Las verdades del comercio de Madrid
Estos últimos meses hemos visto cómo en Madrid se iba caldeando el debate de la liberalización comercial, una liberalización que se quiere imponer a toda costa y sin tener en cuenta el consenso que se había alcanzado por todas las partes implicadas. España tiene un modelo comercial que se caracteriza por una organización equilibrada de las ciudades y un comercio integrado en dichos núcleos urbanos. En otros países, como EE UU o Inglaterra, se está comenzando a ver que sus modelos, diferentes al español, son insostenibles, ya que la población vive en urbanizaciones que no disponen de comercios ni servicios, con lo que los ciudadanos no tienen otro remedio que desplazarse para desarrollar su vida.
Según una reciente encuesta del Ministerio de Agricultura, el 86,2% de los consumidores están satisfechos con los horarios comerciales actualmente establecidos. Si nuestro modelo es eficaz y se ha demostrado así, y además no hay una demanda social, entonces ¿por qué se quiere cambiar? No podemos ser tantos los que estemos equivocados: 650.00 pequeños y medianos comerciantes, tres millones de trabajadores, sindicatos, organizaciones de consumidores consideran que los horarios son correctos, y que sólo unos pocos, como la Comunidad de Madrid, hayan recibido la iluminación de que se tiene que cambiar todo un modelo comercial.
Primero fue ampliar el número de festivos de apertura comercial autorizada, de 20 a 22, mientras que la media española se sitúa en 8. Después fue declarar Sol y Preciados como zona de gran afluencia turística, autorizando a cerca de 1.000 comercios de más de 300 metros a abrir sus puertas los 365 días al año.
Y ya por último, la aprobación de la Ley de Modernización del Comercio, presentada recientemente por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que permite la eliminación de las limitaciones horarias, así como las trabas para la consecución de la segunda licencia.
Estas medidas no estaban en el programa electoral, ni del PP ni de Esperanza Aguirre, y no existe una demanda por parte de los ciudadanos de Madrid. Insistimos, ¿cuáles son los motivos por los que se quieren imponer a toda costa? No lo podemos asegurar pero lo único que se nos ocurre es que tengan como objetivo beneficiar a las grandes compañías internacionales de distribución.
Todos los datos apuntan a que Madrid presenta la densidad comercial más baja de España, con una cifra de 12,57 comercios por cada 1.000 habitantes, según el Dirce y el padrón municipal. Por otro lado, la ocupación en el comercio minorista en Madrid también es ligeramente inferior y crece menos que la media española (41,10 empleados por cada mil habitantes, frente a 41,54). De igual forma, la densidad de comercio autónomo ha pasado del 12,58 por 1.000 en 2000 al 10,76 por 1.000 en 2006 y la cifra del IPC referido a los primeros meses del 2008 continúa avalando nuestra tesis de que la concentración comercial y el modelo comercial de Madrid es más ineficiente. Madrid, en los componentes del IPC en el comercio, es más inflacionista que la media nacional.
Y más curioso resulta que tanto bombo se le haya dado a la Ley de Modernización de Comercio de Aguirre, una ley que se autodenomina 'moderna' pero que de moderna no tiene nada, por lo que nos parece un insulto a la inteligencia que no se haya caído en la cuenta que la ley actual ya permite al comercio madrileño abrir hasta las 12 de la noche. Nos preguntamos entonces ¿por qué ningún grupo comercial, ya sea grande, mediano o pequeño, ha optado por esta posibilidad? ¿Será porque no es rentable?
Visto lo que está pasando, creemos sin ningún tipo de duda que Madrid está gobernada por una persona que no piensa más que en intereses partidistas y no en lo más conveniente para sus conciudadanos, entre ellos, muchos comerciantes, que también tienen derecho a conciliar sus vidas familiares con las laborales. Más horas de trabajo para el sector servicios y comercio significa menos conciliación para ciudadanos y consumidores. Es por eso que pedimos que, por favor, se deje de tomar el comercio como carro de batalla de una guerra ajena a los intereses de los consumidores y de una economía positiva y progresista, y que se nos deje trabajar, eso sí, en libre competencia, sin proteger a los grandes monopolios de la distribución comercial.
Pere Llorens. Presidente de la Confederación Española de Comercio (CEC)