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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El BCE, impasible ante la crisis

La economía de la zona euro creció un raquítico 0,4% durante 2003. La confianza de empresarios y consumidores se estancó en marzo. La inflación cayó el mes pasado al 1,6%, el nivel más bajo en cuatro años, a pesar del aumento en los precios del petróleo. Y el propio Jean-Claude Trichet, presidente de la autoridad monetaria europea, sugirió hace unos días que los tipos de interés podrían bajar 'si no se cumplen nuestras expectativas de mayor consumo privado'. Pues bien, el repunte del consumo sigue sin materializarse y las empresas europeas claman por un abaratamiento del crédito. ¿Y cuál es la decisión del BCE? Impasibilidad. Ayer optó por mantener sin cambios los tipos de interés de referencia.

Trichet dejó apenas entreabierta la puerta para un abaratamiento del crédito futuro si los índices de actividad no mejoran. Pero no dio detalles sobre cómo espera que se produzca la mejora 'modesta, pero gradual' del ritmo de crecimiento. ¿Existe algún indicio de que vaya a reavivarse la demanda interna? ¿O tendremos que esperar, una vez más, a que sea la demanda exterior la que ejerza de locomotora? Dicho en otros términos: ¿tienen que esperar las empresas europeas a que sus ventas aumenten gracias a la demanda de EE UU, propiciada por una Reserva Federal mucho más agresiva y ágil que el BCE?

La decisión del banco europeo se hizo oficial poco después de que se publicase un índice de los gestores de compras de la industria manufacturera que registró el mejor dato en más de tres años. Y algunos operadores del mercado de divisas señalaron que este dato puede haber contribuido a la inacción del banco. Además, la relativa moderación del euro (que cotiza en torno a 1,23 dólares tras haber rozado los 1,30 en febrero) supone un alivio relativo para los exportadores.

Sea cual sea la razón de fondo que llevó al BCE a mantenerse quieto una vez más, lo que parece claro es que el relevo en la cúpula no ha supuesto ningún cambio en la estrategia conservadora de la autoridad monetaria europea.

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