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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El suelo tiembla bajo los pies de las cajas

Las cajas han presumido siempre de ser entidades muy apegadas a su territorio natal, tanto que la presencia masiva de representantes políticos en sus consejos condicionaba una política de riesgos no del todo profesional, hasta el punto de ser una de las causas de sus infortunios. Pero ahora el verdadero desasosiego de sus gestores es el apego real al suelo en sus balances, un suelo que antes era la prometedora materia prima del negocio inmobiliario y ahora es el principal lastre para el futuro de muchas cajas de ahorros. Las entidades de ahorro tenían a 31 de diciembre pasado nada menos que suelo valorado en 23.000 millones de euros en sus balances como consecuencia de cobros en especie por créditos fallidos.

Tal como recogen las directrices del Banco de España, las entidades tienen ya recortado el valor de estos activos en un 50%, y provisionado hasta el 30% de la pérdida ocasionada, es decir, la diferencia entre el valor adjudicado al terreno y el valor del crédito concedido en su día a los promotores para la adquisición de ese solar que ahora está en las cuentas de las cajas. Tal provisión es un capital consumido y paralizado por parte de las entidades, y que solo podrá liberarse el día que la ingente cantidad de metros cuadrados del balance sean activados para la promoción inmobiliaria de nuevo y, por tanto, salgan del balance. Y ese es el verdadero problema de bancos y cajas: sacudirse el peso de los activos inmobiliarios adjudicados, suelo y casas terminadas, con la dificultad que tiene ahora, con una crisis económica de duración indefinida y con una bolsa de casas sin vender de más de un millón de unidades.

El problema, que así planteado tiene unas dimensiones muy preocupantes, es aún mayor. Y lo es porque la propia naturaleza y duración de la crisis reducirá todavía más el valor de estos activos, sobre todo los solares. Los activos residenciales ya terminados tendrán una venta complicada, pero en absoluto tan difícil como la de los kilómetros cuadrados de solares acumulados por la banca que estaban destinados a engordar un boom inmobiliario que quebró en 2007. La banca se resiste a reducir el valor de los solares y a incorporar a su cartera de mora decenas de créditos de promotores por el coste que supone su regularización. Cada revisión del valor de los suelos, a la baja, supone un nuevo esfuerzo de capital por parte de las entidades, con la consiguiente inmovilización por una larga temporada.

Pero las indicaciones del supervisor sobre la valoración de este tipo de activos prácticamente muertos empiezan a considerarse muy generosas en el mercado, y todo parece indicar que debería acercarse mucho a cero, aunque a tal precio siempre habría una gran disposición de compradores. Pero, desde luego, las expectativas actuales de la actividad económica y del mercado inmobiliario no parece que otorguen a los solares, salvo aquellos que estén en el centro de las ciudades donde hay gran escasez, un valor muy alejado de cero. Esta dificultad para limpiar los balances, como la de vender las casas adjudicadas, que también podría resolverse con un descenso en los precios hasta un nivel aceptable, es la que más ensombrece ahora la recapitalización de las cajas de ahorros. La dificultad es mayor porque el Gobierno les ha exigido un esfuerzo extra que despeje las dudas en los mercados internacionales sobre el sistema bancario y, sobre todo, que no contamine de pesimismo a los inversores en su percepción sobre el resto, sobre el conjunto, de la economía española.

Varias entidades están manejando la idea practicada por La Caixa y Bankia (Caja Madrid y sus socios), aunque en dimensiones bien diferentes, de colocar en un banco malo los activos dañados para dar visibilidad tanto a estos como a la parte sólida del negocio financiero de las cajas. La idea puede ser una solución de transparencia, pero las autoridades deben vigilar que los beneficios del banco bueno de cada entidad son suficientes como para financiar las pérdidas inevitables del banco malo. Además, tras los planes aprobados ya por el Banco de España para capitalizar las entidades, el proceso no debería demorarse mucho para que el sistema financiero en su conjunto, pero las cajas especialmente, volviesen a conceder crédito con el riesgo bien ponderado, sin considerarlo un problema, sino una oportunidad de negocio.

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