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Columna
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La arriesgada maniobra de Rajoy

Antes de las elecciones generales, Rajoy dijo que no subiría los impuestos, que no haría más barato el despido y que no recortaría el Estado del bienestar. Pero hasta ahora ha hecho las dos primeras. Después de las elecciones en Andalucía, la región más grande de España, se espera que haga la última. El grupo de Rajoy no ve ningún problema en la falta de sinceridad. Hubiese sido estúpido hablar demasiado sobre austeridad durante la campaña de las elecciones generales, ya que podría haber asustado a los votantes. Por esa misma razón, hubiese sido estúpido hablar sobre la reforma del Estado del bienestar antes de las elecciones andaluzas. En el largo plazo, el no tratar a la población como adultos puede causar problemas. Pero en el corto, la estrategia ha merecido la pena. El Partido Socialista ha perdido casi el 40% de los votos en las elecciones generales, sobre todo por su pobre trabajo en el Gobierno. Ahora se espera que pierda el control en Andalucía, según sondeos de Metroscopia.

Rajoy ha utilizado la ausencia de una oposición seria para impulsar una batería de reformas. La más importante es la del mercado laboral. Ha hecho más fácil para las empresas el despedir a los trabajadores y ha desmantelado el sistema nacional de negociación colectiva. El efecto inmediato será que los salarios, que crecieron rápidamente durante los primeros años de la moneda única, caerán, para restablecer la competitividad de España. Entre finales de 1998 y finales de 2009, los costes laborales de España crecieron un 38%, comparado con el 23% del conjunto de la eurozona. En los últimos dos años han disminuido un 4%. Las últimas reformas laborales podrían recortar los salarios otro 5% este año, de acuerdo con Fernando Fernández, profesor de Economía en el IE Business School de Madrid. Si la tendencia continúa durante otro año o más, España ya no estará desfasada con respecto a sus pares del euro.

La otra reforma principal, la del sistema bancario, ha originado impresiones más variadas. El Gobierno le ha dicho al sistema que provisione y aparte capital por valor de 50.000 millones. Aunque la cifra parezca elevada, las reglas dicen que muchos bancos no necesitarán aumentar su capital y algunos de los demás podrían necesitar dos años para hacerlo. El propio Gobierno ha sido reacio a poner más dinero estatal. Por lo que está intentando empujar a los bancos más débiles a los brazos de los fuertes y rellenar cualquier necesidad de capital con garantías de un infradotado Fondo de Garantía de Depósitos.

La prueba para saber si esto funcionará será si los bancos pueden pedir prestado en los mercados y si estarán entonces dispuestos a apoyar la recuperación mediante la concesión de préstamos. Hay signos positivos: la semana pasada Santander emitió 1.000 millones de euros de deuda sénior a cinco años. Pero la mayoría sigue confiando en los préstamos del BCE. La segunda tanda de reformas de Rajoy será poner a las finanzas públicas en unas bases sostenibles.

En 2011, el déficit presupuestario alcanzó el 8,5% del PIB. España llegó a un acuerdo la semana pasada con la eurozona para recortarlo al 5,3% este año. Pese a que no es tan severo como el 4,4% originario, seguirá siendo un duro recorte. Más aún, el Gobierno continúa confiando en llevar el déficit al 3% en 2013.

El presidente ya ha dado algunas ideas de lo que hará. El impuesto sobre la renta se elevó y se recortaron algunos costes justo antes de Año Nuevo. Rajoy también está poniendo en marcha una camisa de fuerza para controlar el endeudamiento de los Gobiernos regionales. Pero será necesario algo más. Las regiones, responsables de la educación y la sanidad, podrán con toda probabilidad cargar a la población parte de los costes. Y Rajoy tendrá que recortar el número de trabajadores del sector público e incrementar impuestos en los presupuestos que presentará la próxima semana. Económicamente, es lógico. La preocupación es que la falta de franqueza de Rajoy con el electorado podría incrementar su cinismo. La gente ya tiene poca confianza en los políticos de cualquier signo. Eso no preocupará si la economía, que el Gobierno espera que se contraiga en un 1,7% este año, se estabiliza el próximo. Pero ¿y si el PIB continúa contrayéndose, el desempleo creciendo y el déficit permanece alto? Rajoy tendrá entonces que vender otra dosis de austeridad a los votantes, que no le creerán más. Después de haberles tratado como a niños, incluso podrían enrabietarse.

Por Hugo Dixon

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