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Columna
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El incierto futuro del consejo de Yahoo

El inversor Dan Loeb diagnosticó correctamente el problema de Yahoo. Después de que la compañía rechazara en 2008 una jugosa oferta de Microsoft y cediera su negocio de búsquedas por una miseria, el fundador de Third Point dirigió su atención hacia el consejo y ha jugado un papel ayudando a reformarlo. Pero todavía no ha proporcionado una receta para curar a la enferma Yahoo. Hasta entonces, Loeb no merece las cuatro sillas que quiere en el consejo.

De vez en cuando, los inversores disidentes ayudan a dar la vuelta a las empresas con un funcionamiento errático. Por ejemplo, Ralp Whitworth, de Relational Investors, se unió al consejo de Genzyme en 2010. Presionó para que la farmacéutica de 14.000 millones de dólares se centrara en sus medicamentos más rentables y para que arreglase los problemas de producción que habían paralizado las ventas. La compañía accedió y un año después fue vendida a Sanofi por más de 20.000 millones.

Loeb no ha aclarado que tenga alguna idea brillante. Su apelación consiste en que la compañía parezca más responsable ante sus accionistas. La participación de Third Point es significativa, de cerca del 6%. Por ello quiere una supervisión más imparcial para asegurarse de que Yahoo no tome ninguna decisión precipitada.

Pero la compañía ya escucha. El presidente Roy Bostock y el cofundador Jerry Yang renuncian. La venta a un fondo de capital privado parece haber desaparecido de la mesa. Y Yahoo intenta encontrar la manera de desbloquear el valor atrapado en el 40% que posee de la firma china Alibaba. Eso es un mínimo de 14.000 millones, de acuerdo con la valoración realizada por Softbank. Recientemente, Yahoo rechazó una operación que podría haberle reportado un dinero rápido, pero infravalorando su parte.

El organigrama que Loeb ha presentado -él mismo, dos ejecutivos de medios de comunicación y el especialista en reestructuraciones Harry Wilson- no indica lo que él cree que Yahoo debería hacer. Sin un plan, Loeb no se ha ganado cuatro sillas en la mesa. Por ahora, se merece tan solo una.

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