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Tribuna
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España y China abren una nueva etapa con Telefónica

A bombo y platillo se anunciaba el lunes la firma de un ambicioso acuerdo estratégico entre dos gigantes de las telecomunicaciones, que completa un largo ciclo de fructíferas relaciones hispano-chinas en esta industria y abre a la vez nuevas perspectivas en los flujos bilaterales de inversión. El intercambio accionarial constituye una primicia en la acción exterior china y marca un nuevo camino para las empresas del país en sus procesos de expansión. Por su parte, la operadora española amplía su presencia en el mayor mercado de telecomunicaciones del mundo, aunque siguen persistiendo dudas acerca de una inversión de cariz más bien financiero, tanto por su importe como por su influencia en la gestión del grupo chino.

El romance chino de Telefónica comienza hace más de un lustro, cuando fabricantes chinos de equipos de telecomunicaciones se aventuran en los mercados sudamericanos, técnicamente menos exigentes que Europa y Estados Unidos. Como primera o segunda operadora en la mayoría de países, Telefónica se convierte pronto en cliente habitual de los chinos en América Latina. Hoy día, compañías como Huawei Technologies o ZTE facturan miles de millones de euros en todo el mundo, amenazando la supremacía de Alcatel, Lucent o Cisco. Huawei, por ejemplo, fundada en 1988 por un ex oficial del Ejército Popular de China, dispone en España de más de 250 empleados, con oficina y centro de I+D en Madrid, así como una unidad de asistencia técnica para el mundo hispano en Málaga.

La apertura de una oficina de representación en Beijing y la primera inversión en China Netcom en 2005 marcaron nuevos hitos en Telefónica, fruto combinado de la audacia de sus directivos y los convincentes argumentos del Gobierno chino, preocupado por afianzar esta peculiar relación triangular China-España-América Latina. No en vano, esta zona del mundo constituye, junto con África, una de las prioridades de la política exterior china.

Estos años no han estado exentos de polémicas, siempre salvadas por los españoles con gran diplomacia y visión a largo plazo, como ocurrió durante la reordenación de las telecomunicaciones chinas, teledirigida en 2007-2008 desde Beijing. La fusión por decreto de las dos operadoras menores, China Netcom y Unicom, provocó recelos entre la comunidad inversora, que reclamaba una ecuación de canje más favorable a los antiguos accionistas de Netcom, entre los cuales figuraba la propia Telefónica. Poco después, la española se vio indirectamente inmersa en la pugna entre la poderosa familia Li y el no menos poderoso Gobierno chino, contrario a la venta de la operadora de Hong Kong, propiedad de Li, a un grupo extranjero.

Las injerencias del Gobierno chino ponen de relieve que las reglas del juego son distintas en este país y sector, aunque habitualmente las oportunidades de negocio compensan estas dificultades. No obstante, en otros sectores como la banca, entidades occidentales han deshecho, con importantes plusvalías, sus participaciones minoritarias en China, ante la imposibilidad de influir en la gestión y obtener sinergias. Por parte China, Gobierno y empresas revisan también su política de inversiones exteriores. La estatal China Investment Co. (CIC), gestora de las ingentes reservas de divisas, difícilmente recuperará su desembolso en Morgan Stanley y Blackstone, mientras TCL y Lenovo cuestionan si las marcas occidentales adquiridas (Thomson e IBM, respectivamente) valían realmente el importe pagado.

En estas circunstancias, los intercambios accionariales aparecen como una nueva vía de expansión y colaboración entre China y el mundo. Como en el caso de Telefónica, nuestro privilegiado acceso a los mercados de Europa, América Latina y norte de África constituye para grupos chinos un importante activo, que ahora puede materializarse a través de los mercados bursátiles.

Jacinto Soler-Matutes. Socio de EmergiaCconsulting y profesor de la escuela de Asia Oriental de la Universidad Pompeu Fabra

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