_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Hay luz tras las reformas?

Es indudable que sin saneamiento de la banca no hay solución posible a la crisis, y por eso esta reforma ha sido una de las primeras, junto a la de estabilidad presupuestaria. Los expertos siempre han dicho que el sistema financiero es como el riego sanguíneo para un organismo. En su ausencia, el colapso está asegurado. Y eso es lo que pasa con las empresas y con los inversores. Las primeras cierran por la asfixia derivada de los impagos y la ausencia del balón de oxígeno que supondría la existencia de financiación bancaria. Y los segundos permanecen quietos, preocupados por la suerte que correrán los bancos, a la espera de señales que les animen a saltar a la arena. En cualquier caso, el proceso deflacionista de nuestra economía parece enviar un mensaje inequívoco: hay que esperar. Es el mismo modelo de pensamiento que adopta quien se enfrenta a una subasta holandesa, pero con la certidumbre de que no serán muchos quienes se apresten a parar el reloj inverso de la puja.

La acción urgente del Gobierno nos deja una reforma laboral que, con ser absolutamente necesaria, no parece que sea suficiente, por sí sola, para sacarnos del atolladero económico en el que nos encontramos. Su efecto se supedita a que sea despejada definitivamente la incógnita acerca del sistema financiero, y permita que fluyan los recursos para animar el consumo y la inversión. No obstante, tiene la virtud, entre otras, de ser proteccionista con la empresa y el trabajador, como mejor garantía para no destruir tejido productivo y con él cualquier posibilidad de retener empleo presente y poder generarlo en el futuro. ¿Acaso el elevado coste del despido y la ausencia de flexibilidad en la organización del factor trabajo no ha llevado al cierre de empresas que hubieran sido viables en presencia de otro marco legal?

Por tanto, no se puede decir que sea una reforma contra el trabajador. Todo lo contrario, es una reforma en favor de la economía y del empleo, que facilita además la inserción de los colectivos más desfavorecidos, como son los jóvenes y los mayores de 45 años. Es cierto que el sistema resultante continúa siendo más proteccionista que el de muchos países de nuestro entorno, pero el paso que se ha dado termina con un inmovilismo histórico en materia laboral.

Resta ahora, además de la reforma educativa, un nuevo marco impulsor de la actividad productiva. En este sentido, se nos ha anunciado una ley del emprendedor que, para ser efectiva, debería reconsiderar la fiscalidad de los negocios emergentes, creando un marco atractivo, y poco oneroso, para aquellos dispuestos a correr con su propio destino. Aunque las circunstancias impongan un régimen de necesidad, nunca como hoy ha habido tantas personas dispuestas a estudiar las oportunidades económicas que se puedan presentar. Liberarlas de trabas burocráticas y de dificultades, y aliviarlas de una parte razonable de la carga fiscal, resulta fundamental. El momento no es el más propicio para reducir la carga impositiva, dada la necesidad de reconducir el déficit de las cuentas públicas, pero también habría que considerar el positivo efecto compensatorio derivado de una ampliación de las bases imponibles.

España necesita con urgencia crecimiento. Pero con una industria en decadencia y un peso de las exportaciones del 15% del producto interior bruto (PIB), frente al 40% de Alemania, es muy difícil que podamos confiar la recuperación solo a los mercados exteriores, máxime cuando nuestros principales compradores están en Europa y ésta se desliza hacia una contracción de su crecimiento. Del mismo modo, la dificultad de generar de la noche a la mañana en nuestro país un nuevo y pujante modelo productivo nos obliga a ser ambiciosos en las reformas iniciadas y en las que están por venir. Y ello con el fin de que España vuelva a ser percibida como el mejor enclave para hacer negocios, con una legislación garantista y favorable para la inversión productiva.

Efectivamente, la flexibilización del marco laboral, unida a un ajuste competitivo de nuestra fiscalidad empresarial, podría llevar a que España fuese percibida de nuevo como destino de inversiones exteriores con planes industriales. En un escenario de tensiones en el mercado de los hidrocarburos y encarecimiento del factor transporte, la tradicional invocación a España como enclave estratégico en el mundo, en el vértice Atlántico-Mediterráneo, estaría en este caso perfectamente justificada.

En conclusión, del análisis de estas primeras semanas de acción del nuevo Gobierno, se desprende que hay luz tras las reformas. No podemos olvidar, además, que donde otros Gobiernos han tenido 100 días de gracia, este ha contado tan solo con un puñado de horas para ponerse a legislar. En el balance, hasta la fecha, figuran tres grandes iniciativas para poner las bases de la regeneración económica y social de España. Todos querríamos que sus efectos fuesen inmediatos, y que la próxima EPA mostrase al menos un cambio de tendencia. Pero la remontada, desgraciadamente, no será cosa de unos pocos meses, y necesitará, dicho sea de paso, de un gesto de responsabilidad y altura de miras de los agentes sociales para no entorpecerla ni demorarla más.

Clemente González Soler. Presidente de la Asociación para el Desarrollo de la Empresa Familiar de Madrid (Adefam)

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Más información

El fin justifica los medios

Saturnino Gil Serrano

Archivado En

_
_