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Lealtad, 1
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Grasso paga los platos rotos

Silban cuchillos en Wall Street. Se cruzan demandas y acusaciones mutuas y se exigen compensaciones. En el centro de la polémica se encuentra Richard Grasso. El ex presidente de la Bolsa de Nueva York ha sido demandado por el fiscal Eliot Spitzer por un pago de casi 140 millones de dólares que Grasso recibió como compensación por su labor al frente de la Bolsa neoyorquina. Spitzer considera 'irracional' dicha cantidad, más aún cuando la Bolsa de Nueva York es una sociedad sin ánimo de lucro. La Bolsa y el fiscal quieren que Grasso devuelva casi 100 millones.

Lejos de achantarse ante la demanda, Grasso no sólo no devuelve lo que le piden, sino que ha pedido que le paguen otros 48 millones de dólares que se habían acordado, ya que la compensación pactada no era de 139 millones de dólares, sino de 188 millones. Como reacción, el ex presidente del NYSE ha demandado a su vez a su antigua empresa y al actual presidente de la misma para que además se restablezca su honor herido. Grasso fue obligado a dimitir el pasado 17 de septiembre cuando la millonaria compensación se hizo pública y provocó estupefacción entre numerosos miembros del consejo del mercado neoyorquino.

La cosa va para largo y tiene pocos visos de finalizar en acuerdo. El ex presidente sostiene que el consejo sabía lo que hacía cuando aprobó el millonario paquete de compensación. Spitzer, por su parte, afirma que Grasso ocultó al consejo el monto del paquete porque era él el que fijaba los criterios de compensación.

Sea como fuere, el caso, con tantos ceros sobre la mesa, hace un flaco favor a la confianza de los millones de pequeños inversores que perdieron sus ahorros tras el estallido de la burbuja. Porque el de Grasso es un escándalo más, en un frente nuevo, que se suma al de los fondos de inversión, al de la contabilidad fraudulenta de las empresas o al de los informes interesados de los analistas. Ahora es Grasso el que paga los platos rotos. Pero es mucha la vajilla destruida tras el opíparo banquete de finales de los noventa.

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