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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los países exportadores superan la recesión

Japón, la segunda economía mundial, comunicó ayer oficialmente que ha superado la recesión en el segundo trimestre. El PIB japonés creció un 0,9% respecto al trimestre anterior -cuando la caída fue de un 3,8%- y, de seguir así, en términos anualizados arrojaría ya un avance del 3,7%.

A pesar del buen comportamiento de la economía de Japón, que ha conseguido remontar su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, la reacción no fue de optimismo en los mercados bursátiles. El índice Nikkei se derrumbó un 3,1%, arrastrando en parte al resto de las Bolsas mundiales en una jornada en rojo en todo el mundo por la toma de beneficios y una cierta vuelta al pesimismo. Y es que los analistas esperaban que el PIB japonés se hubiese comportado aún mejor.

Para ser precisos, el pinchazo de los mercados no debe achacarse a la estadística japonesa; simplemente, los inversores han recogido los beneficios de las últimas subidas, azuzados por el débil dato de confianza del consumidor estadounidense del viernes, que ya había arrastrado los índices neoyorquinos a la baja. Ayer, lunes, después de no haber llegado a tiempo el viernes, los mercados asiáticos y los europeos se limitaron a reflejar esa falta de confianza. Con toda seguridad, si Japón hubiese anunciado su PIB unos días antes, los mercados lo habrían acogido con alborozo.

Porque se trata en definitiva de una buena señal, y ha de considerarse como uno de los brotes verdes más esperanzadores de las últimas semanas. Su valor se multiplica al sumarse a Alemania y Francia, que también han abandonado la recesión y ven crecer de nuevo sus economías, aunque sea a un modesto 0,3% trimestral. En buena lógica, esta mejora se empezará a extender al resto de las economías mundiales, que se han comportado generalizadamente este segundo trimestre mejor que el anterior, aminorando de forma evidente los ritmos de caída de la actividad. Aún así, se equivocará quien entre en el optimismo desmedido y crea que la crisis ha terminado.

Los planes de estímulo de los Gobiernos han apuntalado un consumo que en algunos países ha empezado a dar síntomas de mejoría. China es, una vez más, el paradigma. Tanto que desde Japón reconocen que ha contribuido a sacar a su economía de la recesión. Pero los fondos públicos no pueden continuar cebando las economías indefinidamente, porque los déficits fiscales ya han llegado a peligrosos límites que no deben rebasar. Las economías tienen que funcionar por sí solas y los estímulos deberán retirarse más pronto que tarde.

La recuperación de países netamente exportadores, como Alemania y Japón, ha dejado patente que aquellos sustentados principalmente en su consumo interno, como España, tendrán más complicado aprovechar el tirón procedente de las áreas emergentes. En cambio, las economías con un fuerte peso del sector industrial saldrán beneficiadas en esta primera etapa de recuperación.

En la mayoría de los países el desempleo cebado por la crisis es un grave problema. Y en clave española presenta dificultades añadidas, precisamente por un modelo de economía no orientado ni a la industria ni a la exportación, lo que ha llevado la tasa de paro al 17%. Una economía como la nuestra, no puede resignarse a semejante lastre. Sirva como ejemplo que Japón, que afronta de nuevo el crecimiento tras quince meses de caída del PIB, vio saltar todas las alarmas cuando su tasa de paro llegó al 5%.

Es una obviedad que la economía española necesita ajustes. Así lo reconoce el propio Gobierno, aunque tanto el Ejecutivo como los agentes sociales no parecen conscientes de la urgencia que requieren. Y son imprescindibles para no perder el tren de la recuperación que algunos ya han tomado. Una indefinida Ley de Economía Sostenible para generar un modelo productivo más estable no pasa, por ahora, de las buenas intenciones. Japón, Francia y Alemania están dando pistas nítidas de cuál debe ser el objetivo: aumentar el peso del sector exterior.

Los productos industriales con valor añadido -gracias a diseños innovadores o tecnologías avanzadas- son los elementos que determinan que una balanza comercial sea deficitaria o disfrute de superávit. España tiene que andar este camino, por difícil que sea. El retraso industrial es causante de que la economía resista mucho peor los vaivenes del ciclo.

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