomo el índice alemán? Podría ser. A fin de cuentas, no debe haber muchos inversores expuestos a España, pero sí al resto de rentables mercados. Y no es posible que la crisis no termine por afectar a la locomotora alemana. Quizás así entonces terminen por tomarse algunas medidas importantes y de calado, como en 2011.

De momento alguna agencia de rating ha dado un pequeño toque a Alemania poniendo en perspectiva negativa la nota de sus bonos, y algo similar se ha producido en la calificación para los fondos de estabilidad europeos. Si esto sigue así, nadie estará inmune y como se ha repetido en muchas ocasiones la necesidad de un rescate soberano de los pesos pesados del arco mediterráneo sería “territorio inexplorado”.

Lo dicho, que agosto se presenta al rojo vivo y más incierto que nunca. Sólo un gran acuerdo, primero en España y luego en Europa, podría aliviar a unos mercados muy nerviosos donde cada medida y cada solución se evalúan de una forma crítica y exigente. Y no es para menos, pues en juego está el futuro del Euro.

Por Alejandro Varela, gestor de fondos de Renta 4 Banco.

Archivado En

_
_