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Unión monetaria

Los países del Este frenan su deseo de entrar en el euro

Los 10 nuevos socios comunitarios (Chipre, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y República Checa) están llamados a integrarse también en la unión monetaria. A diferencia de Reino Unido o Dinamarca, ninguno de ellos ha negociado una cláusula voluntaria de exclusión.

La mayoría, de hecho, deseaba adoptar la divisa europea tan pronto como fuera posible. Un sueño que ya sólo parece alcanzable para algunas pequeñas economías, como las de los países Bálticos (Letonia o Estonia).

Pero incluso para los países más pequeños el esfuerzo de convergencia resulta excesivo, según venían repitiendo la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y los ministros de Economía de la zona euro. Los aspirantes, finalmente, se han resignado a enfrentarse a otros seis años, al menos, de duro ajuste en términos de déficit público o inflación.

Polonia, cuyo objetivo era unirse al euro en 2007, acaba de arrojar la toalla en su lucha contra la escalada del déficit publico (más del 5% previsto para este año), uno de los principales criterios para pasar el examen de la moneda única.

La presión social, unida a la fragilidad de la coalición gubernamental de Varsovia, ha abocado al frenazo en el proceso de consolidación fiscal. Los analistas y el propio Banco de Polonia ya no contemplan una adhesión antes de 2009.

En Hungría el tropiezo ha sido más dramático, hasta el punto de provocar el cese fulminante del ministro de Economía, Csaba László. El déficit se ha disparado por encima del 5% y Budapest considera ya inalcanzable el objetivo de unirse al euro en 2008. Eslovaquia y la República Checa tampoco aspiran ya a desprenderse de sus divisas antes de 2009 o 2010.

La llegada de fondos comunitarios (22.000 millones de euros entre 2000 y 2006) y la incesante inversión extranjera (en la mayoría de los casos supera el 10% del PIB nacional) contribuirán, según los expertos, a recalentar aún más la economía de todos estos países.

También aumentarán probablemente las dificultades que ya encuentran varios de ellos para mantener la estabilidad del tipo de cambio de sus divisas (es el caso del florín húngaro o del zloti polaco), lo que complicará el cumplimiento de otro de los criterios de Maastricht para la adopción del euro.

En todo caso, a la mayoría puede resultarle útil mantener el arma de la devaluación durante la adaptación al mercado único para paliar posibles desventajas competitivas.

Las divisas encaran una larga purga en el SME II

Las divisas de los países de la ampliación deberán demostrar durante al menos dos años la estabilidad de su tipo de cambio en relación con el euro. La pertenencia interrumpida al Sistema Monetario Europeo II (con una banda de fluctuación del +/- 15%) supone un paso imprescindible para la integración en la Unión monetaria. El BCE, sin embargo, advierte que se trata de un periodo mínimo y que 'no hay garantías a priori en cuanto a su duración'. Fráncfort añade que, si bien la integración en el SME II no requiere superar ningún criterio previo, será necesario que antes se produzcan 'importantes ajustes' en terrenos como la liberalización de precios y de política fiscal.

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