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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inversión y las materias primas

Las reglas de juego de la economía mundial han cambiado con los niveles de encarecimiento de las materias primas, sobre todo las energéticas. Pero la tradicional vulnerabilidad ante las subidas del crudo y el temor a las recesiones originadas por él se han relajado, aunque nunca desaparecerán del todo. El detonante de la nueva situación, que ha alcanzado su maduración ahora pero que arrancó hace más de diez años, es China y las economías emergentes de su área de influencia. La insaciable demanda de progreso y bienestar de Asia continental ha creado un escenario nuevo que ha cambiado el comportamiento de aquellos actores que quieran seguir el ritmo.

El acelerado acceso de una ingente masa de población, no menos de 3.000 millones de personas, a unos estándares casi occidentales de vida, ha disparado los precios de las primeras materias hasta encender las alarmas de los más heterodoxos y optimistas del análisis económico. El crudo llega a 130 dólares por barril (bien es cierto que con un dólar históricamente depreciado), los metales tocan cotizaciones desconocidas y los alimentos, convertidos en inputs energéticos e industriales, amenazan con ser inalcanzables para millones de personas por incapacidad de pago.

Aunque la tensión de la demanda mundial justifica buena parte de su revalorización, los precios están en una gran parte asistidos por la especulación, hasta el punto de que cada día en los mercados se cruzan operaciones con unos volúmenes que sextuplican las necesidades diarias de la demanda. El crudo, no obstante, ha empezado a flexionar en las mesas de contratación de futuros; pero nadie espera que sus cotizaciones encuentren suelo muy lejos de los máximos. Si se desplomasen a las cifras que hace diez años, es que habrá mediado un auténtico colapso económico o que una mayúscula revolución tecnológica habrá generado un avance de productividad suficiente para soportar sin riesgo los precios actuales.

Dado que ambas cosas son poco probables, los costes actuales de los inputs industriales están aquí para quedarse. Por tanto, la oleada de inflación en el mundo tendrá que ser combatida con financiación más cara, tal como el BCE está ya practicando en Europa, con el consiguiente riesgo para el crecimiento, el empleo, los beneficios y la inversión. El viernes, tras un súbito repunte de tipos y petróleo por las advertencias de firmeza de Trichet, así como la cada vez más cercana confirmación de que EE UU puede entrar en recesión, pasó una severa factura a las Bolsas de todo el mundo. Para afrontar cuanto antes y con éxito estas dificultades, los agentes económicos (bancos, empresas, Gobiernos y reguladores) deben apremiar soluciones al resto de lastres, fundamentalmente la crisis financiera mundial.

Mientras tanto, las oportunidades inversoras en las materias primas serán limitadas y tendrán el riesgo de quebrarse si la ruptura de su componente especulativo arrastra a sus fundamentales. Petroleras, ingenierías industriales, metalúrgicas, alimentarias y energéticas renovables siguen ofreciendo oportunidades de rentabilidad. Por contra, las sociedades con uso intensivo de derivados de las materias primas e inelásticas al precio de consumo soportarán la peor parte. Las aerolíneas y las eléctricas son el mejor ejemplo.

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