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Tribuna
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Objetivo: estabilidad financiera

El BCE inyectaba 529.531 millones en la segunda y, por el momento, última operación a tres años a la que acudieron 800 bancos. El espíritu de la misma, bajo la óptica de lo políticamente correcto, es reactivar el crédito en la UEM y contribuir a la reactivación económica pero la realidad es distinta; esta operación persigue evitar una crisis bancaria sistémica como la que provocó la quiebra de Lehman. Durante la parte final de 2011, el mercado primario sufrió graves tensiones, permaneciendo cerrado en algunos países, situación que obligaba a acciones ambiciosas para evitar un Lehman europeo.

Pero los problemas iban más allá pues el mercado interbancario tampoco funcionaba. Este a nivel europeo se ha roto y en ciertos países solo funciona en clave nacional y con grandes dificultades. Draghi lo sabe y, tras la reunión de febrero del BCE, señalaba que un sistema bancario que funcione adecuadamente no necesita que el banco central actúe como intermediario financiero pues no habría problemas en el interbancario ni en el mercado de deuda sénior no asegurada. En la actualidad, ambos mercados se sitúan muy lejos de la normalidad y obligan al BCE a tomar medidas que inquietan en los países más ortodoxos de la Eurozona.

En Fráncfort tenían que elegir entre ortodoxia y colapso del sistema o mayor laxitud monetaria en especial en lo referente a liquidez, adoptando no el papel de prestamista de última instancia, sino en muchos casos de único prestamista. Finalmente, optaron por la segunda, aunque ello implica estar sumidos en una situación anormal y que es recomendable que no se prolongue en el tiempo pero las circunstancias obligan.

Así, aunque los responsables de nuestra política monetaria defiendan que aún hay que "esperar y ver" para testar los resultados de las operaciones a tres años sobre el crédito, debemos ser conscientes que sus objetivos a corto plazo son otros. Primero, garantizar la refinanciación de la banca y, segundo, ayudar a las entidades a generar margen que respalde la creación interna de capital. Este último proceso, basado en la reinversión de los recursos baratos y a largo plazo captados en el BCE en otros instrumentos de calidad que reportan mayor rentabilidad, también se espera que tenga efectos indirectos positivos sobre el grueso del mercado.

Unos efectos que han sido palpables en las últimas semanas, siendo un buen ejemplo la reapertura del mercado primario para las entidades españolas o la buena acogida de las emisiones de nuestro país e Italia, pasando el bono nacional a 2 años desde 6,09% a finales de noviembre hasta 2,32% en la actualidad mientras que, en el mismo periodo, el transalpino recortaba desde 7,66% hasta 2,1%. Sin embargo, este comportamiento a la baja no debe tener continuidad a medio plazo, la disminución de la rentabilidad de la deuda soberana y otros instrumentos hace cada vez menos atractiva esta operativa y, si bien, la liquidez existente limitará los episodios de tensión y posibles alzas futuras de la deuda, no será suficiente para mantener la actual senda correctora. Antes, la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra apostaron por este mecanismo indirecto y no fue efectivo y, ahora, será el BCE el siguiente en verse obligado a comprar activos directamente. Una cuestión menos traumática de lo que parece ya que sería una transformación contable en su balance.

La transmisión de la política monetaria no funciona en la Eurozona, lo cual pone en entredicho los objetivos de las operaciones a 3 años respecto a la banca y más en lo que concierne al crédito. A 28 de febrero, el 72,5% de la liquidez proporcionada por el BCE (481.100 millones) retornaba al mismo en forma de facilidad de depósito y los recursos netos en el sistema sumaban 182.400 millones frente a los 586.600 millones después de la quiebra de Lehman. Los flujos están obstruidos en la Eurozona y la restricción de crédito es una realidad en varios países, en enero: el crédito a empresas en la UEM avanzaba un 0,7% anual, el dedicado a hogares repuntaba solo un 1,3% anual y la encuesta de crédito del BCE revela mayor restricción por parte de las entidades. En definitiva, el principal objetivo de las últimas acciones del BCE no es promover el crédito como señalan los datos y una lectura atenta de las palabras de Draghi, sino evitar una restricción crediticia extrema derivada de los problemas bancarios como sucedió en 2008.

Francisco Vidal. Economista de Intermoney

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