_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El maratón griego no acaba aquí

El acuerdo griego, elaborado en una negociación maratoniana durante la madrugada del lunes, pone al mal tiempo buena cara. Claro que hubiera sido mejor haber hecho de tripas corazón antes, reestructurando la deuda griega con mayor prontitud. Y es poco probable que Grecia continúe sin más cambios económicos y políticos. Pero la reestructuración de la deuda con los 130.000 millones de euros mantiene la presión en Atenas y ha evitado una explosión mayor.

Tanto Grecia como sus acreedores privados y oficiales están sufriendo algún tipo de daño. Y así debe ser. Como imprudente prestatario, Atenas tiene que reformarse. Como imprudentes prestadores, los inversores privados sufrirán una quita más severa de lo previsto. El resto de la eurozona cometió un error dejando a Grecia dentro de la moneda única, haciendo la vista gorda cuando el país empezó a tener problemas. Así que es correcto prestar a Atenas más dinero en condiciones más generosas de las comprometidas en principio.

Pero ¿el acuerdo hará reducir la deuda griega al 120% del PIB para 2020? Con la economía aún encogiéndose y la sociedad agotando su paciencia, hay un gran escepticismo sobre si el país cumplirá su parte del trato. Los acreedores oficiales de Grecia insisten en más reformas, como recortar de nuevo el sector público antes de que se desembolse el primer pago. Grecia también ha tenido que corregir su Constitución para se dé prioridad al pago de su deuda. Y los líderes de los dos principales partidos políticos se han comprometido a adherirse al acuerdo.

Atenas todavía puede escapar de su camisa de fuerza si se asegura un superávit primario para el año próximo. Así no tendría necesidad de más efectivo para ejecutar su actividad ordinaria, y el Gobierno podría pensar en dejar de pagar intereses, incluso los de la deuda reestructurada. Ello tendría que ser sopesado frente al coste de provocar una inmensa bronca de sus socios que le llevaría a ser expulsado del euro. Otro resultado probable es que no habrá una ruptura completa de relaciones. El programa se desviará, los números no cuadrarán, volverán las negociaciones y las deudas se reestructurarán más. Más de lo mismo.

Más información

Archivado En

_
_