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La recuperación tendrá que esperar

¿Cuándo acabará la crisis? Esta es una de las preguntas que más se repiten desde hace tiempo y a la que aún no podemos dar respuesta, aunque desde luego la fecha no parece cercana. La dureza de las medidas de ajuste aplicadas en España contribuyen a potenciar la sensación de crisis. Esta semana la prensa apunta a nuevas vueltas de tuerca en las políticas de austeridad emprendidas por el nuevo Gobierno.

Echando cuentas, el pasado año ya se subió el IVA, se aplazó la edad de jubilación, y a comienzos de años se subió el IRPF, se subió el Impuesto de Sociedades, subió la luz, subió el valor catastral de los inmuebles y subirá el IBI, subirán las matrículas universitarias, etc... pero también se han creado nuevas y variadas tasas municipales y se racionarán los servicios públicos de todo tipo. Ahora se ha anunciado que subirá aún más el IVA, volverá a subir la luz, subirá la gasolina, disminuirá la financiación de medicamentos, y se impondrán peajes en carreteras y autovías... Si se fijan la gran parte de los “ajustes” se practican acudiendo al recurso instantáneo y facilón de la subida de impuestos. Se decreta la subida, se mete la mano en el bolsillo del contribuyente y asunto arreglado. Hasta la siguiente vuelta de tuerca.

Mal camino lleva el asunto si nos remitimos a la realidad de las pruebas que ofrecen los últimos datos de ejecución presupuestaria, que ponen de manifiesto lo que por lo manuales de Economía ya se sabía. Los incrementos de impuestos a menudo desembocan en descensos de la recaudación. Sin embargo hay pocas noticias respecto a usos más eficientes de recursos, ni sobre recortes de gastos superfluos o prescindibles, sobre cuantificar medidas de ahorro, ni de simplificar trámites administrativos, ni de eliminar subvenciones o racionalizar ayudas para que supongan incentivos (y no desincentivos como suele ser habitual). Ni qué hablar de los sueldos o del número de nuestros políticos. Poco se sabe también de reducir el tamaño de la Administración. De eso, poco o muy poco. Ni siquiera se ha puesto en marcha privatización alguna de servicios estatales con objeto de mejorar su eficiencia, ni se han cerrado empresas públicas deficitarias para que dejen de suponer un coste para las arcas públicas.

Y así, las cosas no van bien. En una economía donde el Estado ya no puede gastar, se suben los impuestos y por ende se daña el consumo, las empresas se ahogan por falta de clientela y de financiación, y el desempleo crece por falta de negocio y de inversión. Círculo vicioso, tormenta perfecta, pónganle ustedes el nombre que quieran.

Al mismo tiempo sistema bancario y Gobierno, son rehenes de sí mismos. El vínculo riesgo soberano- riesgo bancario se va enquistando y va tomando un cariz preocupante. Ahora bien esta relación que ahora nos preocupa hasta el punto de suponer nuestro principal problema, no lo olvidemos, ha sido propiciada y auspiciada por el Banco Central Europeo. En esta cuestión, por tanto, se me hace difícil pensar que dependamos de nosotros mismos. Con el centro de decisión monetaria situado fuera de nuestras fronteras, no hay actuación posible de nuestro Gobierno que permita restaurar la normalidad a nuestro esquema de financiación salvo que de buenas a primeras retorne el crecimiento a nuestra economía. Esto es poco probable.

El camino será largo y tortuoso. Lo que en otros tiempos hubiese significado la devaluación instantánea de nuestra moneda, ahora se traduce básicamente en desempleo, si bien las oportunidades llegarán y encontraremos suelo a medida que nuestros problemas se reconduzcan o incluso terminen por afectar a los demás. Así, algunos de los siguientes eventos ocurrirán más tarde o más temprano y creo que algunos tenderán a paliar nuestra delicada situación:

El euro se depreciará. Tardará más o tardará menos, pero su cotización no es sostenible en las actuales circunstancias europeas. Podría ser fruto de una nueva intervención del BCE si las cosas llegan a un punto extremo.

El petróleo lleva una caída del 15% este año, pero aún podría hacerlo más si las cosas siguen así y el ciclo no remonta en el segundo semestre.

Los precios de los inmuebles y activos reales bajarán hasta encontrar un punto de apoyo razonable que vendrá condicionado por la relación precio/salario medio. Todo tiene un precio. Si no se lo encontramos nosotros vendrán otros de fuera que lo harán. Lo mismo ocurrirá con nuestras empresas, que ya empiezan a ser atractivas para muchos competidores de todo el mundo.

¿Y el empleo? ¿Cuándo recuperará el empleo? El empleo remontará cuando nuestro marco laboral sea flexible, que está en vías de serlo, y cuando los salarios y demás costes de producción ajusten lo suficiente como para resultar una opción a tener en cuenta por parte de fabricantes y empresas con necesidad de inversión. Y al final, todo confluirá en un mismo punto. La economía española se apoyará en el exterior para salir de su crisis, no sin sufrimiento, pero así ha ocurrido siempre y así ocurrirá. La economía española nunca se ha caracterizado por una demanda interna potente, pero una vez realizados los ajustes volveremos a ser atractivos de cara al exterior.

Así pues, no podemos pensar que la crisis acabará inmediatamente. Aunque de nuestros políticos y gobernantes depende encontrar una salida más temprana, ésta no parece que vaya a encontrarse fácilmente ni que exista un remedio mágico que no pase por multitud de ajustes. La recuperación llegará pero tendrá que esperar.

Por Alejandro Varela, Gestor de Fondos de Renta 4 Banco.

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