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Opinión

La ficha que ha movido Duisenberg

Por fin, en la reunión que mantuvo ayer el consejo de gobierno del BCE, se decidió una reducción de medio punto de los tipos de interés de la zona euro, hasta el 2%. Con este recorte, el diferencial con los tipos americanos, que la Reserva Federal mantiene en el 1,25%, disminuye a 75 puntos básicos.

La medida, largamente esperada por políticos y mercados, viene motivada por varias razones. En primer lugar, de todos es conocido el proceso de estancamiento que están sufriendo las principales economías europeas. Ayer mismo Eurostat informaba de que, en su conjunto, la economía de la eurozona registró un crecimiento cero en el primer trimestre de 2003, y que las previsiones para el segundo y tercer trimestre no superan el 0,4%. Y eso en su conjunto, porque Alemania, Italia y Holanda han sufrido un crecimiento negativo.

Por otra parte, la inflación se ha reducido en mayo al 1,9% -es la primera vez que baja del 2% desde junio de 2002-, debido a la atonía del consumo y al abaratamiento de las importaciones derivado de la fortaleza del euro. Y esa misma fortaleza del euro está debilitando considerablemente las exportaciones de la Unión hacia otras áreas. Además, ha desaparecido la incertidumbre que el conflicto de Irak ha proyectado sobre la economía mundial y el precio del crudo se está comportando de manera razonable.

A todas estas razones, hay que sumar las fuertes presiones que el BCE viene sufriendo en las últimas fechas. Sin ir más lejos, Gerhard Schröder y Jacques Chirac se encargaban de recordar este pasado fin de semana desde la cumbre del G-8 de Evian lo adecuado que sería para las economías europeas una rebaja sustancial del precio del dinero. Por tanto, al BCE ya no le quedaban suficientes excusas para no aportar su grano de arena al proceso de recuperación, salvo quizás la falta de disciplina presupuestaria de algunos destacados miembros de la Unión.

Una vez analizadas las causas que han llevado a Duisenberg a mover ficha, conviene aventurar las consecuencias que esta medida tendrá sobre las economías europeas. ¿Afectará a todas por igual? En principio no, puesto que deberá beneficiar más a aquellos países cuyas economías están sufriendo en mayor medida la desaceleración o el estancamiento.

En Alemania por ejemplo, que supone el 30% del PIB de la eurozona, el recorte tendría que suponer un balón de oxígeno para su maltrecha economía. El abaratamiento del crédito debería reactivar su crecimiento vía un mayor consumo privado y mayor inversión empresarial, lo que ayudaría a reducir las altas tasas de desempleo.

Además, si como cabe esperar, a la larga se frena la apreciación del euro con respecto al dólar, las exportaciones alemanas se reactivarán. No conviene olvidar al respecto que, tras Francia, EE UU es el segundo socio comercial de Alemania, y que casi el 60% de sus exportaciones tiene destinos fuera de la zona euro.

Y si la economía se recupera, será más fácil controlar el déficit público, que ya ha superado el límite del 3% del PIB que fija el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. E, incluso, la reactivación económica alejaría el fantasma de la deflación, que últimamente muchos analistas han dicho que acecha a la economía alemana.

Pero para que todo lo que puede pasar, pase, será fundamental que Schröder avance decididamente por el camino de las reformas estructurales, camino que ahora aparece más despejado tras el unánime apoyo que ha recibido este pasado fin de semana por el congreso de su partido, el SPD.

¿Y para España? Pues el recorte de los tipos de interés puede no ser tan beneficioso, porque su situación económica difiere mucho de la de Alemania, ya que está capeando el temporal de mejor manera que sus socios. No sólo se está creciendo a una tasa del 2%, que aunque modesta, duplica la de la Unión, sino que además se sigue creando empleo, y las cuentas públicas se encuentran en una situación de cuasi equilibrio.

Así, la medida del BCE supondrá una mejora de la renta familiar al disminuir la carga financiera que soportan muchas familias por sus hipotecas. Pero no olvidemos que esta disminución se juntará con la reducción experimentada este año en la tarifa del impuesto sobre la renta.

En conjunto pues, una mayor renta disponible, que fomentará el consumo privado y puede tener efectos inflacionistas.

Y si bien otros parámetros de nuestra economía están teniendo un comportamiento claramente satisfactorio, la inflación sigue comportándose mal, a pesar de haberse reducido últimamente el diferencial que mantenemos con la zona euro. Además, la rebaja del precio del dinero supondrá sin duda un nuevo impulso en la imparable escalada que el precio de la vivienda lleva experimentando en nuestro país en los últimos años.

Por tanto, no resulta aventurado creer que los mayores beneficios para la economía española de la medida tomada ayer en Fráncfort pueden venir más por el contagio que tenga en la economía española la recuperación de las economías centrales de la Unión que por su propio efecto en nuestra economía.

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