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Tribuna
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El desafío europeo

Es bien sabido, dada la extraordinaria importancia de la electrónica, las tecnologías de la información y las telecomunicaciones en el proceso de creación de riqueza directa -su propia actividad- e indirecta -mejorando la productividad de la economía-, que las eTIC se han convertido en el eje de la prosperidad económica y social presente y futura. Así lo atestiguan prácticamente todos los Gobiernos de los países más avanzados, e incluso la Comisión de la UE acaba de lanzar su Estrategia Digital 2020 en la que glosa las muy positivas contribuciones de las eTIC a la economía y la sociedad.

El consenso político acerca de la importancia de las eTIC, no se manifiesta igualmente, sin embargo, a la hora de "hacer política" como es fácil comprobar.

Así, mientras que en Europa prevalecen políticas de demanda -y no siempre bien encaminadas-, en EE UU, Japón, Corea y no digamos en China, la oferta tecnológica ocupa un lugar principal. Al efecto, conviene recordar que los estudios comparados de evolución de la productividad entre UE y EE UU -muy favorables a los norteamericanos las últimas décadas- ponen de manifiesto la importancia del desarrollo y producción de las nuevas tecnologías -la oferta tecnológica-, y no solo la demanda de éstas.

Si analizamos detenidamente la posición competitiva de la UE dentro del marco del hipersector TIC, la situación es más bien preocupante. En componentes electrónicos -fundamentalmente en los estratégicos chips- el liderazgo mundial se lo disputan EE UU y Corea. La electrónica de consumo está hoy en manos asiáticas, principalmente Japón y Corea. En tecnologías de la información -hardware y software- EE UU domina los mercados. En internet -buscadores y gadgets- con decir Google y Apple, basta. En electrónica profesional, Europa y Estados Unidos -gracias a intervenciones gubernativas- todavía dominan los mercados. Sólo en telecomunicaciones, y gracias a nuestro buen hacer en telefonía móvil digital, Europa mantiene el liderazgo mundial.

En las circunstancias descritas parece evidente la necesidad de revitalizar el sector de telecomunicaciones, ya que es el único en el que la UE todavía tiene serias esperanzas de futuro. En Europa residen varios de los más importantes operadores a escala mundial, así como fabricantes de referencia aquí asentados gracias a pretéritas políticas muy acertadas, como fue el caso del desarrollo del sistema de telefonía móvil denominado GSM. Nadie discute, por tanto, la necesidad de potenciar y revitalizar las telecomunicaciones europeas y menos aún las autoridades comunitarias, pero es dudoso que vayamos a conseguirlo.

Un ejemplo reciente viene a dar la razón a quienes dudan de la UE en materia de telecomunicaciones: el caso portugués recientemente saldado con la negación de una operación muy razonable de consolidación empresarial en el sector. Ni siquiera con una sentencia judicial favorable, las autoridades de la Unión Europea han sido capaces de imponer su política, que ha quedado al albur de cada país. Competir en tales condiciones con EE UU, Japón, Corea y no digamos China, suena a risa. Más aún en ausencia de una política comercial común de reciprocidad respecto a las importaciones tecnológicas de terceros países.

Ante la clamorosa ausencia de política europea en materia de telecomunicaciones, solo cabe confiar en el "sálvese quien pueda". De hecho podríamos estar en presencia del peor escenario posible: la política europea solo sirve para los países que quieran voluntariamente someterse a ella, lo que excluye la posibilidad de que Europa siga liderando el mundo.

Mientras la EU habla más que hace en telecomunicaciones, y antes de cultivar el melancólico "lo que pudo haber sido y no fue", los países más avispados pueden y deben -España entre ellos- actuar ya: acometiendo ambiciosos y pioneros proyectos de despliegue de redes de muy alta velocidad y al hilo de los mismos atraer inversiones industriales e impulsar otras nacionales que dando respuesta tecnológica a las nuevas demandas de redes terminen consolidándose como centros de competencia a escala internacional.

En telefonía móvil y televisión digital ya comprobamos las ventajas de ser pioneros; además de disfrutar antes que los demás de las nuevas tecnologías, las empresas españolas pudieron luego exportar con éxito sus experiencias.

Jesús Banegas Núñez. Presidente de la patronal tecnológica Aetic y vicepresidente de la CEOE

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