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Elecciones catalanas

Los pactos en Cataluña definirán el margen de Rajoy en las legislativas

A no ser que CiU se decante por pactar con el PSC, sólo Esquerra Republicana tendrá la llave del futuro Gobierno de la Generalitat, que condicionará el recorrido de PP y PSOE hacia las elecciones legislativas.

La forma algo más que airosa con la que Artur Mas salvó ayer a CiU de la derrota pronosticada por la mayoría de las encuestas, frustrando posiblemente las expectativas de los socialistas de acceder al Gobierno de la Generalitat, aporta un balón de oxígeno de indudable importancia a Mariano Rajoy en el recorrido que le aguarda hasta las elecciones de marzo. El desalojo de los nacionalistas del poder que han ostentado en Cataluña durante 23 años hubiera exigido al PP jugar la partida de las próximas legislativas a la única baza de la mayoría absoluta, ya que en caso contrario hubiera encontrado serias dificultades para disponer de aliados solventes con los que transitar durante cuatro años de legislatura. Sólo le quedaría llegar a acuerdos con Coalición Canaria, que nunca ha sobrepasado los cinco diputados en el Congreso.

No obstante, la política de pactos a la que se presten los nacionalistas catalanes para retener el Gobierno de la Generalitat condicionarán de forma evidente el margen de Rajoy para garantizarse un horizonte sosegado a partir de las elecciones generales. El juego de posibilidades apuntaría la lógica de un acuerdo de Gobierno con Esquerra Republicana, auténtico árbitro del mapa político en Cataluña tras las elecciones de ayer, aunque el líder de esta formación, Carod Rovira, ha hecho patente durante la campaña su predilección por el pacto con los socialistas de Maragall. La fórmula final de gobierno dependerá, en buena medida, del precio que ponga ERC al pacto y de lo que esté dispuesta a pagar CiU como primera fuerza política o, en su caso, el PSC de Maragall. Otra ecuación posible sería el acuerdo entre CiU y el PSC, posiblemente con Maragall fuera de la escena política catalana.

El resultado obtenido ayer por los socialistas no ayuda como se esperaba a Zapatero en su carrera hasta los comicios de marzo, sobre todo si se tiene en cuenta que llega a continuación del varapalo sufrido por la pérdida de la comunidad de Madrid.

Quebrado el impulso que Maragall pensaba dar al líder del PSOE, queda por saber cual será la política de alianzas que los nacionalistas catalanes, en caso de garantizarse el control de la Generalitat, establecerán en Madrid después de marzo.

Pudiera pasar que fueran los resultados de las elecciones generales los que terminaran por clarificar el mapa político catalán y no al revés. Dependerá de si CiU apuesta por continuar con el nacionalismo de amplio espectro que ha practicado durante las dos últimas décadas, combinando sus alianzas en la comunidad donde ha sido hegemónica (sólo 12 de los 23 años en que ha gobernado en Cataluña lo ha hecho en mayoría absoluta) con los pactos a conveniencia sellados con el Ejecutivo de turno en Madrid, primero con la UCD, luego con el PSOE y, a partir de 1996, con el PP.

Un acuerdo de CiU con ERC podría dejar el camino más expedito a Zapatero que a Rajoy para encauzar un posible pacto con los nacionalistas a partir de marzo en Madrid, escenario que no se daría en el caso de que la suma de escaños obtenidos ayer por los nacionalistas y el PP hubiera alcanzado el listón de los 68 que marca la mayoría absoluta en el Parlamento autonómico. Sólo en este último supuesto, Mariano Rajoy hubiera tenido motivos para caer en la tentación de relajarse hasta el mes de marzo.

¿Fin del nacionalismo de amplio espectro?

En los próximos meses se comprobará si el previsible mantenimiento de CiU al frente de la Generalitat a partir de los pactos a los que le obligan los resultados obtenidos ayer, introduce a la coalición en el pozo de una querella ideológica que ya comenzó a percibirse en las filas nacionalistas desde el momento en el que Jordi Pujol anunció su jubilación o, por el contrario, los dos partidos que integran CiU responden a este reto como una piña.Las elecciones de ayer abren posiblemente un nuevo ciclo para el nacionalismo de amplio espectro que ha practicado CiU a lo largo de dos décadas y que en los últimos años no le ha valido para retener el granero de votos que ayer se pasó con mayor vigor que nunca a las filas de Esquerra Republicana.Con la pérdida de 10 escaños, a CiU se le ha estrechado el margen de maniobra para hacer política a sus anchas porque los electores han dado por agotado el recorrido conocido hasta el momento. Su eventual radicalización, con el conflicto vasco tan caliente, preocupa al PP y al PSOE.

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