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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Díaz Ferrán se enreda en su laberinto

La Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) sigue enredada en el laberinto en el que se han perdido sus dirigentes desde que quien les preside, Gerardo Díaz Ferrán, tiene más presencia en la escena pública por las dificultades de sus empresas que por las decisiones al frente a la cúpula patronal. Tras la presión creciente de los hombres fuertes de la CEOE, que consideran que la situación empresarial y personal de Díaz Ferrán perjudica gravemente la posición institucional de la patronal en momentos decisivos como los que encara hoy la economía, el líder empresarial ha decidido someter a la junta directiva la convocatoria de elecciones para elegir presidente. Pero lo hace parapetado tras una calculada ambigüedad acerca de si se someterá a la reelección o no, cuando aún le restan tres años de mandato.

El simple hecho de someterse a una especie de moción de confianza en toda regla, que eso supone el adelanto electoral, ya es una rectificación de la posición mantenida durante el último año, desde la suspensión de pagos de Air Comet, en el que las circunstancias corporativas que le rodean han desatado peticiones reiteradas de renuncia, tanto desde dentro de la patronal como desde fuera. No obstante, la nota emitida ayer puede interpretarse como un respaldo implícito a su continuidad, o como el canto del cisne de una aventura condenada a la liquidación.

Díaz Ferrán no tiene de qué avergonzarse por el desgraciado hecho de que una o varias de sus empresas hayan entrado en la espiral concursal por la fuerte presión de la crisis económica, tal como le ha ocurrido a miles de empresas en los últimos años. Pero la exigencia mínima que su cargo compromete, que desde estas páginas planteamos ya hace un año, y que pasa por separar taxativamente su cargo de su situación empresarial, para no dejar que unas circunstancias contaminasen a las otras, no ha podido o sabido mantenerla. La sombra de que alargaba excesivamente su permanencia en el cargo como palanca para tratar de recomponer su situación corporativa se ha hecho demasiado evidente, aunque sea difícil encontrar pruebas ciertas de tal comportamiento. Y cuando el desapego social y la crítica se han cebado tanto con los gestores de la política económica como con las contrapartes sindicales, la CEOE no ha sido capaz de ofrecer una imagen institucional alternativa más decorosa y acreedora de mejores soluciones.

Díaz Ferrán debe dar su aventura patronal por liquidada. Los empresarios y las patronales que forman la CEOE deben encarar los años venideros, cruciales para la transformación económica a la que debe someterse España si quiere tener futuro, con un liderazgo sin duda ni tacha, y con la plena adhesión de todos los emprendedores del país. Hay en la órbita patronal muy válidos directores de tal proyecto, y ésos son quienes deben dar ahora un paso al frente.

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