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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Algo más que un gesto de Pekín

La decisión de las autoridades monetarias chinas de flexibilizar mínimamente la cotización de su moneda, el yuan, frente al dólar estadounidense ha vuelto a agitar los mercados de divisas, y con ellos los de materias primas y los bursátiles. Tres semanas después de que la asamblea general del Fondo Monetario Internacional y el G-7 enviaran mensajes claros a los mercados con la necesidad de reajustar los precios de las divisas de forma suave, las autoridades chinas han reaccionado, aunque sea con poco más que un gesto.

Hasta ahora sólo el euro y el yen han soportado la depreciación del billete verde de Estados Unidos en las tres últimas semanas, con apreciaciones cercanas al 10% en ambos casos. Estos movimientos suponen una anticipación del mercado a un reajuste de precios fundamental para corregir los grandes desequilibrios exteriores de la economía norteamericana, cuyo crecimiento descomunal amenaza con una resolución traumática. Pero la clave sigue en manos de China, que provoca un déficit comercial a Estados Unidos de 200.000 millones de dólares (160.000 millones de euros).

Ayer, por fin, reaccionaron las autoridades de Pekín. Relajaron ligeramente el tipo de cambio del yuan, que apreció su valor frente al dólar por debajo de las ocho unidades por vez primera en 10 años. Es sólo un movimiento. Pero de tal trascendencia que, tras anunciarlo la agencia oficial, fue interpretado como un allanamiento del camino hacia la flexibilización definitiva.

Si la apreciación de la moneda china y de las de otros países con fuertes superávits comerciales es comedida y proporcionada, se habrá esquivado el fantasma de la crisis general que provocaría la caída del dólar necesaria para recomponer el equilibrio exterior estadounidense y que los expertos cifran en cerca de un 40%. Pero ayudará al empeño que el movimiento de las monedas vaya acompañado de las reformas que deben corregir sus causas: incentivar el ahorro público y privado en Estados Unidos, liberalizar los mercados en la Unión Europea y controlar el déficit fiscal en Japón.

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