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Muerte de Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda

El fin de Bin Laden alivia la tensión geopolítica sobre la economía mundial

La muerte de Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda, puede contribuir a la reactivación económica de las grandes potencias mundiales por las menores tensiones geopolíticas. Sin embargo, los expertos no creen que pueda afectar al precio del crudo, en la medida en que está condicionado por otros factores ajenos al grupo terrorista.

Cartel
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La desaparición de Osama Bin Laden es una buena noticia para la economía mundial. En la última década, el PIB en el mundo tan solo ha sufrido dos caídas en la senda de crecimiento iniciada en 2000. La primera, como consecuencia de los atentados del 11-S en Nueva York en 2001, provocó un descenso de un 0,6% en tasa anual. La segunda se produjo en 2009 cuando convergieron la crisis financiera desatada tras la caída de Lehman Brothers y la crisis económica en un gran número de países desarrollados. De este modo, el impacto de la mayor recesión mundial en setenta años es equiparable, en términos relativos, con el terror causado en el mundo a raíz de los atentados en Nueva York, que posteriormente se propagaron a otros países como Reino Unido, Marruecos, España o Indonesia.

Con la muerte de Bin Laden, anunciada ayer por el propio presidente de EE UU, Barack Obama, se abre una vía para tratar de rebajar las tensiones geopolíticas iniciadas tras el 11-S, que han propiciado batallas en territorios como Irak o Afganistán, prolongadas mucho más allá de lo previsto inicialmente. La muerte del líder de Al Qaeda también podría servir para reducir la presión que estos conflictos han ejercido sobre el precio de algunas materias primas vitales para el desarrollo de las naciones desarrolladas como el petróleo.

En 2000, el barril de Brent, de referencia en Europa, costaba apenas 18 dólares y el precio se ha ido incrementando, impulsado por los conflictos bélicos en países como Irak, el segundo mayor productor de la OPEP, y por la mayor demanda de las grandes naciones emergentes como China e India. La unión de ambos factores provocó que el precio del petróleo tocara máximos históricos al rozar los 147 dólares a mediados de 2008.

La irrupción de la crisis económica provocó que el precio bajara hasta 110 dólares en apenas seis meses y llegara hasta los 36 dólares. Hasta principios de 2011, el precio se mantuvo estable entre los 60 y los 90 dólares hasta que la aparición de nuevas tensiones en el norte de África volvió a tirar del precio, que ha llegado a rozar los 127 dólares en las últimas semanas.

José Luis Martínez Campuzano, estratega jefe de Citigroup, considera demasiado prematuro hacer un análisis sobre el impacto económico que pueda tener la muerte de Bin Laden y cree que el mejor referente a corto plazo es la evolución de los mercados. Nada más conocerse la noticia, el precio del barril de Brent, de referencia en Europa, bajó cuatro dólares, lo que supone la mayor caída en siete semanas, aunque el precio se recuperó posteriormente. "En definitiva, lo que sí se puede producir es una mejora de las expectativas y una menor tensión. A medio plazo soy algo más escéptico sobre el impacto", replica.

Sin embargo, una gran parte de analistas extranjeros considera que la muerte de Bin Laden apenas afectará al precio del crudo, ya que la escalada alcista emprendida desde principios de año tiene unos fundamentos completamente ajenos a las tensiones terroristas. "No creo que las infraestructuras petroleras estén ahora más seguras que Osama Bin Laden está muerto. Los recientes ataques en Irak o en los oleoductos en Egipto son reacciones espontáneas de carácter nacionalista, que apenas tienen que ver con Bin Laden", aseguró ayer Sirine Tajer, consultor del sector energético en Dubái.

Pese a los efectos beneficiosos que puede tener la rebaja del precio del crudo, ese factor no servirá para corregir los desequilibrios que se esconden detrás de la actual crisis, alimentada por un exceso de crédito empresarial y familiar, así como por un elevado aumento de la deuda y el déficit para evitar el desplome de algunas economías. La caída del precio puede servir para inyectar recursos a determinados países obligados a importar crudo por su elevada dependencia energética. Sin embargo, todo lo que obtengan por el abaratamiento del petróleo deberán destinarlo a enjugar los déficit acumulados en la crisis. El impacto, de hecho, habría sido mayor de no ser por el despegue de un gran número de emergentes como China o Brasil.

Turismo, asignatura pendiente

La rebaja de las tensiones geopolíticas puede servir también para impulsar el turismo y los flujos inversiones en el mundo, fuertemente castigados por el repunte de la inseguridad en el norte de África y en Oriente Próximo. Desde que surgió la crisis a mediados de enero en Túnez, los conflictos se extendieron a Egipto, Libia, Yemen o Arabia Saudí, provocando una reducción de los flujos turísticos, importantes en los dos primeros países. Miles de visitantes cancelaron viajes mientras que otros optaron por destinos más seguros como España. El Ejecutivo prevé recibir medio millón de turistas adicionales en 2011. También pueden verse impulsadas las inversiones a esos países, en tela de juicio desde el inicio de los conflictos. Así ocurrió, por ejemplo, en las relaciones entre Italia y Libia, congeladas desde principios de año pese al importante volumen de los intercambios (40.000 millones de euros en los dos últimos años).

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