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Tribuna
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Reestructuración griega

Cuando en plena calle un indigente se nos acerca y nos espeta de manera súbita: "¡La voluntad!", queda sobreentendido que está solicitando de manera voluntaria una propina que pueda calmar su angustia económica. Pero la situación no es igual de voluntaria cuando esa súplica la formula una enferma y sufrida anciana a la puerta de una iglesia. Existen hasta 12 acepciones distintas en la definición de voluntad del Diccionario de la RAE, aunque quizás la más apropiada sea esta: "Elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue".

Pues bien, si de eso se trata, deduciremos que los acreedores privados de la deuda griega van a decidir de motu proprio prorrogar los vencimientos de sus títulos o que las agencias de rating no van a recibir ningún tipo de presión para mantener la calificación crediticia de la deuda reestructurada del Estado heleno….

Ahora pasemos a la triste realidad: cualquier acreedor privado desearía, una vez llegado el vencimiento de sus bonos griegos, cobrar el principal más sus intereses, y redirigir su inversión hacia cualquier otro activo menos problemático. El ya famoso roll over no es más que una especie de patada a seguir en un interminable partido de rugby, que no resuelve nada, sino que traslada el problema al día en el que venzan los nuevos bonos, situación que no es muy diferente de la que viven hace varios años las empresas constructoras e inmobiliarias y la banca financiadora en España: aplazamiento de los vencimientos, quita temporal de intereses, canje de deuda por acciones... Pero interpretar por ello que los bancos actúan de manera voluntaria, cuando lo que realmente querrían es cobrar su deuda de manera inmediata, es tanto como deducir que el banco portugués BCP desea mantener a toda costa su posición de 800 millones de euros en deuda griega… Seamos un poco serios.

Lo inaudito es que ahora tenemos que convencer al árbitro, es decir, a las agencias de rating, de que efectivamente estamos rascándonos los bolsillos de manera voluntaria y por compasión para ayudar a una pobre y dulce ancianita senil, cuando nuestro comportamiento bondadoso está totalmente condicionado por la amenaza de una inmensa jeringuilla tóxica de casi 200.000 millones de euros en bonos contaminados griegos que ya han sido inyectados en vena en las carteras de los bancos alemanes y franceses esencialmente.

El papel de la UE frente a las agencias de rating es esperpéntico y digno del mejor sainete de Enrique Jardiel Poncela: se las critica por el conflicto de interés que supuso su doble papel como asesor en la construcción de productos y calificador de los mismos una vez titulizados, mientras que ahora se les solicita que jueguen exactamente ese mismo doble e incompatible rol (asesor y calificador) como garantía de que la deuda sometida a reestructuración suave, light, o baja en calorías, no caiga en los infiernos de una nueva rebaja en su calificación crediticia. En definitiva, a las agencia de calificación no se les pide independencia de criterio y profesionalidad, sino connivencia, complicidad y compadreo.

Por último, si se pretende que en las emisiones futuras de deuda griega los acreedores actuales mantengan el mismo volumen de inversión que en los bonos a punto de vencer, yo propondría un mecanismo mucho más habitual y bastante menos sospechoso: bastaría con que el Fondo de Rescate actuase como asegurador de las nuevas emisiones (cobrando su correspondiente comisión), y nombrase como creadores de mercado a los bancos europeos poseedores de los bonos antiguos, en su correspondiente proporción. Dichos creadores actuarían (como en el caso de la deuda pública española) garantizando un porcentaje muy alto de la colocación en mercado primario y procurando liquidez posteriormente. Esto evitaría tener que justificar ante las agencias de rating la supuesta voluntariedad de los bancos implicados (pues se trata del mecanismo más utilizado en los mercados de capitales para la colocación de la deuda pública en mercado primario), y además comprometería a los bancos a dotar de cierta liquidez a los bonos, cuestión relevante en el medio plazo, pues en un futuro próximo determinados perfiles inversores como los distressed funds deberían comenzar a mostrar apetito por un activo con riesgo elevado pero rentabilidad atractiva, una cierta liquidez y un importante descuento en su precio.

Mientras tanto, al menos deberíamos buscar una cobertura más consistente al nuevo significado del adjetivo voluntad que de manera torticera y falaz hemos gestado entre todos, y a estos efectos, propongo añadir la siguiente acepción a las 12 que ya constan en el Diccionario de la RAE: "Acto en el que de manera cínica e interesada, proclamamos una supuesta libertad para la acción o inacción, por temor a las consecuencias que tendría ejercer nuestra verdadera capacidad de elección".

Pablo Cousteau. Director de Programas Especializados del IEB

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