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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El riesgo de las dudas sobre el crecimiento

El debate sobre el dato del PIB del tercer trimestre ha quedado en tablas. Erraron los que apostaban por la continuidad del crecimiento -apadrinados por el Gobierno, temeroso del pesimismo que hubiese desencadenado regresar a datos negativos-, pero tampoco acertaron los defensores de una recaída. El Banco de España concluyó el viernes que entre julio y septiembre la actividad económica ni creció ni decreció. Eso sí, gracias a la comparativa con el pésimo tercer trimestre de 2009 el PIB en términos anuales volvió a dar positivo, dos décimas, dejando atrás siete trimestre consecutivos de caídas. Un consuelo puramente estadístico que contrasta con la realidad que arroja la atonía reflejada en términos intertrimestrales. Sin embargo, esta variación nula -que debe ser contrastada con el dato que hará público INE el próximo jueves- da argumentos por igual a pesimistas y optimistas.

Estos últimos tienen razón al declarar que el dato no es malo si tenemos en cuenta el efecto sobre el consumo de la subida del IVA el 1 de julio -que provocó un adelanto de la adquisición de bienes duraderos durante el primer semestre- y el final de las ayudas a la compra de automóviles. De confirmarse las previsiones del Banco de España, el consumo se habría reducido algo más del 1% frente a las alzas de los dos trimestres anteriores. Es difícil determinar cuál será el comportamiento de las familias los próximos meses. Quizá destinen parte del ahorro acumulado en 2009 a compras, aunque lo más probable es que continúe la reticencia por miedo a un desempleo que no baja y unas perspectivas económicas dudosas. El propio Banco de España reconoce la falta de confianza de los hogares y las empresas españolas en comparación con el resto de países de la UE.

Sólo el comportamiento del sector exterior, que en este tercer trimestre ha dado muestras de fortaleza, ha permitido compensar una demanda interna en retroceso. La mejoría de las exportaciones y, sobre todo, la bajada de las importaciones por el menor consumo han salvado el trimestre. No obstante, parece complicado mantener el tirón de sector exterior a estos ritmos, y si no se recuperan consumo e inversión domésticas será muy difícil que la actividad crezca a ritmos sostenibles, imprescindible para dejar atrás la crisis y el paro.

Precisamente en el futuro se sustentan las tesis de los pesimistas. La languidez del tercer trimestre no ha hecho más que agravar la incertidumbre que pesa sobre el comportamiento de la economía española. Nadie, excepto el Gobierno, cree que el PIB pueda crecer el próximo año al 1,3%. Por contra, el consenso del mercado lo sitúa entre el 0,7% y en el 1% en el mejor de los casos.

Respecto a la demanda externa, pesan dudas que confirmarían esos menores crecimientos. La revalorización del euro merma la competitividad de los productos españoles, un problema serio si tenemos en cuenta que el 45% de las exportaciones se realizan en países con otras monedas. Pero también pesa el menor crecimiento mundial previsto para 2011, dominado por los países emergentes, en los que España tiene escasa cuota de mercado. A lo que se suma la baja propensión al consumo del gigante alemán, el principal motor del crecimiento de la zona euro.

Ante la imposibilidad de devaluar el euro, la economía española debe ganar competitividad si quiere mantener el tirón exterior. Y esto exige reducir los costes salariales, pero también un esfuerzo tecnológico innovador por parte de las empresas. Las Administraciones deben acelerar las reformas para que esto sea posible, pues además de beneficiar a las empresas, contribuirá a devolver la confianza de los mercados internacionales en la economía y las finanzas españolas.

El deterioro de la prima de riesgo del bono español, que el viernes superó de nuevo los 200 puntos básicos respecto al alemán, es un toque de atención que no se puede desoír. El Gobierno tiene que ser capaz de convencer, dentro y fuera, de que la economía puede crecer a ritmos superiores y cumplir así con el recorte del déficit fiscal. La reciente advertencia del FMI que vaticinó que en 2015 éste será aún del 4,4% es una muestra más de las incertidumbres que rodean las medidas aprobadas hasta ahora.

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