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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un futuro de progreso para Brasil

La victoria de Dilma Rousseff en las presidenciales de Brasil es ante todo la de su mentor, Luiz Inácio Lula da Silva. Así lo consideró el propio presidente saliente cuando ligó el resultado de Rousseff -la primera mujer que asume la máxima responsabilidad del país- a la valoración popular de sus ocho años de mandato. Los 56 millones de brasileños que han confiado en la ex guerrillera, once más que su contrincante, el socialdemócrata José Serra, son la constatación del triunfo del líder izquierdista. No en vano, el antiguo sindicalista se ha consolidado como presidente más popular en la historia de Brasil. Dilma Rousseff ha explotado ese potencial electoral prometiendo mimetismo en la política económica y social, lo que significa seguir impulsando el crecimiento y atajar la pobreza. En definitiva, es imposible elevar la renta de millones de ciudadanos paupérrimos si no incrementa la riqueza de país, pero, a la vez, será difícil mantener crecimientos entre el 8% y el 5% del PIB si no se amplía la base de la clase media.

Está por ver cómo aplicará las recetas económicas, pero todo indica que Rousseff no se separará de las líneas de Lula, quien ya ha anunciado que la presidenta electa le acompañará a partir de ahora a las reuniones multilaterales, como la del G-20, antes de tomar posesión, el 1 de enero de 2011. La lógica de la continuidad de Rousseff se debe, primero, a que ha participado en persona en la planificación de la estrategia económica como miembro del Gabinete y, especialmente, porque ésta ha arrojado excelentes resultados. Brasil es hoy la octava potencia mundial y, si mantiene los niveles de mejora, seguirá escalando posiciones. Además, el peso internacional del país ha aumentado en consonancia y no se concibe una reunión política o económica de nivel planetario sin escuchar la voz del gigante amazónico.

El reconocimiento externo y convencimiento interno son cartas de presentación que la nueva presidenta debe consolidar. Muchos son los retos económicos que tiene por delante. La reducción de la pobreza; acabar con la corrupción; reducir una burocracia asfixiante; mejorar las infraestructuras con un ambicioso plan; frenar la fortaleza del real que afecta negativamente su exportación o reforzar el papel internacional de Brasil, entre otras. La celebración del Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas de 2016 serán buenos catalizadores de todos ellos.

Numerosas empresas españolas contribuirán, como hasta ahora, en la creación de riqueza para el crecimiento de Brasil. Apostaron por el país antes incluso de un Lula que, hace ocho años, generaba incertidumbres y recelos. Pero el comportamiento de la izquierda brasileña con la inversión extranjera ha sido ejemplar, atrayendo nuevas empresas y ofreciendo seguridad jurídica. Es una vía a seguir por la nueva presidenta y que ojalá emulen otros dirigentes de la región.

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