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Columna
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Fútbol y economía

Como economista que desde hace ya muchos años se dedica a la gestión empresarial, siento especial debilidad por el deporte en la medida en que, además de pasatiempo, actividad física saludable, juego de competitividad y espectáculo de masas, es una escuela de trabajo en equipo, de liderazgo y de elaboración continua de táctica y estrategia. Las reglas del juego están bien delimitadas y los objetivos a corto y a medio plazo no admiten discusión. De entre todos los deportes, quizá el más rico en este sentido sea el fútbol.

Seguir un partido siempre me ha hecho pensar mucho en la actividad de dirección de una empresa, porque creo que ante todo se juega por un conjunto relativamente elevado de jugadores, 11 en concreto, que se acerca al número ideal de un equipo de dirección en una empresa. Las posiciones de cada jugador están determinadas, pero han de ser flexibles en la práctica, la comunicación ha de ser fluida y todos deben tener en la cabeza la visión del conjunto, conceptos que, curiosamente, son los que deberían configurar la filosofía de los típicos organigramas de las empresas.

En la preparación previa al partido todos han de discutir y acordar la estrategia a seguir en función de las características conocidas del contrincante y, como decía, los objetivos están bien definidos.

A corto plazo, el objetivo es conseguir el gol, fabricado entre todos y jugado siempre ante una portería protegida por una persona. A medio plazo es aún más complejo, porque consiste en saber ganar el partido, y si nos situamos ante el largo plazo, el objetivo es conseguir la posición razonable, ante una liga o una copa, de acuerdo con los recursos y medios con los que se cuenta. El equipo de jugadores es el responsable directo de los objetivos a corto y medio plazo, y el del equipo directivo del club es el que debe esmerarse en la consecución del objetivo a largo plazo.

Por todo ello he seguido atentamente la evolución de las elecciones a la junta del Barça que, por razones obvias, es mi club preferido, del que soy una más de los millones de seguidores o simpatizantes y en el que el deporte destacable es el fútbol.

Pertenezco al grupo de los que nos hemos sentido cómodos con la victoria del equipo de Joan Laporta por varias razones, como la profesionalidad con la que han planteado la estrategia de la candidatura, por el cambio generacional que representa y por el cambio de estilo que intuyo y espero que signifique.

Sin embargo, me gustaría destacar dos aspectos que a mi entender son significativos: el primero es que se han presentado como un equipo y, el segundo, la racionalidad y solidez de su programa de gestión.

Respecto al primero, me sorprendió gratamente poder presenciar en un programa televisivo, realizado al día siguiente de su victoria, cómo el líder asistía acompañado por todos los miembros del equipo, tanto de los que colaboraron en la campaña como los que van a dirigir la actividad del club, y cómo los presentaba uno a uno. Era una visión simbólica de equipo de profesionales de la gestión que va a liderar a otro equipo o equipos de profesionales deportivos. Por primera vez pensé que entre equipos anda el juego, más allá de los personalismos a los que estamos demasiado acostumbrados en muchos otros campos de la vida.

El programa económico de gestión ha estado bien planteado en tanto en cuanto es realista, porque se parte de un buen diagnóstico de la situación, que en estos momentos es de deterioro de la cuenta de resultados en los últimos años y de la presencia de un elevado nivel de deuda, tal como afirmaba uno de los miembros del nuevo equipo en una entrevista durante la campaña.

Es una situación de partida que me resulta bastante familiar si repaso mi experiencia profesional. El reto que se plantean, por tanto, es 'invertir en el primer equipo de fútbol para volver a situarlo en primera línea deportiva y mediática mundial', aumentar significativamente los ingresos, abordando nuevas líneas de negocio, y al mismo tiempo disminuir los gastos, reduciendo la masa salarial de jugadores y ejecutivos y racionalizando los gastos operativos. El planteamiento es de manual, aunque yo destacaría de forma especial el orden en el que se presentan las acciones propuestas y la capacidad de asunción de riesgo con que se plantea.

Sin embargo, asumir el reto significa no levantar falsas expectativas como ha ocurrido con el jugador estrella, que no ha podido ser, ni pensar que la gestión empieza de nuevo sin asumir el pasado. Está bien encargar una auditoria para clarificar el punto de partida, pero cualquier directivo empresarial sabe bien que nunca se puede obviar el peso derivado de las decisiones de las anteriores directivas.

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