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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los mercados precisan señales

Los mercados bursátiles de todo el mundo han arrancado la semana con una de las sesiones más tenebrosas que se recuerdan, con descensos de más del 7%, en una jornada en la que la falta de referencias de Wall Street ha hurtado la moderación que siempre introduce en el mercado. La de ayer fue la sesión con más pánico de este siglo, además de concentrar la mayor bajada en una sola jornada, sin que ningún hecho concreto desatase la vorágine vendedora. Da la impresión de que los inversores en todo el planeta hubiesen despertado de un mismo sueño que presagie una recesión global. Los fundamentales de la economía en Europa no justifican descensos tan virulentos de las acciones, y más parece una sobredosis de pesimismo contagioso que una reacción lógica a acontecimientos irrefutables. Calma, por tanto, señores.

Analicemos qué nos ha llevado hasta aquí, y qué desenlace puede tener. Con las Bolsas en máximos, con crecimiento de la actividad en todas las zonas, la crisis financiera desatada en EE UU antes de verano ha supuesto un alto en el camino: todas las economías han puesto la alerta y sus agentes económicos han comenzado a colocar en cuarentena sus expectativas. Los acontecimientos posteriores han añadido pesimismo por la falta de confianza financiera, han paralizado las operaciones que precisaban de financiación ajena y se ha comenzado a respirar un aire de crisis en EE UU que ha alcanzado a todo el planeta.

En paralelo, la persistencia de unos precios desconocidamente altos en las materias primas han puesto la inflación en las mayores cotas en 20 años y han restado capacidad de maniobra a los bancos centrales, que tienen dificultades para abaratar el dinero e inyectar optimismo. El último capítulo, la semana pasada, es el reconocimiento público por parte de George Bush de que la crisis está ya a la puerta: 'Estamos dispuestos a entregar más de 100.000 millones de euros a los contribuyentes para combatir la situación'. Ese mensaje ha alarmado a quienes descubren una situación más grave de la estimada y ha decepcionado a quienes esperaban más impulso fiscal.

Si EE UU está en crisis, el resto de las economías no escapará a la abultada sombra de la primera potencia del mundo, ni siquiera los tigres emergentes. Las Bolsas asiáticas fueron las primeras en corregir en la negra jornada de ayer, porque sus empresas no podrán vender con el mismo vigor si la demanda estadounidense se estanca. Si la actividad se contrae, lo harán los beneficios y, por lógica, la Bolsa caerá, anticipándolo.

Pero el temor de una crisis de actividad y demanda viene acompañado por una contracción ya constatada del crédito, como consecuencia de las pérdidas de las subprime. Los impagos pueden contagiarse al consumo y a los compromisos financieros de las grandes compañías, endeudadas como nunca en la historia, y generar un desesperado alud de suspensiones de pagos de dimensiones y consecuencias incalculables. Bancos centrales y autoridades económicas tienen que hacer algo, dar señales claras, pero no sin conocer primero cuál es la profundidad del agujero. Es la única forma de que bajadas de tipos e inyecciones fiscales de renta tengan efecto en la demanda, sin ser devoradas por la desconfianza.

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