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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Mantener el camino correcto hacia La Meca

La adjudicación del proyecto de construcción del AVE entre Medina y La Meca en Arabia Saudí a un consorcio español de tres empresas públicas y nueve privadas es una extraordinaria noticia en un momento de incertidumbres como la actual.

No es la primera vez que la industria española recoge recompensas de este tipo. En los últimos cinco años empresas hispanas han ganado contratos por 70.000 millones de euros para construir en los cinco continentes autopistas, aeropuertos, canales, instalaciones eléctricas o de aguas.

La novedad de la adjudicación del AVE de La Meca es que se trata de un proyecto en una actividad, como la alta velocidad ferroviaria, con un gran componente de tecnología. Hasta la fecha estos contratos eran asequibles únicamente para un club reducido de empresas (Alstom, Siemens, Bombardier) y de países (Alemania, Francia, Japón). La guinda es, pues, que la tecnología ferroviaria española sea la premiada y la indudable protagonista en un contrato internacional de 6.736 millones de euros.

Es necesario configurar un liderazgo para los 15 años que durará el proyecto

También hay que congratulares de que el consorcio triunfador esté compuesto por empresas públicas y privadas. Los directivos y equipos de Renfe, Talgo, OHL o Consultrans que han viajado decenas de veces en seis años a Riad, son los héroes de esta historia. Y su esfuerzo se ha conjugado, esta vez sí, con un apoyo político desde Fomento y con gestiones de las más altas instancias del Estado, en una sintonía que resulta clave para conseguir el éxito en este tipo de aventuras y a la que las clases dirigentes del país nunca han sido muy dadas.

Pero como el éxito parece enturbiar la mente de quien lo consigue, en los últimos días han saltado a la palestra tensiones internas.

Se han dado pasos de gigante para adjudicarse el megaproyecto, pero es preciso recordar que le quedan todavía largos años de desarrollo. Por delante están 40 meses para montar el tendido de la superestructura, suministrar los equipos de red y del material rodante y otros 12 años de prestación del servicio del tren veloz y del mantenimiento de la línea. Los problemas en el liderazgo son, en esta perspectiva, un mal de mucho calado.

La resolución de este asunto vital ha explotado en forma de desencuentro cuando se ha puesto sobre la mesa la constitución de la empresa que deberá dirigir y coordinar el trabajo sobre el terreno de las 12 empresas que conforman la parte española del consorcio.

En su origen, el grupo empresarial hoy ganador, surgió de la fusión de dos ofertas anteriores competidoras. Una la dirigía Renfe y Talgo y la otra la encabezaban Adif y CAF. Tras el acuerdo de unión Renfe surgió como la empresa mayoritaria con un 38,9%, mientras Adif se conformaba con el 9,5%.

Hace aproximadamente un año, cuando el grupo quedó calificado como finalista de la licitación, las sociedades se embarcaron en el diseño de los órganos de dirección del consorcio.

En ese momento Renfe cedió a Adif un porcentaje muy significativo de su participación y permitió una equiparación entre los consejeros de ambos en tres miembros cada uno. Así la operadora de trenes quedó con el 27% y el administrador de infraestructuras subió al 21%. En el reparto del consejo Talgo conseguía dos puestos y el resto de los socios uno cada uno.

Cuando el pasado viernes, tras la proclamación de la victoria, se iba a proceder a la constitución definitiva del consorcio, ante la existencia de otras candidaturas, los socios privados más importantes, Talgo y OHL, paralizaron la elección de presidente. Reclamaban que Renfe, o en su caso de Adif, asumirán este liderazgo.

Al quedar en suspenso la elección del presidente, se han desatado los celos entre las dos empresa públicas que, tal vez porque ambas salieron del mismo tronco (la antigua Renfe) han sido incapaces de vivir en armonía desde su segregación en 2005.

Para terminar de complicar las cosas, los socios privados recelan ahora de los nombres que las sociedades públicas han elegido para ocupar sus asientos en el consejo. Aseguran que algunos serán sin duda sustituidos con el previsible cambio de Gobierno tras el 20-N.

La adjudicación del contrato es una noticia tan excelente que obliga a sus protagonistas a perseverar en la rectitud en su todavía dura y larga peregrinación hasta la llegada a La Meca.

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