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A fondo

Una buena noticia con un incierto final

Tú que piensas. ¿Es una buena noticia, nooo...?'. Esa pregunta era, posiblemente, la que ayer se interpelaron la mayoría de los habitantes del País Vasco cuando conocieron el comunicado de ETA en el que declaraba 'un alto el fuego permanente' a partir del próximo viernes. La respuesta, la que busca el conjunto de la sociedad vasca, está todavía por llegar.

La historia reciente llama a la cautela en lo que se refiere a la búsqueda de soluciones para resolver el 'problema vasco', el 'conflicto vasco', o el 'contencioso vasco', según la definición que han hecho hasta ahora los llamados, de un lado y del otro, a ser los protagonistas para intentar cerrar un capítulo de la historia que ha dejado más de 1.000 víctimas directas, muchas más indirectas, una sociedad dividida y, también, algún que otro rendimiento político. El manifiesto de ETA de 1998 en la que declaraba la tregua, abrió la espita de la esperanza que se cerró año y medio después con la vuelta a la actividad terrorista en estado puro: asesinatos, violencia callejera y atentados. Así que, cautela.

El escenario ahora no es el mismo que en 1998. ETA lleva casi tres años sin cometer atentados mortales -el último fue el asesinato de dos policías en Sangüesa (Navarra)-, y su aparición ha estado más ligada a la detención de sus miembros y al mundo que le rodea, que a las acciones terroristas. Sólo se han aplicado en la extorsión a la clase empresarial y a recuperar, en parte, la agitación y violencia callejera. ¿Debilidad? ¿Demostración de fuerza? ¿o, quizás, un anuncio de lo que ayer comunicó?

La importancia del anunció no es discutible. Hasta ahora, y pese a todos los problemas, Euskadi ha tenido en los últimos años las cotas de referencia en lo que se refiere a bienestar social, sueldos, crecimiento del PIB y creación de empleo. Si a estos positivos indicadores -el precio de la vivienda, por contra, es de los más altos del Estado- se puede sumar ahora la paz que busca el conjunto de la sociedad vasca.

El proceso que se abre tiene, en principio, un largo recorrido. ¿Hay que dar algo a cambio? ¿Estarán los negociadores a la altura de las circunstancias? ¿Será verdad lo que dicen los de ETA? Ayer un empresario consultado por este periódico, uno de los muchos receptores de las cartas enviadas por ETA para que hiciese efectivo el mal llamado 'impuesto revolucionario', mostraba su satisfacción por el anuncio de ETA. A la vez esperaba una confirmación de futuro para que su situación se torne más cómoda, que de los líos empresariales y de unas inversiones que no ha dejado de realizar ni en los momentos más críticos, ya se ocupa él.

La satisfacción contenida por la declaración de ETA debe suponer la apertura de un proceso en el que la negociación puede suponer dejar pelos en la gatera para sus protagonistas. En Euskadi hay una parte de la sociedad que vislumbra en el comunicado de ETA 'algo más' que el pronunciamiento de 1998, pero no puede entrar en unos jardines, en principio bien sembrados, pero, que al final, se demostraron bastante embarrados.

La próxima historia de Euskadi está por escribir. De momento, hay un escenario abierto lleno de actores de diferentes compañías que deben pactar un guión para un público que lleva años reclamando una obra maestra cuyo final sólo tiene que pasar por el fin de la violencia y la paz en el País Vasco.

A la tarea, que no se presenta sencilla, se puede contribuir con la creación de un clima político donde el miedo a perder posiciones a corto plazo se puede compensar con la ganancia de espacios a largo plazo. En un proceso de este calado, la sociedad vasca ha reclamado en reiteradas ocasiones para los gestores del proceso altura de miras. Esta petición no ha sido satisfecha, sobre todo, por el ala que corresponde al mundo cercano a ETA cuyo discurso monolítico se ha centrado en una particular versión de la democracia donde la condena de la violencia brilla por su ausencia.

En parte de la sociedad vasca se tiene también la sensación de que las víctimas de ETA no han tenido el arrope suficiente por parte de las instituciones vascas. Algunos van más allá y aseguran que más que una sensación, es una certeza. Bien es verdad que la complejidad de la sociedad de Euskadi es conocida, pero la realidad es contundente. En el País Vasco en general, se vive cómodamente, pero otros, gente tan normal como el resto, muy incómodamente, por sus ideas o militancia política, y han reclamado un mayor apoyo social.

Lo fundamental de la declaración de un 'alto el fuego permanente' por parte de ETA es que la gran mayoría del pueblo vasco muestra su satisfacción. Mensajes SMS interrumpieron reuniones de trabajo, se produjeron llamadas telefónicas pocos minutos después de conocerse el mensaje de ETA y se reabrieron los debates entre los escoltas de políticos, empresarios y amenazados sobre su futuro laboral, que algunos ya habían descontado al detectar, con su olfato profesional, los tiempos de cambio que se avecinaban.

Está por ver que la declaración de la banda terrorista se traslade en todos sus términos al entorno, de tal manera que permita rebajar la presión en algunas pueblos de Euskadi. La tensión, de momento, se ha relajado. El trabajo requiere de esfuerzos adicionales.

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