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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tropezón agrícola en la UE

La UE extendió ayer al aceite de oliva, el tabaco y el algodón el espíritu competitivo de la reforma pactada en junio de 2003 para los cereales y las oleaginosas. A partir de 2006, los tres sectores verán desvincularse las ayudas de la producción. A cambio, un pago único por explotación eliminará el automatismo de las subvenciones e impondrá al agricultor la necesidad de buscar actividades con más rendimiento en el mercado para completar su renta.

A pesar de las muchas voces en contra, tiene todo el sentido la filosofía de una reforma que intenta acabar con el cultivo del subsidio e introducir orientación de mercado en la política agrícola de la UE. Así lo demanda el interés de los ciudadanos (casi del 50% del presupuesto de la UE se va en subvenciones agrícolas), la sostenibilidad de la agricultura europea y también una elemental justicia hacia países en desarrollo cuyas únicas exportaciones competitivas se estrellan en Europa -y en EE UU- con mercados blindados.

El comisario Franz Fischler intentó comprar el voto español con una oferta de 20 millones de euros para el aceite que la nueva ministra de Agricultura, Ángeles Espinosa, despreció como 'moneda de cambio'. España se aferró a exigir 119 millones. Una cifra defendida por los sindicatos agrícolas sin que se acierte a explicar muy bien por qué la UE debe aumentar más del 10% los 1.000 millones de euros anuales que recibe el olivar español, de por sí competitivo y viable.

Las dos partes han errado. El veterano comisario debería haber apurado la negociación. Espinosa pagó, además de la inexperiencia, su llegada a la mesa del Consejo con reivindicaciones exageradas alimentadas por un sector cuya voracidad de subsidios nunca parece satisfecha. De poco le sirvió a Espinosa llevar como lugarteniente en su estreno comunitario al antiguo secretario general de uno de los sindicatos agrícolas. Ante la fuerza de los votos, de nada sirven las reivindicaciones maximalistas ni los desesperados recursos judiciales. Toca pasar la amarga página y modernizar el sector para que la reforma redunde en su beneficio.

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