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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un terreno de juego para la energía

La apuesta del Gobierno por las energías renovables ha quedado patente en el modelo energético que plantea para 2020 y que someterá a discusión con el resto de grupos políticos. Del mix de potencia instalada para la próxima década, el 43% dependerá de fuentes renovables (hidroeléctrica, eólica, solar y biomasa), frente al 25% actual. Prácticamente se duplican. Por contra, la nuclear, el carbón y el petróleo pierden peso y entre los combustibles no renovables, sólo aumenta el gas natural.

La prioridad por las energías verdes implica una decisión política que ha defendido el PSOE reiteradamente en sus programas electorales. Como también el abandono paulatino de la nuclear, algo patente en los datos del Gobierno. La potencia instalada de esta energía se reducirá en algo más de 500 MW en 10 años, coincidiendo con el cierre de Garoña. La vida útil de las restantes va más allá de 2020, por lo que no se puede deducir si las alargará o no. Pero obviamente, de la previsión del Gobierno queda cerrado cualquier debate que implique aumentar la energía nuclear instalada, lo que la aboca a la desaparición. Al menos que la oposición fuerce tal negociación.

Las reacciones de la industria eléctrica han sido dispares. Las tradicionales han mostrado el mayor de los rechazos y denuncian que la apuesta del Gobierno dispara el coste de la electricidad. Totalmente cierto si se tiene en cuenta que sólo este año el coste de las primas a las renovables asciende a 6.000 millones de euros. Sin embargo, las renovables lo han recibido con una mezcla de satisfacción y escepticismo. Satisfacción por la importancia que se les otorga y escepticismo por los vaivenes normativos que vienen padeciendo los últimos años y que les vuelve desconfiados respecto al apoyo real del Gobierno a las energías limpias.

Es cierto que el Gobierno proporciona certeza sobre una de las materias sobre las que hasta ahora había existido siempre cambios de parecer, cual es la composición de la oferta energética. Pero debería establecer en paralelo los mecanismos de retribución de cada fuente de generación para que tanto las opciones de la oferta como las de la demanda se decantasen sin temor a cambios ulteriores. Si la apuesta es, como parece ser, la renovable, es imprescindible que el Gobierno presente lo antes posible el marco de apoyo con que van a contar las energías limpias de aquí a 2020, aunque con la lógica flexibilidad en función de la eficiencia que vayan adquiriendo las tecnologías. En todo caso, las primas deben tener caducidad para estar en igualdad de condiciones que el resto de la oferta. Algo parecido debe primar para el carbón, subvencionado por motivos sociales. El problema de los últimos meses con el almacenamiento de carbón que no han quemado las centrales no debe repetirse. La incertidumbre no es buena en ningún sector, pero menos en uno estratégico como el energético.

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