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Tribuna
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París, Bruselas y el escenario europeo

De nuevo un presidente en ejercicio es derrotado en las urnas. La Europa que en los últimos años había basculado hacia la derecha y el conservadurismo como adalid para salir de la crisis asiste y espera ahora al nuevo presidente francés, el socialista François Hollande, a quien los socialistas españoles han catapultado como su propia esperanza. Pronto comprobará el nuevo presidente de la siempre orgullosa Francia que el verso y la prosa casan mal antes y después de un proceso electoral. Muchos esperan que se convierta en el contrafreno a la canciller alemana, ante quien el derrotado, denostado, distante y que nunca supo comprender la falsa grandeza de la V República Nicolas Sarkozy era una comparsa necesaria, seguidista y hasta cierto punto altiva.

Francia bascula hacia la izquierda, España lo hizo hacia la derecha, los laboristas de Brown dejaron paso a los conservadores de Cameron, los socialistas griegos sucumbieron ante Bruselas y el tecnocratismo, al igual que sucedió con el surrealista e incrédulo Berlusconi. Alemania tiene elecciones dentro de un año. ¿Sabrá extraer Angela Merkel las lecciones de su propio dictak imperativo ante la crisis europea? Austeridad, rigor, control, recortes, lucha contra el déficit, pacto de estabilidad presupuestaria, disciplina fiscal y sanciones. Esas han sido sus recetas, no se ha movido un milímetro. Las de Hollande son crecimiento frente a recortes. Y el día después, cuando el Elíseo reciba a su nuevo presidente, un nuevo socialista después de Mitterrand, después de Chirac y Sarkozy. No pudieron ni Lionel Jospin ni Ségolène Royal.

Es el final de la vida política de Sarkozy. Al menos en su país, veremos si el futuro le depara algún puesto en Bruselas. Apeló al honor de la gran Francia, la del pasado esplendoroso y la pérdida de una grandeur nunca aceptada. El todopoderoso ministro de Interior en la época de Chirac desplazó uno a uno a sus adversarios en la derecha, especialmente a Dominique de Villepin, en lo que fue una encarnizada lucha política. Asume su derrota. Treinta y cinco años en política. La decepción del fracaso. Había perdido el sentido de la realidad, de la calle. Y la derecha francesa busca un nuevo líder. Lo lleva haciendo calladamente hace semanas. Sabían que la derrota se venía encima. Si bien tampoco Hollande y los socialistas se las prometen fáciles. La crisis golpea también a Francia y las recetas socialistas no han pasado aún test alguno de validez ni de resistencia. Por el momento se instaura de nuevo la cohabitación, al seguir dominada la Asamblea francesa por la derecha.

Pero el gran interrogante ya no es qué pasará ahora en Francia, sino en Europa, ¿realmente Hollande, casi el candidato de la izquierda por descarte que se ha visto de repente presidente de la República francesa, abrirá una nueva etapa en la Unión Europea? Es aventurado afirmarlo como también negarlo. Pero las inercias, la fuerza, el poder real dentro de la Unión, alemán en todo caso, y en cada caso, pronunciarán su veredicto último.

Europa hoy no es la voz de 27, sino de uno, uno que exige, que impone, que no ceja en su empeño y que se sabe solo. El timón de Europa ha sido un timón firme y sin contradicción para Berlín y con el apoyo total y sumiso del presidente francés hoy derrotado. Un barco de austeridad, en aguas de austeridad, con velas de austeridad y motor de austeridad. ¿Adónde nos lleva la austeridad? Hoy hasta la canciller amaga tímidamente con guiños hacia la estimulación del crecimiento. Pero nadie ha osado rebatir a la misma. ¿Realmente Hollande tiene un programa? Ya sabemos, también en España, que se puede ganar sin programa. O un programa de transición electoral y sin más compromiso, porque quien ha ganado en las urnas es la crisis, la que se lleva por delante a todo gobernante. También a Sarkozy, el hiperpresidente que probablemente nunca entendió la caballerosidad que implica el sitial de la V República y le vimos combativo y vehemente, vanidoso e hiriente en el único cara a cara electoral con Hollande, que jugó a ser presidente y ganó.

La V República gaulliana acoge a su segundo presidente socialista, 17 años después del primero, el socialista Mitterrand, el político maquiavélico pero arquitrabe de aquella Europa sin duda con mayor brío, liderazgo y fuste que la de hoy. Muchos han posado sus ojos en el socialista francés, pero, ¿hay algo verdaderamente detrás?, ¿un proyecto?, ¿otra vía posible y real para afrontar la crisis y evitar el desmantelamiento del Estado de bienestar? Sinceramente, el tiempo lo dirá, la percepción actual es que no. Pero tiene el beneficio de la duda. Tendrá que ganárselo. Y con él insuflar ánimo y coraje a una socialdemocracia que busca su orientación en toda Europa.

Abel Veiga. Profesor de Derecho Mercantil en Icade

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