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Tribuna
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Un riesgo inaceptable

Cómo es posible que dos instituciones financieras, Freddie Mac y Fannie Mae, que juntas copan el 40 % de todas las hipotecas de Estados Unidos, hayan llegado a una situación en la cual su quiebra hubiera podido arruinar al entero sistema financiero del país más rico del mundo? ¿Cómo ha sido posible?

¿Qué dejadez, irresponsabilidad, incompetencia o pura avaricia por parte de los directivos de las empresas la ha podido causar? ¿Qué fanatismo económico, parcialidad redistributiva y falta de ética -con un toque de mala suerte- de las autoridades financieras son responsables de una situación, que entraña, en palabras del presidente Bush, 'un riego inaceptable'?

Todo esta debacle se debe al exceso de libertad de la cual los mercados financieros vienen disfrutando en Estados Unidos durante los últimos años, la edad de oro del neoliberalismo financiero. Esta libertad se ha defendido y practicado sobre el supuesto -probado falso una y otra vez- de que los mercados financieros, dejados a sí mismos, se regulan automáticamente. Eso es una estupidez teórica y una negación de la evidencia, acumulada desde la crisis financiera de 1907 hasta nuestros días.

Es éste un supuesto que tiende ciegamente a excluir la intervención de las autoridades en los negocios de los particulares. Pero, los mercados financieros no se autorregulan, sobre todo en la acumulación de riesgos sobre el sistema, porque ningún agente individual tiene alicientes ni capacidades para controlar los riesgos sistémicos. Sólo las autoridades, y normalmente el Estado, tiene alicientes y capacidades para vigilar la generación y expansión de riesgos en el sistema e impedir que crezcan hasta el punto de crear un riesgo inaceptable para la sociedad. La autorregulación de los mercados financieros ha brillado una vez más por su ausencia. Los interesados, sin embargo, la seguirían defendiendo y promocionando. Los gobernantes tienen que renunciar de una vez a la fábula, tragicomedia y, en definitiva, mentira de la autorregulación.

Llegados a este punto, el Gobierno de Estados Unidos no tiene más remedio que intervenir y ejecutar la garantía implícita de no dejar hundirse el sistema financiero del país. Garantía nunca confesada, pero existente, porque todos los interesados cuentan con ella. Los directivos de estas dos empresas la tenían en el ápice de sus mentes cuando llevaban las empresas a ellos confiadas a terrenos peligrosos. 'Son tan grandes que no pueden quebrar.' Es lo que en la terminología de los seguros se llama moral hazard, riesgo moral o riesgo sistémico. Siempre es un mal asunto para las compañías aseguradoras, las cuales tratan de evitarlo al máximo.

Ahora cerca de 200.000 millones de dólares se van a invertir en la operación de salvamento, con dinero público, es decir, dinero del público, de los contribuyentes, y de la deuda pública. Es un costo desmesurado para una economía ya muy endeudada, un negocio muy caro, tanto en términos monetarios como en términos del costo de oportunidad. ¡La de empleo que se podría crear con una inversión productiva de esa magnitud!

La reacción de las Bolsas del todo el mundo ha sido fulminante y optimista. La intervención del Gobierno norteamericano cierra un agujero negro que amenazaba con engullir bancos e instituciones financieras del país y de otros países. En medio de tantas malas noticias económicas como hay estos días, la intervención es un respiro, que bien puede representar un punto de inflexión y marcar el inicio de una remontada de la crisis financiera. Es algo positivo en un momento en que bajan los precios del petróleo y de los alimentos. Pero la cosa no puede quedar aquí. 'Nos hemos salvado de ésta, vamos a por otra', dirán los más osados -y socialmente irresponsables- en el mundo de la ingeniería financiera.

Ahora hay que plantearse la regulación de riesgos en todos los mercados y para todos los productos financieros, antiguos, nuevos y por inventar. Esta crisis tiene que acabar con el chantaje de la autorregulación financiera. Es necesario dejar en manos de gobernantes informados y responsables una cosa tan importante como es la maquinaria para producir y extender riesgos por las economías del mundo. En este terreno no puede haber libertad, por la razón ya mencionada: ningún individuo o empresa particular tiene -y nunca tendrá- incentivos y capacidades para controlar los riesgos financieros del sistema.

Luis de Sebastián. Catedrático de Economía de Esade

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