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Columna
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Deuda pública norteamericana

La policía italiana confisca más de 6 billones de dólares en deuda pública norteamericana falsa. Esta noticia, recogida por los medios la semana del sistema… de los mercados. Una cantidad como la mencionada en el reportaje supondría, de ponerse en circulación, un quebranto importante en las finanzas internacionales. Comenzando por la confianza que aún se mantiene sobre los valores refugio, como es la propia deuda pública norteamericana. Pero, por otro lado, también nos advierte sobre la sofisticación y profesionalidad de las autoridades a la hora de detectar fraudes. Sí, estamos en buenas manos.

El comentarista al que escuché la noticia anterior finalizaba con esta sentencia: la facilidad con que habría podido colocarse esta deuda dada la demanda actual de deuda norteamericana. Títulos físicos que pueden guardarse en una caja fuerte. Sin duda, apetecibles en un momento en que todos tenemos la tentación de guardar en las cajas fuertes (de los bancos, supongo) valores refugio que nos protejan en caso de un colapso… que está por definir. Ya saben mi opinión sobre el tema: las crisis surgen porque no se anticipan. Ahora se están poniendo encima de la mesa todas las medidas posibles para prevenir una crisis que a todos nos asusta. La crisis se evitará, lo que no impide que la cautela siga dominando a corto plazo a los inversores. Los títulos falsos detectados eran de los años treinta, nada menos. Yo soy coleccionista de acciones y renta fija antiguos españoles, con mucho interés en la deuda pública. Siempre me ha sorprendido la cantidad de cupones que encuentro en los títulos que compro, por cierto la mayor parte en el extranjero. No hagan preguntas. Sin embargo, la deuda norteamericana es otra cosa. Dice el Departamento del Tesoro norteamericano que aún existen más de 100.000 millones en deuda en papel físico que no se ha cambiado por anotación electrónica. Nada que ver con el tamaño del fraude que se ha evitado, que supondría cerca del 50% de la deuda federal existente en estos momentos.

Solo S&P se ha atrevido por el momento a cuestionar el máximo estatus que mantiene la deuda norteamericana. Hace unos días, Moody's mencionaba para un posible downgrade a la deuda francesa y británica, pero ninguna alusión a la deuda pública de Estados Unidos. Esta ha sido la gran ganadora de la crisis actual, si se puede declarar ganador a alguien. En niveles ya cercanos al 100% del PIB (federal del 70%) no ha dejado de crecer en los últimos años, con déficit público promedio anual del 9% del PIB. Y sin embargo, se financia sin el mayor problema a tipos de interés reales negativos y nominales en mínimos históricos. Admitirán que, en un contexto de desconfianza del mercado sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas de muchos países europeos, los datos anteriores producen cierta satisfacción… o incredulidad. Los mercados son capaces de producir estos sentimientos tan ambiguos.

La misma ambigüedad que nos queda al escuchar al presidente de la Fed advertir al mismo tiempo sobre el grado de deterioro de las finanzas públicas mientras rechaza la necesidad de acometer ajustes a corto plazo. Sí, estamos en un escenario tan complejo que admite este tipo de contrastes. Por cierto, fomentados por los bajos tipos de interés de financiación y de expansión monetaria en Estados Unidos, centrada en dos procesos ya cerrados de compra de deuda pública por la Fed.

¿Es sostenible un nivel de deuda pública del 100% del PIB? Seguro que muchos condicionarán la respuesta a esta pregunta a la relación entre el crecimiento económico y los tipos de interés de financiación a plazo. El primer reto sería conseguir un superávit primario para después ampliar la brecha entre el crecimiento nominal y los tipos de interés a pagar. Con esto se conseguiría un proceso continuado de reducción del tamaño de deuda. S&P explicó su decisión de poner en revisión el rating de la deuda norteamericana al considerar que el acuerdo extremo alcanzado el verano pasado entre republicanos y demócratas no garantizaba la sostenibilidad de la deuda a medio y largo plazo. El acuerdo político aumentaba el techo de la deuda en 2,1 billones de dólares condicionado a un recorte del gasto en algo más de 900.000 millones en 10 años y la concreción de otros 1,5 billones por un supercomité elegido entre ambas fuerzas políticas. La fecha límite para concretar este recorte de gastos era noviembre del año pasado, que más tarde se amplió a este mes de febrero.

Y es fácil que se vuelva a ampliar hasta después de las elecciones de octubre o incluso dejar la puerta abierta a recortes automáticos del gasto a partir de principios de 2013. Ordenarlo le correspondería al nuevo Gobierno que salga de las urnas. Se ha evitado un desastre a corto plazo con la detección y control de los títulos falsos. Esperemos que también se evite un desastre, otro tipo de desastre, a medio plazo si las autoridades norteamericanas no son capaces de estabilizar y reconducir sus finanzas. Evitarlo no le corresponde a la policía.

José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España

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