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Columna
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La recesión no ha acabado en Estados Unidos

Los datos de empleo de septiembre dejan claro que la economía de EE UU está todavía en un agujero sin precedentes. La cifra, 263.000 empleos perdidos cuando los analistas esperaban 180.000, ha sido sólo el eje de un depresivo panorama del mercado de trabajo.

El ritmo de pérdida de empleo ha estado disminuyendo de manera casi espectacular desde los 741.000 de enero, dando a entender que el final de la recesión podría estar al alcance de la mano. Pero la caída de 201.000 empleos en agosto sugiere que la mejoría puede haberse detenido.

Hay más malas noticias. Es muy pronto para recortar o añadir horas al recuento. La media de la semana laboral llegó a 33,1 horas en agosto y volvió a caer a 33 en septiembre. Esto no es lo que debería estar sucediendo en este punto en la mayor recesión en EE UU desde la Segunda Guerra Mundial.

Los expertos en estadística estarán deprimidos por la revisión anual preliminar del volumen de la población activa. Mostró 824.000, el 0,6%, menos empleados que en el recuento del año pasado. Si la nueva estimación se hiciera con el cálculo actual, la tasa de paro estaría por encima del 10%.

Una economía que pierde 263.000 empleos mensuales -un 2,4% de la población activa al año- simplemente no está en recuperación. De hecho, los ingresos perdidos y la mayor inseguridad están creando una considerable barrera para el crecimiento del consumo.

El deterioro del mercado laboral parece encajar mal con los recientes indicadores de fortaleza -o menor debilidad- en las manufacturas y el sector inmobiliario, suficiente como para llegar a un aumento del 3% del PIB de EE UU en el tercer trimestre. Pero muchos de los acontecimientos positivos parecen accidentes.

Pensemos, por ejemplo, en las ayudas en la compra de automóviles, que impulsó las ventas en julio y agosto, o en el efecto sobre las viviendas de los ultrabajos tipos de interés y en los 627.000 millones de dólares en préstamos proyectados por el Federal Housing Agency.

Las mayores exportaciones y el gasto público sólo pueden enmascarar temporalmente la mala salud de la economía. A largo plazo, tales niveles de desempleo importan mucho más. Ni los estímulos monetarios ni los fiscales son fuentes de una prosperidad a largo plazo. La economía estadounidense está descubriendo ahora sus propios defectos.

Por Martin Hutchinson

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